FICCION BREVE (CUARENTA Y DOS)

Varios Autores

SUEÑOS

Milenko Županovic - Croacia


—¡Despierta, querido, tienes pesadillas! —dijo su esposa.

—¡Oh, tengo los mismos sueños todas las noches! —dijo Mario.

Al día siguiente fue al psiquiatra.

—Por favor, doctor, ayúdeme —dijo Mario.

—Por supuesto, debe tomar estas tabletas —dijo el psiquiatra.

—Gracias, tengo ese sueño, pero mi padre está bien, ya sabe —dijo Mario—. Sueño que mato a mi padre... Cuando yo era niño, mi padre mató a mi madre. Adiós, doctor.

Cuando terminó la terapia, fue con su padre... y lo mató.

—¡Hijo, despierta, tienes esas pesadillas! —dijo la madre de Mario.

—Oh, mami, ¿dónde está papá?

—Vino muy rápidamente... —dijo su madre.

Mientras la madre limpiaba, Mario jugaba con la pelota. En un rincón de la casa el niño encontró el arma de su padre... y jugó con ella. Por desgracia, Mario mató a su mamá.

—Mami, mami, despierta, por favor —dijo Mario.

Pero su madre estaba muerta.

—¡Despierta, hijo, tienes las mismas pesadillas! —dijo la madre de Mario.

—Oh, mami, estás viva —dijo Mario.

En ese momento, su padre entró en la casa y mató a su esposa.

—Mami, mami, despierta... —dijo Mario.

Pero su madre estaba muerta.


Milenko Županovic nació en 1978, en Kotor (una pequeña ciudad en Montenegro, pero él es croata). Su vocación es la Ingeniería Marítima. En su tiempo libre, escribe historias de ciencia ficción y fantasía. Ha publicado sus historias en el blog "Kišobran", en la revista digital "Balkanski književni glasnik", y en "Eridan".



MADUREZ

Fernando José Cots - Argentina


—¡Estos jóvenes de hoy! Todavía insisten en que los alimentos transgénicos causan mutaciones. En fin... cosas de la edad. Ya se les pasará.

Y diciendo esto, guiñó tres de sus cinco ojos.




Fernando José Cots Liébanes nació en Córdoba, Argentina, a mediados de 1950 y viene publicando desde hace ya tres décadas. Quienes leen ciencia ficción argentina desde hace tiempo seguramente recordarán su Los invasores del sábado (1987), cuento que de haber existido Axxón en aquel momento nos hubiese gustado publicar, pero claro, pasa el tiempo y ya tenemos esa historia en el número 179.


      Hemos publicado en Axxón: QUILINO (119), CARACOLES (123), LA NOCHE DE LA RATA (137), RECHAZO (146), OBERTURA PARA DIOSES LOCOS (147), PROCÓNSUL (160), LA TRAMPA (166), SI MARTE FALLA (177), LOS INVASORES DEL SÁBADO (179)



CUIDADO AL CRUZAR LA CALLE

Gustavo Courault - Argentina


Caigo como en esos sueños en los que uno termina despertándose; pero esta caída es larga, muy larga. Por fin abro los ojos y giro la cabeza con dificultad. Siento el cuerpo ajeno.

—Gustavo, ¿estás? —¡La voz de mi ex! ¿Qué hace aquí?

Siento las palmas de las manos pegadas a una mesa que salta y se mueve, golpeando contra el suelo. Hago fuerza para apartarlas pero es imposible, la mesa no se deja de mover.

—Rajá de acá, ¿que querés? —me oigo decir.

—¿Dónde escondiste la plata?

—Ni pienso decirte. —No controlo ni modulo la voz, que suena chillona y agresiva.

—¡Gustavo! ¡Decime donde está el dinero! —grita mi ex, roja de ira.

Levanto la cabeza y sonrío irónicamente. —No —respondo. Y me quedo mirándola.

—Sos la misma basura de siempre! ¡Me cagaste la vida y me la seguís cagando!

Ahora además de gritar golpea la mesa con furia.

Disfruto del momento un poco más. La hija de puta sos vos, que lo único que te interesa es saber el lugar donde escondí la guita. No puedo sostenerme erguido y los párpados se me cierran.

Miro mis manos y veo las uñas pintadas de rojo fuerte. Algo —¿un pañuelo?— envuelve mi cabeza. Abro grande la boca y emito un grito gutural de dolor y de angustia. Siento en mis tripas que no me queda mucho tiempo más allí. En la mesa redonda y de color oscuro veo una hoja de papel y un lápiz; los uso para hacer un dibujo frenético usando trazos gruesos y espasmódicos.

Espero que la boluda entienda el mapa. Apenas creo pensar eso, me derrumbo sobre la mesa.

Imágenes en tropel caen en mi conciencia. Se me cierran los ojos. El cuerpo se sacude con violencia y me siento expulsado hacia la derecha. Asombrado, veo a mi ex sentada frente a una mujer menuda que se convulsiona, tirada sobre la pequeña mesa oscura. ¿No estaba yo allí, recién? Quiero volver a mirar mis manos pero no puedo. Algo me tira hacia atrás y hacia arriba.

—¡Gustavo, Gustavo! —solloza Viviana, y mira el papel que arrancó de las manos de la mujer de uñas rojas.

¿Quién me llamó así hace poco? ¡Ah, si!, ahora recuerdo: fue cuando me di vuelta al cruzar la calle y no vi el camión. No me dio tiempo a nada. Qué extraño fue sentir el golpe sin dolor alguno, adormilarse y saber que por fin todo ha terminado; claro que no del todo, sino esa falsa rubia no podría haberme traído de vuelta.

—Usted y su marido no se llevaban bien. —oigo decir a la mujer de uñas rojas mientras se acomoda el pañuelo que sostiene su cabello teñido.

—Mi EX marido, mi EX marido; y no sabe la vida miserable que me hizo llevar. —Veo temblar a Viviana mientras mira el papel arrugado.

—Bueno, bueno: me debe cien pesos, señora.

—¿Por cinco minutos?

—Claro, pero ahora sabe dónde escondió él la platita, ¿eh?

Es lo último que escucho. Mi vieja me dijo siempre lo mismo: "Gustavo, cruzás la calle sin mirar, algún día te va a pasar algo". Tenía razón. Ojalá me encuentre con papá: tengo tantas cosas para contarle.

