Consiguen un sistema capaz de almacenar información a temperatura ambiente durante un lapso de tiempo que es 10 órdenes de magnitud superior a la edad del Universo
Todos lo hemos sufrido alguna vez. Un CD, un DVD o un disco duro externo en donde guardábamos ficheros que queríamos conservar no pudo ser leído total o parcialmente cuando queríamos recuperar parte de la información que contenía.
Un disco duro dura 5 años en promedio, la información en un DVD o un flash drive 7 y 8 años respectivamente. Este es el pequeño y sucio secreto de la informática moderna. Parece que estamos condenados a estar migrando la información importante, como las fotos personales y cosas similares, de una un sistema a otro continuamente.
Esto, que a escala personal es un fastidio, puede ser un problema realmente grave para ciertas empresas u organizaciones que necesiten archivar grandes cantidades de información de manera permanente.
Ciertas compañías han trabajado en sistemas de almacenamiento a largo plazo, pero no ha sido fácil superar los 100 años.
M-disc ya está en el mercado y la información que almacenan dura miles de años. Otros sistemas están en desarrollo, pero prometen. Así por ejemplo, Hitachi tiene un sistema de almacenamiento con una duración de millones de años. Hay que señalar que, en todos estos sistemas, esta duración se refiere al soporte y a la información que contiene, pero no a los sistemas de lectura.
Ahora, Jingyu Zhang, Mindaugas Gecevicius, Martynas Beresna y Peter G. Kazansky (University of Southampton) han logrado un sistema que almacena información por un plazo de tiempo relativamente eterno para la escala humana: 3 ×1020 años a temperatura ambiente, que es 10 órdenes de magnitud superior a la edad actual del Universo.
Muchos individuos, compañías, gobiernos, museos o archivos del estado han estado interesados en un almacenamiento eterno de la información desde que la democratización de la informática produjo cantidades masivas de datos, así que estos investigadores han decido proporcionar esta solución.
Como en otros aspectos de la existencia, no se puede tener todo a la vez. Normalmente una gran duración de la información almacenada va en detrimento de la cantidad de información que se puede almacenar o de la velocidad de escritura. Se puede almacenar información en átomos individuales, pero sólo durante picosegundos.
Aunque la idea no es nueva, los sistemas previos basados en este método tenían una velocidad de escritura que los hacía inviables de forma práctica. En este caso se ha multiplicado la velocidad de escritura por 100.
El nuevo sistema se basa en el uso de un láser que lanza pulsos de 280 femtsegundos (1 fs = 10-15 s) sobre una pieza de cuarzo. Esto cambia la estructura cristalina del cuarzo en puntos específicos que pueden contener hasta 3 bits de información, pues estos puntos registran tanto la intensidad como la polarización de los pulsos. Además, se pueden crear muchas capas de información una encima de otra. En un disco del tamaño de DVD se pueden almacenar cientos de terabytes de información.
La velocidad de escritura se ha aumentado gracias a que se hace rotar la lámina de media onda que controla la polarización.
Para saber la duración de la información almacenada los investigadores aceleraron el proceso de envejecimiento para así deducir el ritmo de decaimiento. Este decaimiento se acelera con la temperatura, pero incluso a 189 grados centígrados la duración es de 13.800 millones de años, que es la edad del Universo. A temperatura ambiente se tienen los 3 ×1020 años mencionados antes.
Estos investigadores planean mejorar tanto la capacidad como la velocidad del sistema mediante el aumento de la potencia del láser entre otros aspectos.
Ahora parece que el reto no es conservar la información durante un tiempo ilimitado, sino cuánta sabiduría hay en esa información y si la supervivencia temporal del género humano será comparable a la longevidad de los datos que produce.
Más información: Jingyu Zhang, et al. «Seemingly Unlimited Lifetime Data Storage in Nanostructured Glass.» PRL 112, 033901 (2014). DOI: 10.1103/PhysRevLett.112.033901
Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti
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