ARGENTINA |
¿Qué más puedo esperar?
Sentado sobre el pasto de la única colina que queda en la capital puedo observar cómo viven los humanos sin ganas de moverse, usando esas plataformas voladoras «cómodas», comiendo viandas en cápsulas como si fueran el mejor hueso y comunicándose sin sonidos; la telepatÃa que los ricos adquirÃan le quitaba la gracia de enseñarle a los niños venideros el valor del habla y, sin voz, no hay órdenes.
Todos tienen la oportunidad de elegir qué nivel de inteligencia quieren tener, el color de su piel y hasta el sexo de sus futuras crÃas. Todos modifican su apariencia. No hay una sola persona que aparente tener más de cuarenta años. Pueden vivir setenta inviernos y parecer unos «cachorros». Nosotros —mejor dicho, ellos, los modernos—, son frÃos, sin pelaje y con sus movimientos automáticos; ladridos variables por si algún sensor se ve saturado, y lo que llaman obediencia yo lo llamo programación, automatización.
Las naves de transporte humano pasan circundando los edificios móviles que buscan la luz solar. Todos los trayectos están limitados por la cúpula que los salva de la lluvia ácida. No hay aves, viento o lloviznas. Es una libertad provisoria, es su falsa realidad.
Hoy, más que nunca, estoy orgulloso de la decisión que tomaron al dejarme en este viaje prolongado. La soledad nunca fue deseable para mi especie, pero ahora es todo lo contrario; por lo menos en los dÃas que vienen prefiero estar solo. El olor a tierra fresca me inunda en las tardes de recuerdos. Lamo las canas de mi experiencia y se me vienen a la cabeza los recuerdos dormidos de mi pasado.
Ser el último perro verdadero en esta ciudad es desolador.
Es paradójico que una de mis patas sea en parte robótica; el tacto viaja por el tejido sintético y transporta los datos por medio de impulsos eléctricos. Todo esto fue antes de perderlo a él y posterior a la mejora de mi cerebro.
Aparte de mi situación, cargo con la muerte de mi amo. Lo más doloroso de este golpe mortal es verlo a diario, deambulando por el barrio donde vivÃamos juntos como si nada hubiera pasado. Él está con la familia a su alrededor, la que me dejó acá.
Me las arreglo de la manera antigua. Buscando qué comer por ahÃ. Sin importar abrazar el alma en una pequeña montaña apartada, elegà quedarme aquÃ, esperando mi muerte con naturalidad. Sin otra opción, me alejaron de la ciudad donde las lágrimas no existen. Es un lugar artificial.
Soy el único que opta por mantener los recuerdos, memorias que llevan el sello de la obediencia, de las caricias y las vivencias con mi superior. La única respuesta a mis quejidos es el eco de ellos mismos. Lo extraño.
El resto de su casta eligió el egoÃsmo de perder todo tiempo pasado, soltando lo único natural que quedaba de ellos. No querÃan sentir nunca más el dolor de la pérdida de sus seres queridos.
Ofrendaron mi fiabilidad por su materialismo.
Sacrificaron el amor para vivir con un clon… su clon.
Esteban Dilo (Godoy Cruz, Mendoza, 1984) actualmente vive en Berisso y es alumno de Leo Batic. Participó con sus relatos en las antologÃas españolas ¡ZombifÃcalo! (Dissident Tales, 2014), Vampiralia (2015) y Dissident Tales, la antologÃa (2015). En México formó parte de Viaje a la oscuridad (Lengua del diablo, 2015). En Argentina lo incluyeron en Poetas latinoamericanos (Editorial Imaginante) y para la antologÃa de terror Mano dura (Pelos de punta, 2015). La facultad platense de Bellas Artes seleccionó dos de sus cuentos para la producción de libros ilustrados con fines solidarios, uno de ellos será un cortometraje. Su última selección fue para una futura publicación Lovecraftiana en España. Actualmente escribe para su blog: El blog del Dilo y trabaja en la coordinación de una antologÃa benéfica. La corrección de su primera novela está en marcha.
Este es su primer cuento en Axxón.
Este cuento se vincula temáticamente con PASTORES DEL CREPÚSCULO, de Ariel S. Tenorio.
Axxón 279
Cuento de autor latinoamericano (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Posthumanismo : Argentina : Argentino).
Qué más puedo decir de ésta crÃtica y humanista ficción situada en algun lugar del mundo? Veo una ola, hasta una era, de ludismo y de humanismo recargados aproximándosen a paso de caminata promedio, parece que no llegarán cuando se ven moviéndosen en todo el horizonte. Como que esto no sentará bien al que no es humanista, pero calará dentro una población lo suficientemente alfabeta y amante de la filosofÃa; hay veces en que es mejor ser quien anda sin zapatos que en carro o bicicleta, entre tener una puerta de garage a control remoto o una sandwichera dañada, prefiero la sandwichera dañada para pintarle ojos y hablar cuanto quisiera con el aparato. No es que quiera alarmar con respecto a las nuevas tecnologÃas que llegarán, pero no está de más querer que hayan leyes que las prohÃban o pongan a la mano de un muy, muy limitado número de personas como discapacitados; es la complejidad de como vivimos lo que hace que se tengan que regular hasta puntos rÃdiculos pero vitales.