La misericordia del velo de la inconciencia me va liberando. Si me llaman otra vez, no seré tan pacífico.


Gustavo A. Courault nació en La Plata en 1956, pero ha vivido casi toda su vida en Santa Fe. Es ingeniero electricista pero se dedica al área de la informática. Escribe desde los 17 años; ganó un premio por un cuento titulado Pensamientos en el colegio secundario, en el marco del taller literario "Santa Teresa de Ávila". Y ahora ha vuelto a publicar en Axxón.
      Hemos publicado en Axxón: EL VAGABUNDO (181)



DEBATE ELECTORAL

Ricardo Manzanaro Arana - España


Regresamos tras la pausa publicitaria para comenzar ya con el debate propiamente dicho. Les recordamos que intervienen los representantes de las dos candidaturas que más votos van a obtener en las próximas elecciones, según afirman todas las encuestas electorales, con mucha diferencia con respecto a los otros aspirantes.

Como ya hemos anunciado antes, tenemos en el plató a Diego Rosales, portavoz de IBM Ibérica, que presenta como candidato a la versión 6.0 del BEST. Asimismo, está Richard MacKenzie, representante de Microsoft Europe, con la IA Windows Utopy.

Según se acordó previamente, comenzará el señor Rosales, y a partir de ahí, el debate es libre. Pueden intervenir cuando consideren oportuno, sin que tenga que darles autorización el moderador.

—Gracias. Como he señalado durante la presentación, IBM ofrece una versión aún más eficaz del sistema operativo que ha estado administrando el país en los últimos cuatro años. Consideramos que la gestión desarrollada por el BEST 5.5 ha sido brillante y nos remitimos a indicadores como la reducción en 5,4 horas del tiempo de espera para recibir los resultados de un radiodiagnóstico, el incremento en un 14% de los emparejamientos establecidos con el nuevo sistema de relaciones sociales a través del portal del Ministerio de Asuntos Sociales...

—El señor Rosales —interrumpió MacKenzie— únicamente muestra aquellas estadísticas que favorecen a su sistema operativo. Por el contrario, ha ocultado otros datos que no son tan favorables, como que se ha incrementado en 43 segundos el tiempo que se tarda en recorrer un kilómetro en vía urbana...

—Es el representante de Microsoft el que se agarra a los pocos indicadores que han empeorado, y sólo levemente, durante la gestión de nuestra Inteligencia Artificial. Y precisamente la nueva versión del BEST subsana esos pequeños errores....

Alberto seguía con interés el debate, acomodado en una vieja mecedora que tenía en el salón, mientras en el debate entre los representantes de las dos grandes firmas informáticas se iban alternando las acusaciones sobre la inoperancia del programa del contrario con los anuncios de mejora en la gestión

—... cada ministerio tendrá 400 súper-gigas disponibles en el nuevo BEST, y con ello las demandas de los ciudadanos se tramitarán en 12,36 segundos...

—... un innovador plan de ocio creativo para los fines de semana...

—... sistema de circulación de datos médicos con el que el tiempo de espera para una operación baje a dos semanas...

Una hora después terminó el debate, con la sentencia del presentador.

—A partir de ahora, la decisión sobre qué sistema gobernará en los próximos cuatro años está en sus manos.

—Pues tiene razón —susurró Alberto—. Yo creo que habrá que decidirse, que sólo faltan dos días para la votación. —Con el mando a distancia apagó el televisor, y seguidamente sacó la Unidad de Decisiones del standby.

—Unidad de Decisiones activada

—Has registrado el debate ¿A quién debería votar?

El ordenador permaneció en silencio durante diez segundos. Pasado ese lapso, enunció:

—Analizando lo que han comentado los dos candidatos, y relacionándolo con sus intereses personales, esta unidad otorga 2.521 puntos a la IA de IMB, y 2.012 a la de Microsoft. Por tanto el voto debe ir a IBM

Alberto suspiró aliviado.

—Bueno, ya he decidido a quién votar.



RECUPERACIÓN

Ricardo Manzanaro Arana - España


Un cóndor pasaba por encima del campamento cuando el investigador salía de su módulo. Éste permaneció unos segundos observando el vuelo del ave. "Otro éxito, otra especie salvada", pensó cuando el cóndor ya sólo era un punto en el cielo. En su mano derecha llevaba el disco con todos los datos del Programa Cóndor. Era uno más en la decena de planes en marcha con el fin de recuperar especies animales extinguidas o en peligro de desaparecer. Las nuevas técnicas de clonación y reconstrucción genética habían conseguido hacer realidad aquel objetivo. Ballenas, elefantes, gorilas de montaña y águilas pululaban por el planeta, libres de amenazas.

Desde el centro de comunicaciones, el zoólogo transmitió el informe final del Programa Cóndor a sus superiores. Ahora tocaba iniciar un nuevo plan, elegir en qué objetivo centrar los esfuerzos de su grupo. ¿Ave, mamífero, pez, insecto? Ante él se materializaron las reproducciones virtuales de diversas especies. Pasó varios minutos examinando los datos de una sobre la que tenía especial interés, ya que él mismo había dedicado mucho tiempo a su estudio. Finalmente la rechazó, porque su reconstrucción iba a resultar demasiado compleja.

El alienígena cerró el archivo de la especie humana y decidió recuperar al perro.


Ricardo Manzanaro Arana nació en San Sebastián, España, en 1967. Es médico y se ha dedicado a la estética. Es asistente habitual —desde su fundación hace trece años— de la Tertulia de ciencia ficción de Bilbao. Mantiene un blog de noticias sobre ciencia ficción y hasta ahora ha publicado varios relatos, algunos impresos y otros en webs. Este año 2008 lleva la administración de los Premios Ignotus.


      Hemos publicado en Axxón: INVOCACIÓN (160), MUTACIÓN (165)



TRAMPA CON CEREZA

Jorge Villarruel - México


—Quiero hacerte el amor.

—Primero tienes que atraparme.

Él corrió detrás de ella cuando echó a correr por la floresta. La persecución duró horas y días, y él comenzó a pensar que nunca podría hacerla suya. El rastro que ella dejaba era apenas visible, flotaba más que corría, podría pensarse.

Jadeaba, rendido. Decidió tomar un descanso. Sentado junto a un árbol, vio que de él colgaban cerezas de un rojo cautivador y aroma sin igual. Comenzó a comerlas, y se le ocurrió un modo de atraparla.

