Un estudio europeo realizado con mosquitos infectados con malaria demuestra la capacidad de los parásitos vivos de desarrollar inmunidad
La malaria es una enfermedad grave que mata cada año a millones de personas, generalmente en África y a niños por debajo de cinco años. África es un continente tan infeccioso que se retrasó su colonización por parte de Europa hasta el siglo XIX debido a que las enfermedades diezmaban a los colonizadores. Una de esas enfermedades era la malaria, que es transmitida por la picadura de los mosquitos. Lo único que había en aquel entonces para retrasar el contagio era la quinina.
La enfermedad se ha extendido a muchas regiones tropicales del mundo, incluso en América, en donde hace mucho tiempo no existía la enfermedad. Se espera que con el cambio climático la situación empeore y ésta aparezca en otros sitios según los inviernos más suaves permitan sobrevivir a los mosquitos portadores.
En la actualidad hay cloroquina y sustancias similares (sulfadoxina-pirimetamina, mefloquina…), que son tóxicos que matan al protozoo en el interior del cuerpo humano. El problema es que estos fármacos terminan por no ser eficaces debido a la propia evolución del parásito. El artemisinin, que es el principal fármaco usado en áreas donde la cloroquina ha dejado de ser efectiva, empieza a ser menos efectiva según un estudio reciente realizado en Tailandia y Camboya. Lo ideal sería desarrollar una vacuna.
Pero la invención de una vacuna se está resistiendo, aunque hay varios equipos que trabajan en ella y ya hay algunos progresos, algunos de los cuales ya hemos visto en esta web. El problema es que el agente que produce esta enfermedad no es ni un virus ni una bacteria, es un protozoo, un microorganismo eucariota unicelular. Este parásito es capaz de modificar las proteínas de su membrana de tal modo que cuando el sistema inmunitario ya ha conseguido crear anticuerpos el microorganismo ya tiene una nueva remesa con la que pasar desapercibido. Por eso el infectado puede padecer crisis periódicas.
La dificultad en crear una vacuna de alta efectividad ha hecho que se busquen nuevos caminos para combatir la enfermedad o desarrollar una vacuna. El último experimento al respecto lo han hecho unos científicos de la Universidad Radboud en Holanda, que han utilizado mosquitos vivos como si fueran jeringuillas para inocular una “vacuna”. El resultado fue satisfactorio, pues todos los que fueron inoculados adquirieron inmunidad frente a la enfermedad cuando más tarde fueron expuestos. En realidad no se puede desarrollar una vacuna directamente a partir de este resultado, pero este estudio es una manera de mostrar cómo unos parásitos vivos pueden ser usados como una vacuna para así proporcionar protección frente a una enfermedad.
Los mosquitos del género Anopheles (portadores de malaria) inyectan parásitos inmaduros (esporozoítos) cuando pican a una víctima. Entonces los parásitos viajan al hígado donde maduran y se reproducen. Desde allí se difunden en la corriente sanguínea atacando a los glóbulos rojos. En esta fase es cuando la víctima se siente enferma.
La cloroquina, y otros fármacos recientemente desarrollados, matan al parásito en esta fase. Además las personas pueden desarrollar inmunidad a la malaria si es expuesta varias veces al parásito. En este experimento los investigadores implicados trataron de aprovecharse de estos dos factores al usar cloroquina para proteger a unos voluntarios que iban desarrollando inmunidad mientras eran expuestos a parásitos vivos de malaria.
Dividieron a los voluntarios en dos grupos de 10 y 5 personas. El primer grupo constituyó el grupo de “vacunación” y el segundo el grupo de control. A todos se les administró cloroquina durante tres meses y fueron expuestos una vez al mes a 12 mosquitos. Los mosquitos del primer grupo estaban infectados, pero los del grupo de control no. En ese tiempo se suponía que los individuos del primer grupo debían de desarrollar inmunidad. Después todos ellos dejaron de tomar cloroquina.
Dos meses más tarde los 15 voluntarios fueron expuestos a moquitos infectados. Resulto que ninguno de los voluntarios del primer grupo desarrolló parásitos en su sangre pero todos los del grupo de control sí lo hicieron.
El estudio sólo ha sido un experimento de prueba de un principio y su aproximación no es práctica a gran escala ni es un producto comercial, pero muestra a los científicos que pueden estar en el buen camino de desarrollar una vacuna contra esta enfermedad. Este estudio nos dice que el propio parásito de la malaria es un potente agente inmunizador, así que una posible vacuna podría usar parásitos modificados vivos para inducir inmunidad.
La compañía Sanaria Inc en Rockville (EEUU) está ya probando una vacuna que usa parásitos completos que han sido irradiados para así debilitarlos. Con ese método pretenden que los parásitos se mantengan en su estadio inmaduro (como cuando están en el hígado) y no desarrollen la enfermedad, pero que sí provoquen una respuesta inmunitaria.
Algunos investigadores creen que estamos cerca del momento en el que salga de los laboratorios hacia el mundo real una vacuna contra la malaria.
Fuente: NeoFronteras. Aportado por Matías Buonfrate
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