Un equipo internacional de astrónomos utilizó el nuevo telescopio europeo LOFAR, junto con dos de los radiotelescopios más grandes del mundo, el telescopio Lovell en Jodrell Bank, en la Universidad de Manchester, y el telescopio Effelsberg en Alemania, para entender más sobre las enigmáticas radioemisiones que emiten las estrellas llamadas púlsares
La particular combinación de telescopios permitió que al equipo observara simultáneamente las ondas de radio de seis pulsares en diferentes longitudes de onda desde sólo 3,4 centímetros hasta 7 metros, un factor de diferencia de 200, el más alto en todo el mundo.
Las diferentes longitudes de onda de radio se pueden comparar con los colores perceptibles por el ojo humano y proporcionan una visión sin precedentes de cómo brillan los púlsares de radio.
Los púlsares son estrellas de neutrones que giran rápidamente, miden sólo unos 20 kilómetros de diámetro y, sin embargo, son más masivas que el Sol, y por lo tanto ocupan el segundo lugar luego de los agujeros negros en términos de su densidad.
Estas estrellas tienen campos magnéticos muy fuertes que producen haces de radio que surgen desde sus polos magnéticos, que son observables en un amplio rango de longitudes de onda.
Durante los últimos 40 años los astrónomos han estado estudiando los púlsares y están cada vez más cerca de comprender el mecanismo que genera estos intensos haces. Ellos suponen que la emisión que se observa en las diferentes longitudes de onda surge desde diferentes alturas sobre la superficie altamente magnetizadas del púlsar.
Por lo tanto, la emisión que se observa en una longitud de onda de radio en particular proporciona un corte alrededor de la «magnetósfera» (o atmósfera magnetizada) del púlsar.
Se observa que la forma de la emisión intermitente del púlsar evoluciona de forma drástica en función de la longitud de onda y la difusión de las líneas del campo magnético sobre los polos magnéticos del púlsar.
El Dr. Ben Stappers, de la Universidad de Manchester, dijo: «Estas observaciones no sólo nos dan un soporte fantástico para la comprensión de la emisión de los púlsares, sino que también representan una investigación de gran alcance del gas interestelar que se encuentra entre nosotros y el púlsar.
«Esperamos que este esfuerzo nos ilumine a todos sobre estos objetos tan fascinantes».
El telescopio LOFAR, que abarca más de 1.000 kilómetros en Europa, se completará el próximo año para convertirse en el telescopio más poderoso de la Tierra para observar el universo en las longitudes de onda más largas de radio posibles que se pueden observar desde la superficie de la Tierra: de 1 a 30 metros.
«Estas observaciones nos dan una idea de los muchos y emocionantes nuevos resultados científicos que nos aportará este telescopio», añadió el Dr. Stappers.
Jason Hessels de Instituto Holandés ASTRON de Radioastronomía, dijo: «A efectos de comparación, parece que hemos observado estos púlsares simultáneamente sobre un rango equivalente a todos los tonos [musicales] que cubre un piano,
«Observando al mismo tiempo estos púlsares en una gama tan amplia de longitudes de onda, podemos hacer muchas instantáneas de cpmo se ven lo las emisiones del pulsar a un rango de alturas encima de los polos magnéticos de la estrella.».
Michael Kramer, director del Instituto Max Planck de Radioastronomía (MPIfR) en Bonn, y en la Universidad de Manchester, está muy entusiasmado con la enorme extensión de cobertura de longitudes de onda que aporta LOFAR, sistema del cual se construyó la primera estación internacional junto a la antena del telescopio Effelsberg en Alemania.
Él dijo: «Estas observaciones muestran cómo complementa LOFAR los radiotelescopios existentes en Europa, como el telescopio Effelsberg de 100 m y el telescopio Lovell de 76 metros, de una manera casi perfecta.»
«Es realmente sorprendente que una serie de dipolos y algo de electrónica de alta tecnología en un campo en Chilbolton, Hampshire, también nos darán en breve un detector sensible a las señales de púlsar en el Reino Unido.
«Vamos a sacar el máximo partido de las señales recibidas analizándlas con circuitos de computadora súper rápidos, similares a lo que se encuentran en los juegos de las consolas de juegos modernas».
Fuente: Universidad de Manchester. Aportado por Eduardo J. Carletti
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