Preparó una trampa con una cuerda y la rama de un árbol y colocó como carnada una de aquellas cerezas, una bien grande, brillante y de perfume intenso. Después, se ocultó detrás de un grupo de arbustos y esperó.

Algún tiempo después, ella pasó por allí, furtivamente, pero percibió el aroma de la cereza y se acercó. Miró hacia todos lados, con recelo, pero al no ver a nadie, estiró el brazo y tomó la fruta. La cuerda se cerró sobre su muñeca y la rama se agitó, regresando a su posición original, en lo alto del árbol.

—Te atrapé —dijo él, saliendo de su escondite.

—Muy bien, te felicito; ahora bájame de aquí, y vayamos a tu casa.


Estaba semidesnuda sobre la cama y él metió los dedos de su mano derecha en su boca, jugando con su lengua. Metió los dedos de la mano izquierda en su sexo, y comenzó a moverlos de mil maneras. Colocó su boca sobre uno de sus senos y paladeó con enorme gozo. Ella se retorcía, gemía y suspiraba; su respiración se volvió intensa, violenta, comenzó a arrojar chispas por los ojos y un mecanismo interno se activó. Él pudo escucharlo. Era como un reloj. Tic-tac, tic-tac.

Él dejó de jugar con el cuerpo de ella y sintió miedo. ¡Era una bomba! Lo supo y corrió a refugiarse debajo de la cama, acobardado. Aún escuchaba la respiración agitada de ella, cada vez más veloz, hasta que una fuerte explosión la acalló. Él vio el resplandor del fuego sobre las paredes de la habitación y esperó un tiempo, hasta darse cuenta de que el incendio había pasado; entonces, salió de su escondrijo.

Buscó sobre la cama. El cuerpo de ella estaba ahí, destrozado, consumido por las llamas. Entre sus dientes sujetaba algo. Era una cereza. Una de esas bombas cereza que causan estragos en los baños de los colegios.

—¿Ha valido la pena? La tuve y ahora la perdí.

Se alejó caminando por el bosque, ignorando los cerezos en flor que le hacían pensar en ella, deteniéndose sólo a comer fresas y zarzamoras.




Jorge Villarruel nació en Ciudad de México en 1980. Ha publicado en las revistas EL UNIVERSO DE EL BÚHO (# 85, 86 y 87) y EMBOGAZINE # 2 de Ciudad de México, en el periódico EXPRESO de Sonora (donde fue finalista del concurso Rodeo de Palabras 2007), y en la revista electrónica NARRATIVAS # 9. Fue descalificado de un concurso regional de poesía por "conducta inadecuada", en la zona de Ciudad de México donde vive actualmente. Fue ganador de un concurso de poesía en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en 2005, organizado por Valeria Hernández (EMBOGAZINE), donde fue el único participante. Hasta la fecha sigue esperando la entrega de su premio (una dotación de libros donados por estudiantes de la misma Universidad). Algunos de sus textos son montados en la galería permanente del café "El Scary Witches", de Ciudad de México.



UN HOMBRE DE VERDAD

Leandro Vázquez Cervantes España


Wingo comenzó a sentirse mal. Poco a poco se fue debilitando.

Los médicos no encontraban la causa.

Instintivamente, Wingo tenía ciertas sospechas sobre el origen de su enfermedad.

Un día, sin más, ya no soportaba mirar el cuadro del salón de su casa: aquella estupenda señorita tomando el sol ante un bello paisaje le ponía enfermo.

La señorita estupenda estaba siliconada a tope.

El bello paisaje era un trucaje, no existía.

En la calle, los anuncios publicitarios le daban arcadas.

En la tele, políticos y economistas le hacían sudar frío con sus argumentos.


Le dieron la baja. Cuando su jefe le dijo que su trabajo no era importante, que la prioridad era su salud, lo ingresaron en el hospital.

Los agasajos y atenciones de los familiares y amigos lo pusieron peor.

A los pocos días, lo aislaron.


Poco a poco, Wingo se dio cuenta: aislado, las mentiras no podían hacerle daño.

El único peligro ahora era mentirse a sí mismo.

Tardó muy poco en morir.


Leandro Vázquez Cervantes, español nacido en 1971, licenciado en Filología Árabe e Islam, durante algunos años ha trabajado como traductor de árabe. Actualmente se gana la vida como programador web. Su gran pasión consiste en tocar blues con su grupo "Los Herméticos". Espera acabar algún día una colección de relatos, aún inédita.
      Hemos publicado en Axxón: RESPIRA (181), NAUFRAGIO O EL DÍA QUE EL OCÉANO DEVORÓ A TYRSON (184)



TIEMPO MUERTO

Leonardo Montero Flores - Argentina


El hacha surca el aire y se clava en un tronco cercano. El bramido que la acompaña no es más tranquilizador. El gigante se acerca a los trompicones. Se detiene con brusquedad cuando me percibe con sus inexpresivos ojos. Me mira fijamente por unos segundos y luego reanuda la marcha. No hace falta decir que en este momento mi corazón, que se mantenía en las inmediaciones de la garganta, pega un brinco con la intención de abandonar mi cuerpo e irse lo más rápido posible a los saltitos por la arena. Una mano con dedos que parecen un racimo de mortadelas trata de asirme por la ropa. No lo logra por poco. Me escabullo entre sus piernas y busco refugio en unos matorrales cercanos. Al verse burlado, el gigante se disgusta más, si es que eso es posible, y comienza a arrancar los arbustos de cuajo. Cuando llega a la planta que me protege algo hace desviar su atención. Sobre el murmullo que mi propia e improvisada oración provoca alcanzo a distinguir un sonido familiar. Lentamente asomo la cabeza entre la vegetación. El gigante avanza como hipnotizado hacia el sonido que sube en intensidad. De pronto veo de dónde procede y una sensación de felicidad me envuelve. Yo también me siento hechizado por la ahora clara, rítmica e inconfundible melodía de la corneta del heladero. Avanzo a grandes pasos hacia la bicicleta que detiene su marcha a pocos metros. El gigante ya tiene su helado entre las manos, un balde de cinco litros lo eleva hasta las nubes. El heladero sonríe al verme y hace señas para que me dé prisa. Chocolate, quiero uno de chocolate, le digo al tiempo que me acomodo para descansar entre las piedras. Conoce mis gustos y prepara un cucurucho de chocolate con pistacho. Qué inmenso placer me provoca este pequeño descanso en la batalla. Tal vez transcurren diez o quince minutos, no más. Es suficiente para devolverme las fuerzas y la esperanza. No todo está perdido, digo para mis adentros. Mientras el heladero sobreviva, mientras el cine del barrio abra sus maltrechas puertas, mientras mi novia eterna me espere en la plaza de siempre, la lucha tendrá sentido. Sacaré fuerzas del cansancio y seguiré mi pelea contra este gigante que ya casi termina su helado.


