El polémico codescubridor de la doble hélice de ADN no descansa a sus 84 años. Acaba de publicar un artículo en el que explica su nueva hipótesis sobre por qué los antioxidantes pueden promover la progresión del cáncer y asegura que apenas mil millones de dólares serían suficientes para acabar con él. Sin embargo, según expertos consultados por SINC, sus afirmaciones no son científicamente novedosas y confunden a la población
«Aunque la mortalidad ligada a muchos tipos de cáncer ha ido disminuyendo, sobre todo en leucemias, linfomas y mielomas, muchos cánceres epiteliales (carcinomas) y todos los cánceres mesenquimales (sarcomas) siguen siendo incurables en gran medida». Así introduce el premio Nobel James D. Watson el que considera su trabajo “más importante desde la doble hélice».
En un artículo recién publicado en la revista Open Biology, Watson, que junto a Francis Crick descubrió en 1953 la estructura del ADN, establece una nueva hipótesis sobre el papel de los oxidantes y antioxidantes en los tumores más graves, en particular en la última etapa de los cánceres metastásicos.
“No se trata de un trabajo demasiado novedoso si no fuera porque lo escribe Watson”, opina Rogelio González Sarmiento, investigador en el Centro de Investigación del Cáncer (CIC) de Salamanca. “Por otra parte, está publicado en una revista de no demasiado impacto científico”.
El premio Nobel asegura en su estudio que la suma total de dinero que se requiere para el desarrollo futuro de medicamentos contra el cáncer no tiene que ser más de 500 a 1.000 millones de dólares.
De hecho, Watson solicita «un calendario mucho más rápido para el desarrollo de fármacos antimetastásicos» y espera que gracias a su nuevo artículo se valore una propuesta que considera poco explorada: «A menos que podamos encontrar la manera de reducir los niveles de antioxidantes, la última etapa del cáncer será en diez años tan incurable como lo es hoy», subraya.
En el centro del argumento del octogenario investigador están el grupo de moléculas denominadas especies reactivas del oxígeno (ROS, por sus siglas en inglés), que califica como «una fuerza positiva para toda la vida» debido a su papel en la apoptosis o muerte celular programada –uno de los mecanismos clave para descartar alguna disfunción biológica que suponga una amenaza a la supervivencia de los organismos–.
Los radicales ROS se producen en las células al generar la energía necesaria para la vida celular. “Sin estos mecanismos las células se mueren”, explica González Sarmiento. “Entre sus efectos nocivos está que favorecen el daño del ADN y, por lo tanto, de alguna manera la producción de mutaciones y del cáncer”.
Por eso para el experto español está de moda aconsejar dietas antioxidantes que, teóricamente, dificultan la acción de las ROS sobre el ADN y obstaculizarían la aparición de cáncer. Sin embargo, si Watson está en lo cierto sobre el papel de las ROS y los antioxidantes en la última etapa del cáncer, «será mejor que comamos alimentos antioxidantes por su buen sabor, no porque su consumo disminuya el riesgo de la enfermedad».
Antioxidantes sí, antioxidantes no
“Cuando tratamos el cáncer, lo que queremos es que las células se mueran o se suiciden, y las ROS también favorecen dicha apoptosis, de manera que cuando inhibimos estos radicales ROS con antoxidantes estamos dificultando la muerte celular por apoptosis”, añade González Sarmiento.
De hecho este es el argumento de Watson: no emplear dietas antioxidantes en pacientes con cáncer porque esto dificulta la muerte celular en respuesta a los tratamientos que se utilizan actualmente –quimioterapia y radiación–. Esto podría explicar «por qué los cánceres resistentes al control quimioterapéutico se vuelven igualmente resistentes a la radioterapia». La característica común sería su dependencia de un mecanismo de destrucción celular mediada por las ROS.
En este sentido, actualmente se están empleando tratamientos combinados que lo que hacen es aumentar mucho el daño al ADN para que la célula se suicide. “La hipótesis de Watson es nueva para los que no están implicados en el tema pero subyace en muchas de las nuevas estrategias de tratamiento del cáncer”, afirma el experto del CIC. “Informaciones de este tipo confunden a la población. Dietas antioxidantes dificultan el desarrollo del cáncer pero también entorpecen el efecto de los tratamientos”.
Para González Sarmiento la solución puede estar en hacer estas dietas mientras que no se tiene cáncer y dejarlas cuando se diagnostica un tumor. “De todas las maneras, el efecto antioxidante de las dietas es demasiado pequeño como para darles la importancia que se les está dando tanto para prevenir el cáncer como para facilitar la muerte de la célula tumoral”, concluye.
Fuente: Sinc. Aportado por Eduardo J. Carletti
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