«Adiós a la Tierra», Fernando José Cots
Agregado el 24 marzo 2013 por dany en 240, Artículos, tags: ArtículosARGENTINA |
Introducción
Nave generacional
Nos ha pasado a todos. Estamos haciendo «zapping» y, de golpe, nos encontramos con algo que nos interesa… pero que ya está empezado. En mi caso, no recuerdo si fue en «National Geographic» o en «Discovery», que vi una escena de naves espaciales.
Se trataba de un documental sobre un hipotético fin del mundo, donde un grupo seleccionado de la Humanidad pasaba a ocupar una Nave gigantesca, un cilindro suspendido en el espacio, dentro del cual habitarían hasta encontrar un nuevo mundo que los acogiera.
Era uno de esos programas que se habían prendido a la moda de la frustrada profecía maya.
Sobre eso la nave cilindro ya había leído en un ejemplar de «Muy Interesante». El interior del cilindro sería habitado y cultivado en toda su superficie. Habría un «eje» luminoso que oficiaría de «sol», con las alternancias correspondientes de «día» y de «noche». Y el cilindro giraría continuamente para brindar gravedad artificial.[1]
Quienes recuerdan la serie «Babylon 5» podrán identificar algo similar en la estación espacial que le da el título; sólo que en ese caso es una especie de «Naciones Unidas Galáctica», no un arca de supervivencia, así que las exigencias son diferentes.
Pero la pregunta más que una pregunta, una invitación a la reflexión es la siguiente: ¿Cómo sería una Nave de esas características?
Los errores del documental
Lo que alcancé a ver mostraba a la Nave como un enorme cilindro hueco, con toda su superficie interior cubierta de tierra, cultivos, construcciones, etc.
En una de las escenas, se muestra una «calle» entre edificios iguales de dos plantas. Al fondo, el cilindro en perspectiva. Unos niños salen a jugar al fútbol, pero apenas hacen los primeros movimientos se detienen y miran preocupados.
Por un ventanal se ve la Tierra que está siendo desintegrada por una estrella de neutrones.
Los niños se acercan y uno de ellos toca el ventanal con actitud apenada. La imagen muestra desde «afuera» de la Nave cómo los niños están asomados por el ventanal sobre el costado, pese a que previamente se ha visto el interior con el cilindro en perspectiva.
Si la Nave fuese un único recinto, enorme, bastaría con que chocara con un aerolito y sería el desastre total. En instantes la atmósfera se perdería en el espacio y todos morirían.
Si la Nave está girando, no podría tener ventanales, por sólido que fuese el cristal. El material con que esté hecho deberá estar en condiciones de soportar un viaje de décadas, tal vez de más de una centuria, en un ámbito desconocido, con micrometeoritos que pueden crear daños importantes. Un material transparente no daría garantía de soportarlo.
Quienes hemos visto «2001 Odisea del Espacio», de Stanley Kubrick, recordamos la escena en que el enviado de la Tierra habla con su hija mientras por el ventanal del fondo se ve girar nuestro planeta. Es tolerable lo que dura la llamada, pero la gente de la Nave vería toda su vida el cosmos girando. Los pioneros podrían marearse, los nacidos durante el viaje podrían acostumbrarse, pero entrarían en crisis al llegar a la Nueva Tierra y ver un sol y estrellas aparentemente inmóviles.
Tampoco podrían ver la Tierra desintegrarse. El campo gravitacional de la estrella de neutrones atraería también a la Nave. Entonces sería prioritario poner distancia antes que tanta obra fuese inútil.
Más adelante, uno de los entrevistados afirma que ninguno de los que iniciaron el viaje llegaría al final, salvo aquellos muy pequeños en el momento de la partida. De inmediato muestran una bebita blanca, rubia, de ojos azules, que se convierte en una anciana de cabello canoso. La misma está mirando por el ventanal, a través del cual se ve un planeta similar a la Tierra. La flanquean un grupo de jóvenes, entre los cuales hay un negro.
Por enorme que sea la Nave, por enorme que sea la cantidad de gente del inicio, tarde o temprano se darían problemas de endogamia, los que se prolongarían al llegar a la Nueva Tierra; salvo que ésta ya estuviese habitada por humanoides genéticamente compatibles. Un viaje de ochenta o de más de cien años haría que los tipos humanos se homogeneizasen.