Leonardo Montero Flores vive en San Juan, Argentina. En AXXÓN cumple una excelente labor divulgativa a través de su sección con noticias de la NASA.
      Hemos publicado en Axxón: EL BUENO DE DIOS (168), EL CUENTO UNIVERSAL (178), FEEL (184)



EL LEÑADOR

Susana Duré - Argentina


Las entrañas del viejo álamo crujieron al primer golpe del hacha. Un hilillo de sangre brotó por la corteza y el hombre se detuvo, acercando su mano enguantada a la herida. Las furibundas raíces del árbol aprovecharon su desconcierto y con veloces e inusitados movimientos, lo sepultaron vivo.


Susana Duré nació el 7 de noviembre de 1973 en Buenos Aires, donde vive. En la actualidad trabaja como secretaria administrativa. Es participante del Taller 7, y disfruta escribiendo desde hace tiempo, sobre todo poesía y cuentos. Gracias a varios ejercicios del taller ha incursionado en el relato breve, género que se ha convertido en uno de sus preferidos.


      Hemos publicado en Axxón: BAUTISMO DE VUELO (174), TATUAJE (174), ALMUERZO (180)



EL ARDID (INFIERNO 8)

Jesús Ademir Morales Rojas - México


K y Virgilio transitan con dificultad a través del Infierno. De pronto aparece a su paso Dite, la laberíntica y temible ciudad de los demonios. Para seguir la marcha, es preciso atravesarla. No hay rodeos posibles. Toca Virgilio al portón. Abren. Habla, entonces, Virgilio con los demonios. Éstos niegan con la cabeza. Cierran, insolentes, en la cara del poeta. Virgilio vuelve al lado de K, pálido de rabia. Se consterna K, pero Virgilio lo tranquiliza: pronto arribará un enviado de lo alto para atender su percance y permitirles seguir. Se sientan en una roca a esperar. Pero pasa el tiempo y no llega nadie. K no deja de mirar afligido al cielo, suspirando, y Virgilio se agobia de tedio mientras hace garabatos con una rama en la arena calcinada. Pronto K no puede más: se decide. Propone una estrategia a Virgilio, un ardid para ingresar a Dite. Llamará uno de los poetas en la puerta delantera y poco después otro en la posterior. Mientras los demonios atiendan confundidos, y dejen desguarnecida una de las entradas para acudir a la otra, será el momento preciso de adentrarse subrepticiamente. Virgilio está de acuerdo y se frota las manos lleno de contento. Proceden como lo habían planeado. Virgilio llama en la puerta principal y se oculta. Abren los demonios y se asoman. K en ese instante llama a la otra puerta. Los demonios se apresuran allí, dejando libre el paso, y se alejan de la entrada para ver mejor. K regresa corriendo al lado de Virgilio y ambos entran aprisa a Dite. Cierran ambas puertas sin demora. Golpean entonces los demonios, indignados. Quieren entrar. K y Virgilio ríen y se felicitan como un par de cómplices, pero en ese momento escuchan que unos grandes pesos son arrastrados. Sorprendidos por completo, nos pueden hacer ya nada. Los demonios han clausurado con rocas enormes, por fuera, ambas entradas.

De esta manera K y Virgilio quedaron atrapados en el laberinto del Infierno, para toda la eternidad.


Jesús Ademir Morales Rojas nació en la Ciudad de México en 1973. Cursó estudios de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México e Historia del Arte en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha publicado en las revistas AXXÓN, CRÍTICA CL, REMOLINOS, POETA, FRACTURAS, NM, DESTIEMPOS, entre otras, y el sitio NGC3660. Además es colaborador permanente en el blog Sobre el mundo del cine.


      Hemos publicado en Axxón sus ficciones: ARDILLA (181), CINCO VARIACIONES (182), ALGUIEN SUSURRA EN LA PLAYA VACÍA (182), SIN TÍTULO (183), ECOS (183), IMPROVISACIÓN (184), EL SABLE FUGAZ, AL FILO DEL VIENTO (185)


      Hemos publicado en Axxón sus artículos: ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO (181)



DERROTA

M. Eugenia Pereyra - Colombia


Le vi la cara a la muerte. Tanatos estaba allí agazapado, expectante; mirándome burlón, soez, retador, con sus ojos vacíos. Aguardaba para cortarle a ella el hilo de la vida. Pero el de las alas negras no sabía que juntas, las de la misma sangre, éramos más poderosas que él. Acepté el desafío. Los recuerdos, los amores, las ilusiones, las melodías que yo susurraba a su oído, no permitían que el hijo de Erebo y de la Noche se le acercara. Ella se aferraba a mí, vibraba su energía vital con las palabras y la música, sujetaba mis dedos con lo que le quedaba de fuerza. Transcurrieron, uno tras otro, amaneceres y crepúsculos en esa larga lucha. Lo veía, lo sentía, me observaba, se arrimaba, lo espantaba y no dejaba que llegara a ella.

Pero, una noche Hipnos me sorprendió. Una maldita noche. Y esa noche... su hermano del inframundo se la llevó.


María Eugenia Pereyra nació al pie del Mar Caribe en Cartagena (Colombia). Pero en Bogotá D.C. creció y se graduó como Arquitecta en la Universidad de los Andes, especializándose luego en urbanismo en Italia.


      Sus autores y lecturas preferidas: todos y todas, desde Andersen, pasando por Verne, Poe, Asimov, Dostoyeski, Tolstoy, Víctor Hugo, Tolkien, hasta llegar a Sábato (El túnel es el preferido, el que más la impactó), García Márquez, y la literatura latinoamericana contemporánea. Siempre quiso escribir, pero el trabajo se lo impedía. Ha publicado algunos artículos en periódicos y una página infantil en la separata del diario EL PAÍS (de Cali). Alfaguara Infantil publicó La mariquita vanidosa en 2007, y ahora va por su 3ª edición. Además, una buena cantidad de sus relatos aparecen en Internet, principalmente en Forjadores, en MiNatura y en Biblioteca Imaginaria.


