En la vida, por más que uno sepa adónde quiere ir, el viaje lleva tiempo. Para Duncan Jones, de 38 años, el punto de destino empezó a delinearse de niño, cuando su padre hacía con él películas en stop motion, ponía en sus manos libros de autores como George Orwell o le llevaba a rodajes como el de Laberinto. Cosas de ser el hijo de David Bowie. Hubo desvíos (estudió filosofía) pero el paso por la escuela de cine de Londres, un trabajo con Tony Scott y la inmersión en el mundo de la publicidad y los vídeos musicales volvieron a enfocar el objetivo: Jones quería ser director de cine.
En las salas de EEUU se proyecta desde hace un mes Moon, constatación de que el viaje se ha completado. Desde que se estrenó en el festival Sundance, en el mundo de la ciencia ficción ha nacido una de esas estrellas con espacio casi garantizado para el culto. En el festival de Edimburgo, por ejemplo, también fue recibida con sonoros aplausos.
Ciencia ficción de los 70 y 80
Hace tres años, Jones se encontró con Sam Rockwell para proponerle un papel en Mute, la que pensó sería su opera prima. El protagonista de Confesiones de una mente peligrosa no tenía ganas de interpretar a un villano, pero conectó bien con Jones. «Acabamos hablando de un periodo del cine de ciencia ficción que significaba mucho para nosotros cuando crecíamos, en los 70», explica Jones. «Entonces se hacían películas protagonizadas por tipos trabajando en el espacio, tipo Atmósfera cero o Naves misteriosas, películas donde la atención se centraba en la gente y en cómo mantenían su humanidad en esos escenarios extraterrestres o de ciencia ficción».
Jones prometió a Rockwell escribir algo específico para él. Y tras nueve meses, con la ayuda de Nathan Parker, nació Moon, la historia de Sam Bell, un hombre que está a punto de concluir el trabajo de extracción de mineral que le ha mantenido tres años solo en la Luna cuando descubre que es un clon.
Pasar del papel a la realidad era un camino lleno de retos. En el presupuesto solo había cinco millones de dólares. Kevin Spacey quería ver cómo quedaba la película antes de comprometerse a prestar la voz a Gerty, un ordenador reminiscente al HAL de 2001. Hubo también golpes de suerte, como la huelga de guionistas que a la vez que paralizaba Hollywood creaba oportunidades para el cine independiente. Pero lo complicado fue crear los clones, tanto para Rockwell como para Jones. El cineasta se inspiró estudiando películas donde David Cronenberg y Spike Jonze ya habían obligado a multiplicarse a sus actores.
En apenas 40 días se completó el rodaje en los estudios Shepperton, incluyendo 450 efectos especiales. Cuando Spacey vio el primer montaje, accedió de inmediato a prestar su voz. Al margen de convertirse en una de las cintas más buscadas en Sundance y una de las películas con mejores críticas de los últimos meses, Moon ha llegado incluso a la NASA. Se hizo un pase en Houston y Jones acabó metido «en una viva discusión sobre la viabilidad de una base lunar como la que había diseñado».
Además, Moon, que tendrá distribución en España, pero sin fecha de estreno aún decidida, ha generado pasión entre los amantes del género. En Nueva York, Jones se entregó en coloquios con los espectadores tras los primeros pases. Entre decenas de preguntas, ni una sobre su padre ni su madre, Angela Bowie, la Angie de la canción de los Rolling Stones. Mientras, en los medios, ni una información o crítica obvia el apellido Bowie. «Para ellos, soy una oportunidad de preguntar sobre alguien con quien querrían hablar personalmente. Espero con los años hacerme tan interesante como para que prefieran hablar sobre mi y mis proyectos que sobre los de mi padre. Llevará tiempo, pero llegaré».
Fuente: El Periódico. Aportado por Eduardo J. Carletti