Baste decir ahora que, si ese muchacho ha conservado su «negritud», algo intermedio entre esos dos tiempos no se cuenta debidamente.
El caso Trántor
Quiero citar a Isaac Asimov en su «Trilogía de las Fundaciones» .
Según esa historia, Trántor es la capital del Imperio Galáctico. Es un planeta completamente cubierto de edificios, salvo los jardines del Palacio Imperial. Los nativos de Trántor están acostumbrados, cuanto mucho, a ver inmensas bóvedas de astropuertos; pero el resto de su vida transcurre en cubículos y pasillos. El resultado es que se convierten en agarófobos. Si bien hay un mirador que muestra la superficie, sólo lo usan los turistas.
En esta hipotética Nave, si consideramos que nacerán y morirán generaciones antes de que lleguen a un planeta habitable, los que desciendan al mismo no estarán acostumbrados a mirar a una distancia mayor de pocos kilómetros… en el caso que la Nave haya sido construida como cilindro integral. Si ha sido construida como múltiples unidades semiautónomas, no estarán acostumbrados a ver más allá de cien metros, cuando mucho.
Esto puede causar un verdadero caos cuando los viajeros puedan ver a kilómetros de distancia. Se impondrá buscar una solución a ese problema, de modo que no haya generación de las nacidas en la Nave que no sepa mirar hacia el infinito.
Una alternativa sería un sistema holográfico, como el que muestran en «Star Trek – The Next Generation» , pero es algo que todavía debe investigarse.
El objetivo de este artículo:
No tengo el nivel científico para encarar los problemas técnicos que tal proyecto plantea. Si lo adecuado es un único y enorme hábitat en el interior de un cilindro o un conjunto de unidades conectadas entre sí por pasillos y esclusas de cierre automático, lo que daría garantía de supervivencia en caso de choque con un asteroide; si hay que desarrollar sistemas de energía renovables, sistemas de reciclaje de materiales, etc., son respuestas que la Ciencia deberá dar en su momento.
Mi propósito es reflexionar e invitar a la reflexión sobre quiénes viajarían y cómo afrontarían ese viaje.
Y, sobre todo, cuál sería el objetivo: ¿rescatar a la especie humana… o también a la civilización?
¿Quiénes viajarían?
He aquí un dilema serio. Sería imposible construir la cantidad suficiente de Naves para salvar a toda la Humanidad y todas las especies. Se impondrá, necesariamente, una selección de los humanos en primer lugar.
Primero deberían ser humanos sanos; no sólo en el momento de la selección, sino que un análisis genético deberá demostrar que no son portadores de anomalías recesivas que pudiesen perjudicar la salud de la población por medio de sus descendientes.
Asimismo, no se admitiría a ninguna persona mayor de cuarenta años. Sólo personas excepcionales, cuyas facultades y/o conocimientos pudiesen ayudar a sustentar el inicio de esa colonia errante, serían pasibles de obviar la regla.
Y quedará, por supuesto, el filtro más discutible de todos: el que impongan los organizadores del viaje…. que puede ser cualquiera, hasta el más arbitrario. Porque quien organice semejante viaje será indudablemente alguien o algo con mucho poder. Y bien sabemos que quienes detentan el poder tienen su propia escala de valores, que no siempre es la nuestra.
Todos los admitidos y sus descendientes deberán ser dotados de un sistema inmunológico artificial creado con nanotecnología, similar al que describe Eduardo Carletti en su cuento «Defensa Interna» , ante la eventualidad de microorganismos perjudiciales en la Nueva Tierra, hasta que se desarrollen las defensas naturales sin riesgo.
Y deberá evaluarse la cantidad necesaria de individuos para garantizar una diversidad genética adecuada a lo largo de un viaje de duración incierta.
Puede sonar duro; pero, si se trata de lograr que la Humanidad sobreviva, hay que darle la mayor cantidad de oportunidades.
