¿El cerebro dentro de los robots del futuro será el de trabajadores remotos?
En la economía norteamericana, muchos de los trabajos que más se resisten a la automatización son los de menor costo económico. Basta con contemplar la diversidad de tareas, terrenos imprevisibles y herramientas especializadas con que se enfrenta un jardinero en una jornada. Ningún robot es suficientemente inteligente como para llevar a cabo este trabajo (de 8 dólares por hora en EEUU).
Pero ¿qué tal con un robot controlado a distancia por un trabajador extranjero con un bajo salario?
Hollywood ha estado imaginando las tecnologías que se necesitarían. Jake Sully, el protagonista en silla de ruedas en la película Avatar, de James Cameron, va a trabajar en la salvación de un lejano planeta a través de una conexión inalámbrica con un cuerpo remoto. Se relaciona con los demás, aprende nuevas habilidades, e incluso se casa, todo esto al mismo tiempo que su «verdadero» cuerpo yace en un dispositivo similar a un ataúd, a kilómetros de distancia.
Varios elementos de este escenario ya no son ciencia ficción. Ahora las empresas producen y venden robots (incluyendo VGo, Ava de iRobot , y Texai de Willow Garage), que permiten que sus usuarios se muevan por un entorno de trabajo remoto, interactuando por medio de una pantalla de ordenador. Hasta ahora, estos sistemas tienen una funcionalidad limitada (algunos los llaman «Skype sobre ruedas»), y se los utiliza principalmente por el problema del gran costo de participación de los expertos caros. El RP-7 de InTouch Health, por ejemplo, fue diseñado para permitir que los médicos diagnostiquen en forma remota a los pacientes con ictus (un accidente cerebrovascular), ya que a menudo los hospitales más pequeños no pueden permitirse un neurólogo en el personal.
La siguiente ola promete mucho más capacidad por cada dólar. El robot VGo no puede alcanzar la funcionalidad del RP-7, pero a us$ 6.000, tiene una doceava parte de su precio. Y más, DARPA publicó recientemente un desafío robótico que implica un conjunto complejo de tareas que debe realizar un robot humanoide semi-autónomo controlado por control remoto, como caminar entre los escombros o sustituir una válvula en un lugar peligroso.
El progreso hacia la «avatarization» de la economía fue limitado hasta ahora por dos factores técnicos que no implican para nada a la robótica. Estos problemas están en la velocidad de las conexiones de Internet y la latencia para los involucrados en la comunicación a distancia. La conexión de un trabajador tailandés con un avatar robótico en Japón que tenag una señal con la fidelidad suficiente para llevar a cabo un trabajo no rutinario puede ser más difícil que fabricar un chasis robótico barato y sus sistemas de control asociados.
¿Cuánto ancho de banda se requiere? Un sistema de telepresencia robótica «perfecto» (que sea igual que estar allí) debe tener una señal de 160 megabits por segundo. En teoría, además, la distancia entre el robot y el trabajador no debe exceder mucho más de 2.800 kilómetros: a más distancia el operador podría confundirse por el lapso tenporal que necesitan las señales para viajar de ida y vuelta. Siendo realistas, sin embargo, es probable que se puedan emplear trabajadores de avatares para realizar trabajos limpieza efectivos, o para atención médica, incluso si están más lejos y la fidelidad sensorial es más débil. El VGo, por ejemplo, opera en la red 4G de Verizon, y las instalaciones en Italia de control de los drones militares de EEUU está a 2.700 kilómetros de Afganistán.
El gran objetivo: puede que algún día los robots sean operados por trabajadores de bajos ingresos en otros países fuera de EEUU. Se muestra un rango de operación de 2.800 kilómetros donde podrían ubicarse los diversos centros de control. A distancias más largas, las demoras de tiempo harían más difícil el control de robots
Si se mantiene la tendencia actual, los usuarios de gama alta en las principales ciudades de EEUU y Europa alcanzarán el umbral de 160 megabits por segundo entre 2014 y 2015. Los trabajadores Avatar no se quedan atrás. México, China, Polonia y Tailandia han añadido 26,4 millones de usuarios de banda ancha de Internet en los últimos 12 meses. Estos países tienen costos laborales relativamente bajos y están cerca de los países más desarrollados. Más de la mitad de los estados de EEUU se encuentran dentro de 2.800 kilómetros de la frontera con México, y si se considera a los trabajadores en la República Dominicana, sólo Alaska y el extremo norte de Maine quedan fuera de rango.
Telepresencia significa que, en teoría, diez, cien o mil veces más trabajadores podrían competir (virtualmente) por el mismo trabajo. No importa qué tan mal estén las cosas en Madrid o en Houston, un trabajador de avatar en otro lugar podría vender su trabajo por menos dinero. La misma lógica se aplica a la externalización de muchos empleos de altos salarios que dependen de la presencia física y las habilidades motoras, incluyendo el trabajo realizado por los cardiólogos y los maquinistas.
Las olas previas de externalización nos deben recordar que los obstáculos legales, políticos y sociales a una economía avatar pueden ser mayores que los técnicos. ¿Cómo será el significado del cambio de trabajo cuando un robot jardinero está controlado por un trabajador remoto diferente cada día? ¿O cuando un conductor supervisa 50 taxis mayormente autónomos? ¿Qué —y cuánto— trabajo será perdido en las zonas de mayor mano de obra y costos de la vivienda?
La externalización del trabajo físico traería enormes beneficios económicos, pero también podría causar problemas. En contraste con la película de Cameron, la película independiente Sleep Dealers, de Alex Rivera, ofrece una visión sombría de la economía de Avatar: la protagonista mexicana se vuelca al mercado negro de una riesgosa implantación quirúrgica de «nodos» de realidad virtual que le permiten interactuar con los robots de los trabajadores en Estados Unidos.
Es posible que la externalización del trabajo no rutinario a través de la telepresencia robótica podría comenzar a producirse a gran escala dentro de una década. Debemos tomarnos tiempo para manejarnos con la economía avatar de manera inteligente mientras todavía está en estado naciente.
El autor de este artículo, Matt Beane, es un estudiante de doctorado en tecnología de la información en el MIT Sloan School of Management, donde se estudia los efectos de telepresencia robótica e inteligencia artificial en el trabajo.
Fuente: Technology Review. Aportado por Eduardo J. Carletti
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