Para algunas personas, el olor de un pastel de manzana puede desatar un cálido recuerdo de la infancia. Para otras, un ruido fuerte puede evocar imágenes del campo de batalla. Una nueva investigación en ratas podría ayudar a explicar estas conexiones al sugerir que los recuerdos emocionales se almacenan en áreas del cerebro que están vinculadas a la vista, al sonido y al olfato
Los científicos saben desde hace mucho tiempo que los recuerdos emocionalmente cargados tienden a ser más fuertes que los neutros. Pero los investigadores no han podido precisar en qué parte del cerebro se almacenan los recuerdos a largo plazo.
En un nuevo estudio, publicado en Science el 6 de agosto, los investigadores entrenaron a un grupo de ratas para que asociaran sonidos, olores e imágenes con choques eléctricos. Después de un mes, los científicos dañaron un área auditiva, visual u olfativa del cerebro, llamada corteza sensorial secundaria, en algunas de las ratas. Los daños parecían hacer que los animales perdieran los recuerdos relacionados con el sentido dañado, ya que no se congelaban en sus pistas en respuesta a los sonidos, olores o imágenes que habían aprendido a temer.
Cada sentido, incluyendo el oído, el olfato y la visión, tiene un área sensorial primaria y una secundaria en la corteza cerebral. La corteza primaria envía información sensorial a la corteza secundaria, que se conecta luego con las áreas del cerebro relacionadas con la memoria y la emoción.
«Creo que es un estudio innovador», dijo el neurocientífico Alcino Silva, de la Universidad de California en Los Ángeles. «Es la primera vez, que yo sepa, que alguien logra conectar la corteza sensorial con un recuerdo remoto, y eso es muy significativo».
La amnesia de las ratas se produjo para los recuerdos emocionales asociados al miedo, pero no para los recuerdos neutros. Además, el daño cerebral afectó sólo a aquellas memorias que se habían formado un mes antes, no a las del día anterior, y las ratas todavía podían desarrollar nuevos temores relacionados con el mismo sentido.
«Esto indica que las cortezas sensoriales, que no se consideraban estructuras clave para el almacenamiento de la memoria emocional, en realidad son necesarias», explicó el neurocientífico y coautor del estudio Benedetto Sacchetti, de la Universidad de Turín, Italia.
Sacchetti dijo que ahora están haciendo nuevos experimentos para determinar si las ratas con daño cerebral pueden mantener nuevas respuestas al miedo después de un mes. También quieren saber si los recuerdos emocionales positivos (como la alegría) se almacenan en las mismas regiones del cerebro y si en los seres humanos se activan áreas similares un mes después de las pruebas de condicionamiento al miedo.
Según el científico, el almacenamiento de la memoria emocional en áreas grandes y distribuidas en la corteza cerebral podría explicar por qué los recuerdos dolorosos son más difíciles de borrar y podría tener consecuencias en la terapia de los trastornos relacionados con el miedo. Un método de almacenamiento basado en los sentidos también puede haber favorecido la supervivencia de nuestros antepasados. Probablemente era importante para ellos recordar aquellos estímulos relacionados con el miedo para prevenirlos o evitarlos en el futuro.
«Estos nuevos hallazgos deben interpretarse con cautela», dijo el neurocientífico Norman Weinberger, de la Universidad de California, Irvine. «Dado que el estudio no muestra si los ratones con daño cerebral pueden almacenar nuevos recuerdos a largo plazo, los investigadores no saben con seguridad si las cortezas sensoriales secundarias son las únicas áreas del cerebro responsables del almacenamiento de la memoria emocional».
«El gran tema del siglo 21 es que las cortezas sensoriales primarias, e incluso secundarias, parecen ser sitios donde se guardan los recuerdos», señaló Weinberger. «Y no hay parte del cerebro que sea inmune a algún tipo de almacenamiento de memoria».
Fuente: ScienceNews. Aportado por Silvia Angiola
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