También quedaría el problema de los pasajeros no humanos, como animales para alimento, funcionalidad y/o compañía, vegetales para consumo y otros usos, etc. De más está decir que, si lo que importa es que los humanos sobrevivan, no tendría sentido llevar más depredadores que el humano mismo. Los animales grandes quedarían en la Tierra.
Pero sí podría haber tanques con peces comestibles, cuya crianza y supervivencia se vigile. Lo mismo vale para aves de corral, conejos y otros animales que sirven de alimento al hombre y que, al carecer de depredadores, serían una fuente casi inagotable. No sé si ganado vacuno, porcino o caprino, por sus dimensiones y otros motivos.
Tal vez muchos tendrían motivos para sugerir o descartar animales y vegetales que acompañarían al hombre. Es una agenda abierta.
Antes que Noé, Moisés
Quien o quienes estén al frente de ese proyecto, se enfrentarán al problema de controlar la convivencia de esa población. Por tanto, se impondrá reglamentarla. Tendrán los mismos problemas que Moisés.
Según el Pentateuco, de todos los que partieron de Egipto sólo Joshua llegó con vida. Los demás, incluso Moisés, murieron en la travesía; y los que quedaron, nacidos en el desierto, no guardaban memoria de la esclavitud en Egipto. Es así que la esperanza de la Tierra Prometida a veces no alcanzaba para sustentar la marcha.
Los mandamientos de Moisés, en un marco como el del Éxodo, adquieren sentido: una población grande en un ambiente hostil, desplazándose hacia un destino manifiesto pero proclive a caer en desajustes, es disciplinada por medio de reglas estrictas y castigos rigurosos.
Moisés no establece premios, pero sí castigos y muy duros hacia transgresiones a veces mínimas o inocentes. Algo parecido harían milenios después Adolf Hitler en la Alemania nazi, IósifStalin en la Unión Soviética y Mao Tse Tung en la China comunista, imponiendo una visión del mundo que subordinará hasta la vida privada.
Ahora bien: una vez que los israelitas llegaron a la Tierra Prometida, que las tribus se repartieron el territorio y comenzaron su vida como nación, muchas de las reglas se mantuvieron pese a que habían dejado de tener sentido. Eso causó problemas, al igual que en la Rusia y la China contemporáneas… pero su análisis ya no corresponde a este artículo. No menciono la Alemania nazi porque no tuvo tiempo de que sus restricciones se hiciesen obsoletas.
Aquí se trata de evaluar cómo se gobernará esa colonia humana durante su viaje hacia el nuevo hogar. Al menos en la Tierra había otros lugares con otras sociedades más allá de israelitas, alemanes, rusos y chinos. Aquí estarían sólo ellos y afuera la nada.
Si Moisés contó con los «castigos de Yahvé», Hitler con la Gestapo, Stalin con la NKVD (antecesora de la KGB) y Mao con los Guardias Rojos para enderezar a los díscolos, esta hipotética colonia errante requeriría también de una forma de control para que la Ley que rige la convivencia se cumpla.
Una forma que no puede ser cruenta como en los ejemplos citados y que deberá tener un profundo compromiso con la Ley y la Justicia para que sea incuestionable. Purgas, ejecuciones, listas negras, arbitrariedades y muerte civil, sobre todo en una comunidad tan restringida, son vías seguras al estallido y la extinción.
Convertir esa sociedad de la Nave en un infierno necesariamente llevaría a la destrucción de los últimos restos de Humanidad, si es que cuando parten ya no queda vida en nuestro planeta.
Si se debe gobernar al humano para que el humano sobreviva, será necesario conocer al humano en lo que es… y en lo que puede ser.
Por tanto, se impondrá definir, con claridad y fundamento, qué aspectos de la actividad individual o grupal perjudican al conjunto social y qué aspectos son sólo factores de distinción personal o grupal que no deben ser controlados en nombre del bien común.
Eso implicará, también, revisar qué tipo de cultura regirá esa población y qué rescatar o no de las culturas preexistentes.
Aspectos que nos distinguen como humanos:
Algo que caracterizó al Humano por encima de los animales fue el uso del fuego. Algo tan normal como una fogata sería algo prohibitivo en esa Nave, ya que el consumo de oxígeno que requiere un simple fuego no tendría toda una atmósfera para nutrirse, sino la restringida atmósfera que llevan y que hay que cuidar como oro. El fuego debería ser reemplazado por el calor eléctrico.