      Hemos publicado en Axxón: JUICIO FINAL (180)



ENTRE CÍRCULOS

Jonathan Minila - México


Fuera del mundo, fuera del pasado, fuera de sí mismo.
El hombre no ha de conquistar su libertad,
porque está condenado a ella y ha de asumirla sin mala fe,
abriéndose a un proyecto sin meta, dioses ni causas: absurdo.


Jean Paul Sartre


Abro los ojos; miro el techo. Como ayer, como siempre. De nuevo el comienzo de aquello que culmina cuando los cierro, e inicio lo otro; eso que acaba cuando los abro, al día siguiente, hasta la muerte.

Trazo en el aire las figuras que se forman con el cerrar y abrir de mis ojos; dos círculos. Realidad, sueño. Entonces pienso: ¿cuántos más se pueden formar? Cada parpadeo, uno nuevo que se dibuja sin llegar a ser ni la milésima parte del círculo que es cuando estoy despierto, o cuando duermo.

Siempre así. Luz y oscuridad creando figuras en el aire; cerrando principio y fin, miles de veces, donde navego, estoy y soy.

Despego los párpados, los cierro, y sus respectivos círculos comienzan a llenar la habitación de figuras que nacen con el diámetro preciso del tiempo que los mantuve abiertos. Cada día, cada parpadeo, todo.

Me pongo de pie, abro la ventana y se alejan. Llevan mi color, mis momentos, las cosas que he visto. Dos personas caminan por el parque dejando también círculos en el aire. De nuevo, principio y fin se funden para alejarse. Un ave cruza frente a mí y con sus alas sucede lo mismo. El tiempo corre lento y puedo ver perfectamente cómo se alzan y caen, para alzarse y caer de nuevo. Cada aleteo un círculo; cada instante un punto. Igual para el perro que camina, al mover sus patas, o para el hombre, cuando da un paseo. Todo genera las mismas figuras perfectamente redondas que se unen en un ciclo exacto que no percibimos. Son las circunferencias que nos representan.

La vida es el tablero donde aquellos círculos navegan; formados por parpadeos, o vuelos de aves, o pasos, o risas. Por que todo vuelve al mismo estado. No importa cuán largo sea el camino, continuamente formamos los círculos que nos simbolizan. Cualquier momento nace para morir alguna vez. Los amores, los sueños, las pesadillas. Nosotros mismos, y no sólo nosotros, sino todos los seres que tienen vida, y se mantienen flotando irremediablemente; representados por círculos que continuarán surgiendo; hasta que aquel otro, el más grande, la vida (nuestra carta personal), se cierre definitivamente cuando nuestros ojos ya no se abran más; y vuelvan al punto donde todo surge. Mientras, mucho más sigue fluyendo. Un paso que nace y muere; una sonrisa que se borra en el mismo sitio donde nació, en los labios. Y aún así no logramos entender que al final siempre volveremos al lugar de donde hemos partido.

Abro la puerta y salgo; la cierro detrás de mí. Otros círculos se generan con cada movimiento, y cuando regrese a este punto flotará aquella circunferencia que tiene como centro el movimiento de la puerta al abrirse. Será lo mismo mañana cuando abra la ventana, o cuando abra los ojos, o cuando piense en todo esto de nuevo.

No somos libres. Estamos dentro de nuestro propio círculo, generando varios más. Cumpliendo con algo preestablecido; creyendo ser dueños de todo. No; es la vida misma la que nos encierra. Fuera no somos. Podemos actuar, accionar, soñar, pensar, ser, hacer; cualquier cosa. Pero siempre condicionados a un enclaustramiento invisible que nos desliza entre los puntos que nos descifran, formando otros y otros más. Sin fin, hasta que el fin llegue. Mientras todo forma parte de lo mismo. La libertad es una simple apariencia; una pieza del juego. Como el camino en que ando y que se extiende bajo mis pies alargándose infinitamente. ¿Qué caso tendría correr, salir de él, si no me libraría verdaderamente hasta no volver al punto en que me podría reconocer a mí mismo, para poder terminar como hacen los párpados al cerrarse?

Miro a la gente; observo los círculos que nacen de ellos y flotan sin que nadie lo note. Camino fascinado y llego hasta esa calle donde la afluencia de vidas y de círculos es mayor. Ya había estado aquí antes. Eso confirma mi teoría, claro, porque estoy cerrando algo que iniciará otra figura, en el mismo punto.

Me echo al suelo. Pego la mejilla al pavimento y observo los pies de todos aquellos que pasan por aquí, esquivándome. Círculos. No puedo evitar verlos. Todos con un color distinto. Sucesos, acciones, pensamientos. Todo fluye de la misma forma. Un hombre allá se apresura para concluir algo, y otro, y otro igual. Todos lo mismo. Accionando con aparente libertad, sin darse cuenta, presurosos, de que todo se forma por sí solo. Marcando desde un principio la misma ley. Como aquella mujer de zapatos rojos que va al encuentro de algún pariente que no ve hace mucho tiempo. El círculo se cerrará por fin y otro se abrirá de nuevo. Con otro matiz, con otras dimensiones. Hasta que concluya y se aleje también.

Mis dedos se deslizan en el asfalto imitando el andar de todos los que cruzan por aquí. De ellos también flotan los círculos que ocupan ya la mayor parte del espacio. Formas perfectas que lo invaden todo. Que nacen constantemente en espera de las acciones que las completen, para continuar así hasta el final.

Desde aquí miro lo que nadie ve, y me doy cuenta.

Los pasos de un hombre se detienen junto a mí. Se agacha, me toma de los brazos y me levanta. Dice algo que no entiendo, y yo sólo miro los círculos que surgen, flotan y se van. Algunos curiosos se detienen y nos observan dejando pendientes miles de circunferencias que aún no lo son. Así somos todos. Estamos llenos de cosas por concluir.

El hombre habla de nuevo, con violencia. Me grita, y me sacude como si quisiera hacerme reaccionar. No entiendo. Únicamente atino a sonreír y a decirle: Tú y yo hemos comenzado un círculo.


