Un examen de radar apunta a la existencia de una cámara oculta. Se cree que en la estancia podría yacer la enigmática Nefertiti
El pálpito del egiptólogo británico Nicholas Reeves —que muchos compañeros de gremio juzgaron una temeridad hace sólo unos meses— va camino de convertirse en el hallazgo del siglo, comparable al descubrimiento de la tumba de Tutankamón que firmó su compatriota Howard Carter en 1922. El examen de radar al que, desde el pasado jueves, ha sido sometido el enterramiento del faraón niño, en las húmedas entrañas del Valle de los Reyes, ha arrojado resultados preliminares «alentadores e intrigantes», en palabras del principal adalid de la teoría que sugiere la existencia de una estancia oculta donde yacería Nefertiti.
«Está claro que hay algo en las paredes norte y oeste de la cámara funeraria de Tutankamón. De momento, sin embargo, nadie puede confirmar qué se esconde realmente detrás», explica Mustafa al Waziri, máximo responsable del Ministerio de Antigüedades en la ciudad sureña de Luxor, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo.
El arqueólogo pertenece al exclusivo séquito que ha presenciado en los últimos días las pruebas de radar que han disparado las esperanzas de hallar nuevas salas en la diminuta y hasta ahora extraña estructura de la sepultura de Tutankamón (1336-1327 a. C). «Fue muy emotivo. El radar analizó las paredes a cinco centímetros de distancia y la pantalla mostró algo. Podríamos estar ante el descubrimiento del siglo», dice.
Su presentimiento lo comparte el ministro de Antigüedades egipcio, Mamduh al Damati: «Al principio dijimos que había un 60% de probabilidades de hallar algo detrás de las paredes, pero, tras la lectura inicial de los escaneados, os puedo avanzar que ya estamos al 90% seguros», declaró ayer en una rueda de prensa en las inmediaciones de la casa-museo de Howard Carter en Luxor.
La certeza definitiva, sin embargo, aún tendrá que esperar, para impaciencia de la legión de forofos de la egiptología. Fuentes del Ministerio consultadas por este diario señalan que los resultados del radar —dirigido por el veterano especialista japonés Hirokatsu Watanabe— serán analizados en el país nipón durante todo un mes. Una vez recibidas las conclusiones, el equipo capitaneado por Reeves acordará el próximo paso. No se descarta incluso llevar a cabo nuevas investigaciones.
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Corrientes de aire desconocidas
A principios de noviembre, las paredes norte y oeste de la sepultura fueron examinadas empleando la termografía por infarrojos. Ya entonces las imágenes capturadas por los sensores de la cámara detectaron la existencia de puntos fríos y corrientes de aire desconocidas hasta ahora que podrían indicar la presencia de nuevas cámaras.
La prueba de radar comenzó durante el atardecer del jueves, cuando el esmirriado ejército de turistas que visita actualmente la pedregosa hendidura del Valle de los Reyes desapareció del páramo. Según el relato publicado por National Geographic —el medio de comunicación que ha comprado las primicias de la misión—, Watanabe se dirigió a la cercana tumba KV5 para probar su equipo de radar adaptado para la ocasión. Verificado su correcto funcionamiento, se deslizó escaleras abajo hasta el nicho del faraón. Arrancó allí el escaneado de los muros norte y oeste —donde la hipótesis de Reeves sostiene que se esconden dos oquedades—, una labor que repitió durante las jornadas siguientes. «Hay un espacio hueco detrás de la pared. Así lo marca el radar, que es muy preciso. No hay duda», afirmó ayer a la prensa el especialista japonés. Unas palabras casi idénticas a las que pronunció el jueves en mitad de la atmósfera densa y viciada de la cámara funeraria.
«Es evidente que aquí hay una entrada a algo. Es muy obvio que esto es algo. Es muy profundo», clamó entonces Watanabe a un palmo del hallazgo. La pesquisa más prometedora se halla en el muro norte, donde —subraya Reeves— «la transición de roca sólida a no sólida, a un material artificial, es inmediata».