Pero el fuego no puede ser apartado del conocimiento humano, pues no sólo es parte nuestra, sino que deberá ser un recurso a aplicar cuando se encuentre la Nueva Tierra. Sería mejor que los Humanos no se desacostumbrasen al mismo.
Una solución podría ser una «Fiesta Anual del Fuego» o algo parecido, donde, por breve tiempo, se encienda una hoguera y la misma sea presenciada (y tal vez operada) por las generaciones más jóvenes. Eso duraría poco y podría reponerse sin problemas el oxígeno consumido.
Las formas de alimentarse y las actividades físicas deberán ser cuidadas para que la población no caiga en problemas de salud o mal desarrollo, pero con la variedad necesaria para que tales actividades no se conviertan en sólo una necesidad y que se recurra al estímulo antes que a la obligación.
También los vínculos humanos de amistad, de amor, de rechazo incluso, son factores personales que, salvo excepciones graves, no inciden en el desarrollo social. Incluso el sistema inmunológico artificial de cada mujer podría destruir los espermatozoides del varón, lo que aventaría los embarazos no deseados.
Por supuesto, se necesitarán nacimientos; pero, para evitar incluso cruces no deseados (consanguíneos, por ejemplo) podría exigirse que cada mujer, según su predisposición, sea madre al menos una vez (y todas las veces que acepte y sea necesario). Así se «reprogramaría» en ella la actividad de la defensa interna para poder implantarle en el útero un cigoto fecundado in vitro, a partir de óvulo y esperma previamente seleccionado, para evitar cruces genéticos indeseados.
Claro… es posible que la mujer que facilite el desarrollo hasta el parto ni siquiera sea la que emitió el óvulo. Así podría darse el caso que el bebé tendría una madre de gestación, una madre de donación de óvulo y un padre donador de semen… datos que pueden ser conocidos por los otros involucrados, o sólo por la primera de las nombradas.
Sé que estos párrafos apestan a Eugenesia y que su sola mención evoca banderas con esvásticas ondeando al viento. Pero estamos hablando de los últimos seres humanos que buscarán una Nueva Tierra para refundar la Humanidad y que deberán llegar al fin del viaje en las mejores condiciones que se puedan brindar.
Ya será difícil la selección de los que partan. Más lo será mantenerlos a todos con vida y sanos.
También quiero citar el caso de Brasilia, creada por el arquitecto Oscar Niemeyer, fallecido en 2012. No sólo se construyeron los edificios de Gobierno, sino barrios enteros para los empleados de todos los niveles.
El problema surgió cuando, al ser las casas buenas pero todas iguales, los mismos empleados las pusieron en venta y se alojaron en favelas. Al no poder «personalizar» sus casas, optaron por dejarlas.
Por tal causa deberán dejar, en esa hipotética Nave, que cada humano pueda poner su impronta a su ambiente y a su persona sin que eso afecte la funcionalidad ni la convivencia. Eso ayudaría a lograr un equilibro entre la sociedad y sus integrantes.
Eso significa, sólo por dar un ejemplo, que si alguien quiere vestirse como en el siglo XVII, como habitante de Roma, raparse media cabeza o incluso no usar ropa alguna, deberá ser respetado.
Hay reconocer que todo ser humano tiene una individualidad que no puede ser negada, una meta congénita que deberá cumplir. Porque si se le impone otra diferente, sólo porque las necesidades del grupo así lo requieren, se logrará cuando mucho alguien que desarrolle esas funciones con mediocridad y discutible eficacia. En el peor, una crisis de rebeldía de consecuencias imprevisibles.
Así como hay una tendencia a la individualidad, también hay una tendencia a pertenecer, a ser parte de algo que se valora como importante, o simplemente por la necesidad de encontrar seres afines. Eso hace que se configuren religiones, partidos políticos, entidades deportivas, tribus, etc.
El tirano Francisco Franco, con astucia diabólica, fomentó el fútbol. En su España, donde no se podía hacer política y no se podía ser otra cosa que católico, las pasiones futboleras fueron una válvula de escape.