Jonathan Minila es escritor mexicano, colaborador de algunas revistas y administrador del sitio El pájaro azul. Ha publicado en las revistas EL ATEJE -de literatura cubana-, NORTE/SUR, de Toluca, México, OJOPELAO, de Venezuela, Y SIN EMBARGO #14, de España, PICNIC #19, OPCIÓN #146, YUKU JEEKA #49, y ARCHIPIÉLAGO #57, de México.


      Hemos publicado en Axxón: UNA GOTA (182), ME NIEGO ROTUNDAMENTE (183)



23

Maximiliano A. Chiaverano - Argentina


Un hombre corría por el medio de la calle, llevaba un chico en brazos.

Su hijo moría mudo, incapacitado de "Hablar.Versión.2.67" y sin la última actualización de "Caminar 1.2 beta".

Primero caducaron sus recuerdos. Se le desactualizó tanto la memoria que dejó de retener nombres familiares. Eso entristeció mucho a Padre, porque así había empezado su mujer, unos años atrás. Todo era su culpa se decía; o eso era lo que ellos querían que creyera.

Padre vivía en una ciudad donde habían dejado de usar los teclados y cualquier otro medio físico de interacción. Los tenían adentro. Cuando elevaron los precios de las nuevas versiones, Padre no pudo costearlas. Vendió su "Hablar. Ver. 3" a un precio elevado. Aun así no llegó a pagar ni la mitad. ¡Y ni siquiera pudo decírselo a Santi! Ni cuentos para dormir, ni retos, ni halagos, ni mínimos consuelos de voz pudo darle.

Frente a la compañía, se perdió en el monstruoso número de programas de renovación. A su Santi le faltaba el total de veintitrés.

Santi respiraba agitado, Padre corría a más no poder. Bajó por la avenida principal hasta la plaza deforestada donde se erguía un expendedor de tamaño y forma "ovelística". El hombre no se detuvo, esquivó unos pilares de luz, enfiló al expendedor. Ya no había tiempo. Sudaba frío, estaba muy cansado de correr sin parar los tres kilómetros que separan pueblo "Pueblo" y ciudad "Capital".

Marchó ligero, pero llegó tarde.

Santi no pudo cargar Espíritu 5.0. Siguió vivo, pero muerto.

En lo alto de un edificio abandonado por malos cimientos, un padre se formateó las venas con una chapita de disquete antiguo. Mientras caía, formando un cometa de sangre que despedía chorros contra la gravedad, , recibió en su máquina cerebral un mensaje del expendedor de plaza deforestada:

Ud. debe actualizarse.

A metros de culminar su viaje hacia el fondo, se desdobló en carcajadas.




Maximiliano Chiaverano es un joven argentino de Cañada de Gómez, Santa Fe, cuyos trabajos se pueden ver en el blog Legado Hereje. Ha publicado un libro llamado Anatema Carmesí, publicado por Editorial Amaru. Es la primera vez que lo publicamos en Axxón.



LOS ÚLTIMOS SEGUNDOS

Ricardo Axel Casal - Argentina


Dicen que cuando estás por morir, en tus últimos segundos, pasa toda tu vida, o por lo menos una parte de ella, ante tus ojos. Yo puedo afirmar que es cierto porque ya morí siete veces y siempre mis recuerdos se repiten ante mis ojos en un parpadeo.

Mis primeras muertes, accidentales la mayoría, me sirvieron para darme cuenta de mi poder. Un tiempo de investigación me llevó a la conclusión de que tenía nueve vidas.

Como buen asesino a sueldo del gobierno aproveché muchas de mis vidas para deshacerme de personajes terribles y pasé mis últimos años y mis últimas vidas tras el peor de todos.

Al fin lo encontré; luego de una larga persecución pude deshacerme de él en un avión; mucha pelea y forcejeo. Se imaginarán que si uno tiene aún una vida extra, se enfrenta sin miedo hasta con el enemigo más terrible; pero la confianza mató al gato dicen por ahí... Y yo lo puedo atestiguar. En medio de la pelea decidí lanzarnos del avión sin paracaídas alguno, confiado en mi última vida y seguro de que él moriría en el impacto, pero no atiné a ver su mano derecha ni su largo puñal que se hundió en mi yugular.

Me queda apenas un segundo de esta vida y reviviré al instante... en el aire. Lástima que el suelo esté tan lejos aún.


Ricardo Axel Casal nació el 22 de octubre de 1976 en Neuquén, Argentina. Trabaja en informática y tiene estudios universitarios en esa área. En su época de secundaria siempre odió Lengua pero le gustaba mucho Literatura, y ahora puede decir que tiene como hobby tratar de escribir cuentos. Otras de sus pasiones son los viajes y la informática, y desde esta última también trata de aportar su granito de arena para que tantas cosas que gustan a los lectores de Sci-Fi y hoy consideran ficción sean mañana una realidad. Principalmente lee ciencia ficción: Asimov, P. K. Dick (éste es su favorito), Clarke, Fowler, Bisson, Blish, Bradbury, Hamillton, Niven, etc. Este es el primer cuento que le publicamos en Axxón.



LA OPORTUNIDAD, EL MOTIVO Y EL ARMA

Cesar Alberto Bravo Pariente - Perú


Con lágrimas en los ojos, Abel preguntó: "¿Por qué?"
Con su mejor sonrisa, Caín le respondió:
"Tenía el arma, el motivo y la oportunidad"


Como el extranjero de Camus, había viajado urgentemente a mi país debido al grave estado de salud de mi madre; en total tendría que pasar unas semanas fuera de la ciudad y le pedí a Jimena —con quien comenzaba una tímida relación amorosa— que regara mis plantas dos veces por semana.

Mis plantas, en el apartamento en que vivía, habían sido durante mucho tiempo los únicos seres vivos con los que mantenía alguna proximidad; habían crecido mucho desde que las trajera conmigo y además nos habíamos mudado juntos desde el otro extremo de la ciudad. A pesar del caos imperante en mi hábitat tuve el cuidado de mantenerlas siempre cerca de una ventana en mi cuarto y, notando las sutiles diferencias entre sus necesidades líquidas, encontré vasos adecuados a la sed de cada una de ellas. Incluso, cuando decidí hacer dieta para adelgazar, ajusté mis nuevos hábitos alimenticios a los días en que las regaba. En fin, eran mis plantas y las cuidaba lo mejor posible.


