Compacto como un vehículo cápsula pero con la capacidad de maniobra del transbordador. Así es el prototipo de nave que la ESA ha probado este miércoles y con la que ensaya tecnologías para desarrollar sistemas reutilizables de transporte
Compacto como un vehículo cápsula (como la nave rusa Soyuz) pero con la capacidad de maniobra del ya jubilado transbordador estadounidense (el mítico shuttle). Así describe el ingeniero de la Agencia Espacial Europea (ESA) José María Gallego Sanz al vehículo experimental IXV (Intermediate eXperimental Vehicle), el primer prototipo de nave espacial capaz de regresar a la Tierra que desarrolla Europa.
José María Gallego, jefe de la campaña de lanzamiento del IXV, atiende a El Mundo por teléfono desde la Guayana Francesa, donde este miércoles se ha llevado a cabo con éxito la prueba de este vehículo sin alas. Despegó desde el Puerto Espacial Europeo de Kourou a bordo de un cohete Vega a las 14.40, hora peninsular española. Cien minutos después, a las 16.20 la nave cayó en el Océano Pacífico tras reducir la velocidad con ayuda de su sistema de paracaídas, completando así una misión experimental en la que la ESA lleva años trabajando.
El test consistió en el lanzamiento del vehículo IXV y su posterior reentrada en la atmósfera terrestre tras completar un vuelo suborbital. Después del amerizaje, la nave fue recuperada por un buque. Ahora, los ingenieros analizan los datos recabados durante este vuelo experimental: «Lleva 300 sensores para medir la presión, la temperatura, el estrés mecánico o una cámara de infrarrojos que fotografía uno de los flaps para comprender cómo se distribuye la temperatura durante las maniobras, entre otros», señala Gallego.
El coste de esta misión de prueba rondará los 150 millones de euros, a los que hay que añadir el lanzamiento a bordo del cohete Vega.
El vehículo, no tripulado, no llevaba tampoco carga pues el objetivo de esta prueba era ensayar las tecnologías necesarias para que, en el futuro, la ESA sea capaz de enviar naves con capacidad para regresar a la Tierra, como la que tienen los rusos con las Soyuz o los estadounidenses cuando contaban con el shuttle o las naves Apolo, entre otras. La NASA está desarrollando en la actualidad una nueva cápsula espacial, la Orion, en la que sus astronautas viajarán al espacio, probablemente en la década de los años 20. Asimismo, dos empresas privadas de EEUU, Space X y Boeing, están fabricando vehículos tripulados para la NASA, cuyas primeras pruebas comenzarán en 2016.
«El principal objetivo de la misión IXV es probar la tecnología de reentrada en la atmósfera. Hasta ahora, Europa ha estado a la cabeza de las agencias espaciales en el diseño y puesta en órbita de satélites y sondas con distintas aplicaciones, como Rosetta [enviada al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko]. También tiene mucha experiencia en el mantenimiento de infraestructuras en órbita, como las de la Estación Espacial Internacional (ISS). Pero en lo que estábamos más atrasados es en la tecnología de reentrada en la atmósfera», relata Gallego.
Tras el despegue, el vehículo IXV ascendió hasta los 420 kilómetros. Posteriormente, ha regresado a la Tierra con una velocidad equivalente a la que tendría un vehículo que volviese de una misión en órbita baja, frenándose hasta realizar un amerizaje controlado en el Océano Pacífico. Durante su vuelo supersónico e hipersónico, IXV ha probado las nuevas tecnologías de reentrada desarrolladas por las empresas europeas.
Participación española
Thales Alenia Space Italia es el contratista principal de esta misión experimental, en la que están involucradas otras 40 empresas europeas. Entre ellas hay cinco compañías españolas (SENER, GMV, Elecnor Deimos, GTD y Rymsa Espacio). «Las tecnologías que se prueban con la misión IXV se aplicarán en muchos campos: para vuelos tripulados, lanzadores reutilizables, sistemas que intenten atrapar restos de basura espacial, turismo espacial…Se trata de una tecnología horizontal que posiciona a la industria española en el mercado europeo e internacional», explica por teléfono Miguel Belló, director de Elecnor Deimos. Según la ESA, esta tecnología será también útil para traer, por ejemplo, muestras de otros planetas.
Para José María Gallego, uno de los puntos fuertes de este vehículo sin alas es «su escudo térmico, de carbono y carburo de silicio. Este material permite hacer planchas relativamente grandes que son a la vez resistentes térmicamente y mecánicamente». El ingeniero afirma que ese escudo protector es capaz de resistir temperaturas de hasta 1.900 grados centígrados.
Durante la reentrada a la atmósfera, que es cuando soporta mayores temperaturas, debe aguantar 1.500º C. La velocidad que alcanza la nave durante esta fase crítica, cuando está a unos 120 kilómetros de la Tierra, es de 7,5 kilómetros por segundo. Aunque habrá que esperar al análisis de los datos recabados por los sensores, Gallego explica que «la trayectoria y los parámetros a bordo durante el vuelo» sugerían que el escudo se había comportado como esperaban. «También las primeras imágenes de la nave tras el amerizaje mostraban que la nave no había sufrido grandes desperfectos», añade.
Su otra característica destacada es el diseño del cuerpo sustentador (lifting body, en inglés): «El IXV no lleva alas, pero tiene dos flaps que le permiten maniobrar en el aire, girar, hacer balanceo, incrementar el ángulo de ataque…y controlar la velocidad en la reentrada», explica Gallego.
El desarrollo de sistemas de transporte reutilizables es uno de las prioridades para las agencias espaciales y las compañías aeroespaciales, que pretenden así ahorrar costes en la carrera espacial. Durante la noche del miércoles, la empresa privada Space X iba a volver intentar un aterrizaje controlado de su cohete Falcon 9 tras poner en órbita el observatorio climático DSCOVR, con el que la NASA vigilará las tormentas solares. Sin embargo, ha anunciado que debido al fuerte oleaje que habría en el océano, no intentarían la recuperación del cohete tras el lanzamiento de la sonda.
Hace un mes, la compañía de Elon Musk ensayó, sin éxito, la recuperación de una etapa de este cohete tras el lanzamiento del carguero Dragon a la ISS. Aunque logró alcanzar la plataforma marina en la que debía posarse, el aterrizaje fue muy brusco debido al agotamiento del fluido hidráulico. El cohete hizo explosión al rozar la plataforma, cayendo al océano.
Fuente: El Mundo y otros medios. Aportado por Eduardo J. Carletti
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