En la Nave, si no en la primera generación en la segunda, se formarán grupos afines por edad, por una costumbre, una preferencia, etc. Pelear contra eso es una derrota segura. La Nave deberá dar lugar a esas sub-sociedades, sin dejar de vigilarlas para que no se conviertan en algo peligroso para todos.
Quedaría revisar el idioma que se hablará en ese viaje. Un idioma que, por sencillo que sea, se irá modificando y complicando con su simple uso. Los demás idiomas de la Tierra quedarían en el plano académico.
Y hay algo que puede ser duro, lo más duro de considerar.
Hemos visto en filmes de ciencia ficción cómo muere uno de los personajes; entonces sus compañeros organizan un funeral, meten el cadáver en una cápsula y lo arrojan al espacio para que se pierda en el infinito.
Muy emotivo, pero eso sería imposible en la Nave.
Tampoco sería posible un cementerio, ni siquiera de urnas para cenizas.
Los cuerpos de los fallecidos contienen elementos que se necesitan reciclar dentro de ese ambiente restringido que es la Nave. En nuestro mundo, cultivos y pasturas se nutren de materias orgánicas que hoy son tierra pero ayer fueron seres vivos. Hay sembrados donde antes hubo una batalla cruenta en la cual no fue posible dar sepultura digna a los caídos.
En la Nave sería lo mismo, sólo que acotado en el tiempo y en el espacio. Esos procesos de reciclaje en los cuales la Naturaleza se toma su tiempo, deberían ser acelerados por medios artificiales.
Y eso, aparte de que a los seres queridos de los fallecidos no les causará gracia, contradeciría un principio básico de nuestra condición humana que es el respeto a los muertos. No en vano las obras humanas que más nos permiten conocer el pasado histórico y prehistórico son en su mayoría sepulturas.
Tal vez la solución sería la que propone Brian Aldiss en su cuento «Invernáculo», donde los últimos sobrevivientes humanos de la Tierra, en un futuro lejanísimo, tienen una pequeña estatua tallada que representa su alma. Como la muerte por vejez parece no existir ya que todos mueren por enfrentar a un ambiente hostil y no quedan restos, esa pequeña talla es la que conmemora al difunto.
¿Cuál sería la solución, entonces?
Se trata, ni más ni menos, que crear una nueva cultura, una nueva sociedad, que contenga los elementos positivos que ha desarrollado la especie humana a lo largo de toda su historia; pero que avente los aspectos negativos que no son sólo de la Civilización, sino de la naturaleza humana. No para eliminarlos, porque algunos son imposibles de eliminar, sino para darles un canal de escape inocuo que no afecte la convivencia general.
A su vez, si consideramos que en esa Nave se dará satisfacción plena a las necesidades primarias de sus habitantes, hay que cuidar que no caigan en el sedentarismo insalubre, o en la ausencia de horizontes, ya que la llegada a la Nueva Tierra en algún momento será insuficiente como objetivo.
Habrá que plantear desafíos de superación a sus habitantes, que les permitan encontrar su rumbo y destacarse, para que la sociedad se dinamice.
Será necesario encontrar la forma para que esa realización personal que cada humano necesita no implique el menoscabo de otros y la consiguiente animadversión de los «perdedores», pero sin caer en la mediocridad impuesta para la uniformidad de todos.
En suma, que cada quien tenga derecho a su lugar entre todos, su derecho al amor y a su porción de gloria sin caer en la unificación burda y forzada en la que cayeron Hitler, Stalin, Mao y otros tantos.
Pensar una sociedad así es un verdadero desafío para que la misma pueda habitar la Nave sin sucumbir y que pueda, a su vez, enfrentar los retos de la Nueva Tierra.
Y tal vez hasta sería deseable que esta sociedad nueva se iniciase aquí, en la Tierra, en un lugar aislado, donde los errores pudieran ser corregidos sin riesgo.
Un área que, por sus características, brinde un clima estable y sin extremos, lo más similar posible al que habría en esa hipotética Nave.