«Hay una línea vertical, recta y precisa que se corresponde con la línea del techo. Parece sugerir que la antecámara continúa a través de una cámara funeraria que sirve como pasillo. […] Los expertos del radar me han dicho que podemos estar de acuerdo en que detrás de esa partición hay un vacío», agrega.
La revelación va en sintonía con la tesis que el profesor de la Universidad de Arizona esbozó el pasado agosto en una extensa entrevista a este diario. «Mi hipótesis es que nos encontramos ante una tumba dentro de una tumba. El enterramiento de Tutankamón se habría realizado en la parte exterior de una sepultura que ya existía y que se habría adaptado para tal fin», arguyó.
El descubrimiento del siglo
La zona hasta ahora desconocida se ubicaría en los muros oeste y norte. «Habría una cámara lateral debajo de la decorada pared oeste de la cámara funeraria y una prolongación de la tumba más allá del muro norte». En el primer caso (camuflado bajo el mural de los 12 monos, símbolo de las 12 horas nocturnas que debía transitar el monarca antes de renacer), la puerta conduciría a un almacén contemporáneo al resto de lo ya hollado, que podría albergar un ajuar tan maravilloso como el descubierto por Carter, con más de 5.000 objetos amontonados en la antecámara, la cámara funeraria, la cámara del tesoro y un anexo.
En la pared norte, en cambio, el pasaje llevaría hasta una cámara funeraria. Ahí es donde su hipótesis sitúa el lugar de reposo de Nefertiti, consorte, corregente y probable sucesora de Akenatón. La corazonada la discuten los funcionarios egipcios, convencidos de que la inquilina debería ser, en cambio, Kiya, la segunda esposa de Akenatón y madre de Tutankamón, o Meritatón, primogénita de Akenatón y Nefertiti que se convertiría después en esposa del monarca que protagonizó la primera y fugaz aventura monoteísta de la Historia.
Reeves basa su cábala en las pequeñas dimensiones del enterramiento de Tutankamón (inusuales para un monarca de la dinastía XVIII); el anómalo esqueleto del enterramiento (propio del de una reina) y el estudio de los frescos. «Rasgos estilísticos en la decoración de la pared norte, que dataría del enterramiento original y sería anterior a las pinturas del resto de muros, son una reminiscencia de Nefertiti».
Desde que fuera enunciada, la tesis ha alimentado el debate de la comunidad científica. «Tutankamón vivió en Amarna, donde deberían haber sido enterrados Akenatón y Nefertiti, pero no es el caso. Mientras la momia de Akenatón probablemente sea la número 55 del museo de El Cairo, la de Nefertiti aún no se ha encontrado. Las pistas nos hacen suponer que, detrás de uno de los muros de la tumba de Tutankamón, existe un escondite. Puede haber nuevos objetos u otro sarcófago, tal vez el de Nefertiti», señaló el novelista y egiptólogo francés Christian Jacq en una entrevista.
Sea como fuere, Luxor se prepara para el reto de abrirse paso hasta el enterramiento. Al Damati confía en desvelar su interior en tres meses. «La clave es excavar lenta y cuidadosamente y registrar cada paso. Esto no es una carrera. No podemos volver atrás y rehacer lo horadado, por lo que hay que hacerlo bien desde el principio», detalló ayer Reeves, «más seguro de lo que cabía esperar».
Según Al Waziri, «el interior de la tumba de Tutankamón es intocable». «Podemos llegar a las nuevas estancias desde la cámara del tesoro o bien desde el exterior, excavando la montaña», aseveró. El egiptólogo británico que busca desde hace décadas la guarida de Nefertiti pide calma. «Todo suma. La tumba no va a desvelarnos sus secretos con facilidad. Está cediendo poco a poco. Éste es otro resultado. Y nada contradice la esencia de la teoría».
Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti
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