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"The Warrior’s Way" (El Camino del Guerrero) llega a los cines de EEUU

Este viernes 3 de diciembre llegó a los cines The Warrior’s Way, de Sngmoo Lee, que es una esquizofrénica mezcla de géneros, artes marciales, el oeste y la fantasía, mezclado con la inspiración de Sergio Leone y Kozure O-kami

Dong-gun Jang protagoniza a Yang, el guerrero más grande del mundo, que rompe con sus empleadores al no dar cumplimiento de una orden, negándose a matar a un bebé miembro de un clan rival. Tomando al niño bajo su protección, Yang viaja a través de un paisaje excepcional, y finalmente trabaja en equipo con una vaquera que se dedica al lanzamiento de cuchillos, llamada Lynne (Kate Bosworth). El pasado de esta cow-girl la ata a un villano mortal conocido como El coronel (Danny Huston).

Estreno EEUU: 3 de diciembre de 2010
Estudio: Relativity Media
Director: Sngmoo Lee
Guionista: Sngmoo Lee
Elenco: Dong-gun Jang, Kate Bosworth, Geoffrey Rush, Danny Huston, Tony Cox
Género: Acción, Fantasía
Sitio web: IAmRogue.com/TheWarriorsWay

Fuente: Coming Soon. Aportado por Eduardo J. Carletti


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"Megamind": envoltorio selecto y contenido que no termina de cuajar

Desde que en el año 2001 DreamWorks reinventó el cine de animación con Shrek, que hasta el momento sólo era territorio Disney, y abrió el mercado a un público más adulto, son numerosas las producciones de este tipo que nos llegan cada año

Lógicamente desde ese año 2001 hasta las fechas en las que nos encontramos la tecnología ha avanzado enormemente y se nota mucho más en este tipo de producciones que en las de cualquier otro tipo.

¿Que ha ocurrido en esos últimos 9 años que nos han llevado hasta el día de hoy? Pues que algo que empezó como un fenómeno pequeño con una pequeña obra maestra (para mí Shrek lo es) ha sido explotado todo lo posible ya no sólo por Dremaworks, o por esa Disney que antes de los 90 sacaba una película cada 4 ó 5 años (si no más), y que ahora produce films como si de rosquillas se tratase, sino también por todas las demás productoras que vieron un nuevo filón con el que sacar dinero.

Aunque claro, lo poco agrada y lo mucho cansa, de ahí que el público no responda igual si sólo hay una película animada al año que si hay ocho a lo largo de éste, o si ,como suele pasar, la mayoría se concentran en la época navideña. Es por eso que las mentes (poco) pensantes de la industria hayan buscado una estrategia para diferenciar su producto del de la competencia usando para ello la tecnología, es decir, haciendo el envoltorio taaaaan bonito que entre por los ojos nada más vislumbrarlo.

Eso es precisamente lo que le ocurre a este Megamind de envoltorio selecto. El apartado técnico es realmente IMPRESIONANTE, con una sucesión de detalles en cada fotograma que hacen realmente llamativo el producto. Tornillos con muescas, suelos con parquet casi auténtico, edificios que podrían pasar por reales, y un sin fin de maravillas a la vista que deja anonadado en los primeros momentos a todo aquel que se ponga a buscarlos. Sí, sí, no confundamos y vayamos a creer que todo lo que hay en la película luce perfectamente, porque no es así. Como un buen pintor, que sabe que a cierta distancia un simple garabato puede suplir perfectamente un ejercito, en este Megamind la obsesión por que ese ejército siga siéndolo, sea cual sea la distancia del observador, consigue que tanto detalle minúsculo perfecto hayan hecho que se descuide su cohesión, y lo que detalle a detalle resulta impresionante en conjunto no lo sea tanto.

Pero como parecen haber olvidado algunos, el cine es un medio de contar historias. Nunca la bella Pocahontas de rasgos Campbellianos se podrá comparar con un plano Bambi que busca desesperadamente a su madre en lo que parece una caja de pinturas Alpino. Porque no es oro todo lo que reluce, este Megamind reluce como una pepita de 36 kilates que llama poderosamente la atención, atrayéndonos a la sala de cine con la promesa de ser un espectáculo digno de admirar, y ahí caemos. Pero una vez dentro de la sala, el espectáculo se torna visto en apenas 10 minutos, y es a partir de ahí cuando lo que nos queda es el corazón de la película, la razón que nos hace acudir a una sala de cine. El poder sentir la emoción, experimentar la risa o conmovernos con la tristeza, en definitiva, por el torrente de sentimientos que este maravilloso arte nos ofrece, y que parece haberse quedado sin hueco en este Megamind. No importa que la historia sea vieja o nueva, sino la manera en que la cuentas y, si bien la originalidad de este ejemplar es novedosa, no lo es la forma de contarlo, o más bien el descuido del que se ha hecho gala, haciendo que más que un conjunto total sea una sucesión de escenas a cada cual con más detalle que no terminan de cuajar en su totalidad.