Así las cosas, quienes partirían en la Nave serían los nativos de ese lugar, los que sólo tendrían referencias de la Historia y las distintas civilizaciones de nuestro planeta, desde ese momento puro enciclopedismo académico, porque aquellos que los engendraron habrían muerto todos.
Hecho el ajuste en una situación sin riesgo, podrían viajar a la Nave en órbita e iniciar el viaje, que sólo sería una prolongación ligeramente diferente de la vida que ya conocen.
Y, francamente, no sabemos si eso no está sucediendo ya.
No obstante…
Todo este tema que he desarrollado a lo largo de este artículo, más allá de los principios teóricos, requiere de un gran esfuerzo técnico y financiero para convertirse en realidad.
Quienes tienen esos recursos, quienes podrían no sólo construir esa Nave como Arca de Supervivencia, sino también preparar una población que la ocupe, pueden tener otros intereses completamente diferentes.
Les interesará, por supuesto, la supervivencia de la Humanidad y de la mayor parte de su cultura; sólo que no sabemos si les importará crear esa nueva civilización o reproducirán el esquema piramidal e inmóvil de la Edad Media, donde ellos ocuparían la cúspide del privilegio y los demás permanecerían en distintas escalas de servidumbre, con poca o ninguna movilidad social, determinando su destino por su origen y no por sus tendencias y capacidades.
No sabemos si esa hipotética Humanidad, que pueden estar desarrollando en alguna parte, se está formando con criterios humanistas o como una colonia de esclavos para que los sirvan cuando, llegados a la Nueva Tierra, los despierten de un sueño criogénico.
En suma, volver a reconstruir la Tierra alrededor de otra estrella, sólo para cometer los mismos errores.
Si llegan.
Conclusiones
Pese a todos los desastres que hace la especie humana, la Tierra sigue siendo un planeta habitable, aunque cada vez tiene menos oportunidades de continuar siéndolo.
Somos un conjunto de sociedades imperfectas, algunas capaces de sostenerse, pero todas con el germen de la decadencia y la desaparición en sí mismas.
Y ya ven, Gaia apenas nos aguanta. Nos castiga de tanto en tanto pero, si seguimos así, no tardará en encontrar una cura definitiva para ese mal que somos nosotros con nuestra codicia, nuestra soberbia y nuestra estupidez.
Crear nuevos paradigmas de convivencia es el proyecto de los próximos tiempos, viajemos en la Nave o nos quedemos aquí.
Quizá en un futuro, cuando realmente el Sol amague enfriarse o se aproxime una estrella de neutrones, habrá que considerar la posibilidad de ese éxodo.[2]
Para entonces, sería deseable que fuéramos mejores de lo que somos ahora.
Notas
NOTA 1: Otro caso similar se ve en la saga iniciada con «Cita con Rama», de Arthur C. Clarke. (Nota del editor)[VOLVER]
NOTA 2: Antes de enfriarse, el Sol se convertirá en una gigante roja y muy probablemente la Tierra sea engullida por él. De no ser así, igualmente se convertirá en un mundo tórrido e inhabitable. (Nota del editor)[VOLVER]
Fernando José Cots Liébanes, escritor, guionista de teatro y cine, cineasta, docente nacido en Córdoba, Argentina, el 1º de Junio de 1950. Es Licenciado en Cinematografía, 1989, recibido en el Departamento de Cine y TV, Escuela de Artes, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
De sus ficciones, hemos publicado en Axxón: QUILINO, CARACOLES, LA NOCHE DE LA RATA, RECHAZO, OBERTURA PARA DIOSES LOCOS, PROCÓNSUL, LA TRAMPA, SI MARTE FALLA, LOS INVASORES DEL SÁBADO, MADUREZ, RADIO MALDITA, LOS APESTADOS DE TANIT, DONACIANO, CONVOY, CLOTILDE y FACTOR ‘T’ / FACTOR ‘R’.
También publicamos sus ensayos y artículos LAS MALAS COPIAS, ECOS Y SILENCIOS, EL GRAN HERMANO Y SUS MODELOS REALES, EL TRISTE OFICIO DE WINSTON SMITH y LAS GRANDES DUDAS DEL PLANETA ROJO.
Axxón 240 – marzo de 2013