Encontré a mi madre desfalleciente después de una operación de urgencia. A pesar de que me dijeron que estaba mucho mejor que antes de la operación, exámenes posteriores confirmaron que la enfermedad no había sido dominada aún. La familia se hizo cargo: volví a mi ciudad, dejando la promesa de regresar si el estado de salud de mi madre se agravase, cosa que parecía cierta, pero sin fecha marcada.

Volví a mi ciudad y, claro, volví a Jimena. Ella me esperaba con una dulzura que me ayudó a soportar mis recientes pesares; su ternura y su apoyo, pero sobre todo su amor, me ayudaron a sobrellevar la angustia y la incertidumbre. Nuestra relación, que como ya dije había comenzado tímidamente, se fue estrechando y comenzamos a pasar más tiempo juntos, sobre todo en su casa, por la proximidad a nuestros trabajos.

Las noticias de mi familia escaseaban y nunca eran mejores de lo esperado. Jimena llenaba mis días y algunas de mis noches. Por amor a ella intenté minimizar el caos en mi apartamento y la invité a pasar unos días conmigo. Fue maravilloso: era víspera de Navidad y la ciudad parecía vacía.Teníamos casi dos semanas completas de vacaciones; recorrimos las calles de aquel viejo barrio, hicimos compras juntos, cocinamos juntos, leímos juntos algunos libros de mi parca biblioteca.      

Teníamos también algún trabajo para hacer y repartimos el espacio físico de modo que pudiésemos hacerlo sin interrumpirnos. Jimena trabajaba concentrada; yo me dispersaba entre consultas a la labor ya terminada y tareas aún por realizar. Los días transcurrían así, con una paz presidida por su presencia. En las noches dormíamos juntos y amanecíamos abrazados. Todo parecía ir tan bien en mi vida que, de tiempo en tiempo, tenía que recordarme a mí mismo que tenía pendiente el grave problema de mi madre.

Quizá, si no me hubiese sentido tan seguro con Jimena, o tan realista por la enfermedad de mi madre, habría prestado atención a ciertos detalles que ahora sé que no me van a ayudar. Claro que en su momento los noté y los comentamos despreocupadamente con Jimena. Fueron las noches, las noches maravillosas que pasamos juntos las que me engañaron, o mejor, hicieron que yo mismo me engañase al no ver lo que era obvio.

El primer suceso notable que registra mi memoria sucedió una noche que ella sintió calor y se sacó la ropa de dormir; a la mañana siguiente no la encontramos hasta que, al mirar hacia la ventana, la vimos en la maceta de una de mis plantas. Estaba obviamente manchada de tierra y la pusimos junto a la ropa para lavar... y nos olvidamos del asunto después de preguntarnos cómo habría podido llegar allí.


Bueno, aquí vale la pena notar que, desde mi retorno, las plantas habían vuelto a crecer a un ritmo espectacular; de hecho, los tallos habían superado los 70 centímetros de altura; Jimena me animaba diciendo que estaban contentas de volverme a ver y a mí la cosa toda me pareció muy simpática.

Otra noche, o mejor otra mañana, notamos en la cama algunas hojas y algunos tallos cortos, secos; en la noche había hecho viento y supusimos que éste, al penetrar por las rendijas de la ventana, los había arrastrado hacia nuestra cama.

Y entonces sucedió: Jimena quiso quedarse en la cama y yo me levanté a preparar el café: al principio conversábamos y nos reíamos, pero obviamente Jimena tenía sueño y sus respuestas, cada vez más cortas, demoraban en llegar. Por otro lado yo, animado por la actividad y por el aroma del café, hablaba cada vez más. Finalmente, cuando el desayuno estuvo listo, le pregunté si vendría a la mesa o si prefería que se lo llevase a la cama. Como no respondió, me acerqué al cuarto pensando que se había dormido...

Lo que vi cuando entré me dejó inmóvil; mis plantas envolvían totalmente el busto y el cuello de Jimena... sus ojos estaban semicerrados y tuve certeza de que me miraban sin vida; además había en el aire un no sé qué de soporífero. ¿Polen? Yo mismo comenzaba a adormecerme pero, haciendo un esfuerzo, abrí la ventana para ventilar y, tomando cuidado de no tocar nada más, volví a la sala para llamar a la policía.

—Ha ocurrido algo horrible —dije. Eso es lo último que recuerdo. La policía tuvo que romper la puerta: yo me había desmayado con la mano en el teléfono.


Ahora espero mi ejecución; durante el juicio no pude defenderme de ninguna manera: la puerta estaba trancada por dentro y no había ninguna posibilidad de que alguien se metiera por la ventana pues el apartamento está en el décimo piso; incluso, si alguien hubiera entrado, fue comprobado que fui yo quien abrió la ventana pues mis huellas digitales están en el cerrojo.

—Pero la prueba más contundente —dijo el abogado de la acusación— son las marcas de los dedos del asesino en el cuello de la víctima.


PostScript: Dedicado a las ex-novias que tienen la mala idea de cambiar de lugar plantas que no ayudaron a cultivar.


César Alberto Bravo Pariente nació en El Callao, Perú, en 1964 y actualmente vive en São Paulo, Brasil.

Hemos publicado en Axxón: PINOCHO SIEMPRE MIENTE. SIEMPRE MIENTE PINOCHO (173)



EL DIOS BUITRE

Yelinna Pulliti Carrasco - Perú


Fharid se sentó en la hierba y observó, con lágrimas en los ojos, cómo los buitres daban cuenta del cadáver de su madre.

Había intentado espantarlos, les había arrojado piedras, pero ellos finalmente lo hicieron retroceder, amenazadores. Ahora sólo podía sentarse a mirar cómo devoraban los ojos y abrían la piel de quien había amado tanto.

Fharid ocultó su rostro y lloró. Desde la selva le llegaron los aullidos de los monos. El viento le trajo el aroma de la vegetación densa.

Ella estuvo enferma durante semanas. Fharid oró, ofrendó sus mejores animales, fue hasta el límite del desierto en busca de las plumas de aquella águila que tanto agradaba a los dioses. Todo fue inútil. Falleció mientras Fharid gritaba y suplicaba al dios del Bosque, a la diosa Tierra y al dios Sol que no se la llevaran.

Hubiera deseado enterrarla como sabía que hacía la gente de otros lugares, mas el sacerdote de la tribu ordenó que se hiciera con ella lo que dictaban las tradiciones: entregarla al Dios Buitre.