Ni mucho menos todo lo anterior quiere decir que la película no merezca verla en una sala de cine, sino que las expectativas que por un momento despierta no se verán reflejadas al final del metraje sobre todo cuando los dos o tres pequeños giros que pueden hacer interesante la historia ya nos son develados en los trailers, o en las sinopsis que desde la misma productora se nos ofrecen. En definitiva parece que ellos mismos están mas interesados en el envoltorio que en lo que envuelve, el Güernica no impresiona por como es (que también) sino por lo que significa y lo que representa, y DreamWorks ha dejado de lado tanto el trato de la historia que acaba convirtiendo su obra en un Picasso de Titanlux que se descascarilla y pierde valor por no ser tratado con el mimo que merecía la misma.

Una lástima que un producto con una idea tan aprovechable, con además una banda sonora compuesta de grandes temas mundialmente conocidos, elegidos magistralmente para cada momento en el que se ofrecen, se quede en una película más cuando podría haber sido LA película a partir de la cual volver a ver este segmento con los mismos ojos que lo vimos en ese año 2001, cuando un Ogro malencarado nos enseño que el cine es un arte que siempre se reinventa cuando parece haber llegado a un punto sin retorno.

Fuente: Comentario de Reporter en El Séptimo Arte. Aportado por Eduardo J. Carletti


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"Skyline", contemplando la invasión

Las invasiones extraterrestres tuvieron ejemplos muy variados en la historia del cine. Skyline, de Colin y Greg Strause, apela a todos ellos agregando un elemento más: ¡Mirando al cielo el espectador queda atraído por los extraterrestres!

Una joven pareja descubre que va a dar a luz a su primer hijo. Ante la incertidumbre del destino, sus miedos amenazan con separarlos pero la invasión extraterrestre afianza los lazos y los pondrá a luchar a muerte por esa vida que está por nacer.

Skyline, ya en los cines de Argentina, España y México, acierta en dos cuestiones: Primero en generar un conflicto débil pero útil a la hora de justificar la lucha por la supervivencia de sus protagonistas. Segundo, en utilizar todo el despliegue visual desde un sólo punto de vista: Los personajes miran por la ventana (o desde la azotea del edificio en el cual se encuentran) y recrean toda la invasión extraterrestre que se sucede frente a sus ojos.

El suspense se construye a partir de la situación estática en que se encuentran los personajes encerrados en el edificio. Algo parecido pasaba en La niebla (The mist, 2008) con los protagonistas encerrados en el supermercado. Pero el punto de vista se termina de consolidar con el ejercicio de la visión que termina «transformando» a aquellos que observen detenidamente las luces que se desprenden de las naves espaciales.

Pensar en una alusión a La ventana indiscreta (Rear window, 1954) sería pedirle mucho a Skyline, un film que utiliza ese elemento para generar tensión (Hitchcock también) pero nunca para hacer un paralelo con el dispositivo cinematográfico. Es un recurso interesante en una película que busca —y logra— entretener.

Hay en Skyline máquinas que se parecen a las del film de Spielberg La guerra de los mundos (War of the worlds, 2005) o a Matrix (1999), mientras que situaciones fuera de campo rememoran a Cloverfield (2008). Eso sí, una vez que la tensión se acrecienta Skyline levanta vuelo propio y el desarrollo visual impacta escena a escena, llegando a una toma que sintetiza toda la película: la joven pareja abrazada y un travelling semicircular detrás de ellos describe las dimensiones de la invasión extraterrestre cubriendo todo el cielo. Ellos aferrándose a la vida con su hijo en camino, enfrentándose a todos los obstáculos que les depare el futuro.

Para bien o para mal, Skyline sorprende visualmente y genera atractivo aunque sea otra de las tantas películas del género de invasiones extraterrestres. Por más que intente perfilarse como la versión 2010 de Sector 9 (District 9, 2009), no alcanza desde su subtrama a posicionarse en otro lugar que el del más puro entretenimiento.

Fuente: Emiliano Basile, Noticine. Aportado por Eduardo J. Carletti


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