El Dios Buitre era brutal e inmisericorde. Llamaba a sus huestes y despedazaba a los muertos sin piedad, sin respeto. Se alimentaba de la enfermedad y la muerte, reduciéndolo todo a polvo y olvido.

Fharid sintió asco. El Dios Buitre era una deidad repugnante. El sacerdote le había dicho que su trabajo era devolver la carne a la Tierra original, que Él cerraba el eterno ciclo de Vida y Muerte, y que su existencia era tan necesaria como el sol y la lluvia.

Pero al contemplar el modo en que el Dios Buitre cumplía su tarea, Fharid sólo podía pensar que todo no era más que una burla, una forma cruel de herir la sensibilidad humana. ¿No hubiera sido preferible que el Dios Buitre enterrara los cadáveres o que preservara, al menos, lo más hermoso de ellos?

Pero no era así. Para el Dios Buitre sólo existían el hambre y la violencia. Fharid alzó los ojos al cielo y por dentro maldijo al emplumado dios.

Ya era avanzada la noche cuando Fharid regresó al montículo cubierto de hierba. De su madre sólo quedaban algunos huesos astillados. Unos metros más allá, bajo la luz de la luna, un buitre solitario le devolvió la mirada.

Fharid lo reconoció. Era el buitre más grande de la bandada y el que había dado el primer picotazo al cuerpo aún caliente de su madre.

La rabia empezó a quemarle el pecho. Cogió una piedra y amenazando al ave, gritó:

—¡Vete! ¡Ya no hay nada aquí que puedas comer! Los tuyos acabaron con todo ¡Vete!

—Tampoco hay aquí nada que te sea útil —respondió el buitre.

Fharid dejó caer la piedra. Apenas podía creerlo. ¿Le había hablado aquel animal?

—¿Por qué te asombras? —le preguntó el buitre—. Yo soy a quien maldijiste esta mañana. No merezco semejante afrenta, por ello he venido a encontrarme contigo y hacerte notar lo injusto que eres.

—No tengo nada que escuchar de ti. ¡Vete, te digo! ¡Tú le arrancaste los ojos a mi madre!

—Tu madre ya no estaba allí cuando me posé sobre su pecho. Lo que tú me viste devorar no fue más que la tierra de la cual todos provenimos. Tierra transformada en cuerpo al que debía ayudar a volver al polvo del cual surgió.

—¿Y para hacer eso debías arrancarle el rostro y hurgar en sus entrañas? ¿Por qué tú y los tuyos simplemente no la enterraron y dejaron a la Tierra misma cumplir con su trabajo?

—¿Y de dónde saco yo el alimento para mi bandada, para que ésta madure y se reproduzca?

Fharid tembló de cólera. Le gritó:

—¡Eres un dios! ¡No necesitas alimento animal para vivir!

—Soy un dios atado a este mundo. Aquí abajo nada es gratuito, todo tiene su precio. A cambio de nuestros cuerpos, necesitamos aire y alimento. Al final, la Vida misma no es más que un préstamo. Tú mismo, al morir, tendrás que devolver ese cuerpo que te fue dado cuando empezaste a existir.

—Y vendrás tú y me convertirás en polvo.

—Y en alimento para mi bandada, para las criaturas que viven en el suelo y para las plantas del campo. Tú también te alimentas de seres que estuvieron vivos. ¿Por qué no pueden hacer otros lo mismo contigo? ¿Te crees muy superior sólo por ser un hombre?

Las lágrimas resbalaron por las mejillas de Fharid.

—Entonces, ¿por qué tu labor, si es tan necesaria, debe ser tan horrorosa, tan repulsiva?

—Pobre humano ignorante. Si ves algo que no te gusta crees que debe ser así para el resto de la Creación. Donde tú ves horror y repulsión yo veo vida nueva y al Divino Ciclo que se cierra conmigo. Una vez muertos, no hay diferencia entre tu madre, el jefe de tu tribu, un antílope o un león. Todos son carne que debe ser transformada y aprovechada nuevamente.

El corazón de Fharid se llenó de desesperación:

—Lo que me dices puede que sea cierto, pero yo la amaba ¿Por qué debía morir y dejarme solo?

—Eso no puedo contestarlo yo.

—¡Desearía que lo que le hiciste no me pareciera tan horrible! ¡Desearía verlo como tú lo ves! —gritó.

—No desees eso, muchacho. Mi raza es mucho más antigua que la tuya. Yo ya devoraba cadáveres cuando tus ancestros aún se balanceaban de los árboles. Los vi crecer y volverse inteligentes, pero hay algo que con los milenos no cambió: son delicados, enferman y mueren con facilidad. Aquellos que desarrollaron asco y repulsión hacia las cosas que los podían dañar fueron los que mantuvieron su salud y tuvieron descendencia. El asco que sentiste te preserva de tocar lo que te puede dañar; es tu instinto diciéndote que no te inmiscuyas en el Divino Ciclo o lo pagarás caro.

Fharid bajó la cabeza.

—Veo que has comprendido. Los tuyos tienden a conservar las cosas que les son agradables. Si un cadáver descompuesto les fuera atractivo, lo tendrían en sus casas y junto a sus lechos —lanzó una carcajada—. Déjanos este trabajo a mí y a mi bandada, joven amigo; no te opongas al Divino Ciclo. Cuando llegue tu hora, yo te estaré esperando.

El buitre extendió sus alas y emprendió el vuelo. Fharid lo observó mientras se alejaba.

"Tal vez", pensó, "cuando sea buitre, hiena o chacal pueda ver al Divino Ciclo como tú lo haces y comprender..."

Mas por ahora, como ser humano, sólo podía estremecerse.




Yellina Pulliti Carrasco nos informa sobre sí misma: "Soy de Lima, Perú; nací el 24 de septiembre de 1980, estudio ingeniería electrónica y me apasionan los cuentos de suspenso, terror y ciencia ficción; después de leer montones de ellos en internet decidí escribir los míos. He escrito varios poemas y artículos pero todos publicados en mi propia web. Al escribir cuentos quiero jugar un poco con aquello que es más odioso en la naturaleza humana; esto ya es influencia de los cuentos que he leído donde los personajes eran asesinos indiferentes y desalmados, etc".


      Hemos publicado en Axxón: UNA TAREA ESCOLAR (140), EL ASTEROIDE (143)



Axxón 186 - junio de 2008
Ilustrado por Valeria Uccelli
Cuentos breves de diversos autores (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Fantasía: Varios temas: Argentina).