Puede que la vida inteligente más allá de la Tierra no sea una esperanza tan tenue como creen muchos científicos, de acuerdo con un nuevo estudio que desafía al extendido argumento anti-extraterrestres sostenido antes
Muchos escépticos acuden a la idea conocida como principio antrópico que afirma que debe ser muy rara la inteligencia extraterrestre debido a que el tiempo que requiere la vida inteligente para evolucionar es, en promedio, mucho mayor que la fracción de existencia de una estrella que resulta adecuada para la vida.
Pero ahora el astrobiólogo Milan M. Cirkovic y sus colegas han encontrado una falla en este razonamiento.
El principio antrópico, propuesto por el astrofísico Brandon Carter en 1983, continuando su trabajo pionero sobre los principios antrópicos de la década del 70, se basa en la asunción de que las dos escalas temporales —el ciclo de vida de una estrella y el tiempo que requiere la evolución de criaturas vivas e inteligentes— son por completo independientes. Si esto es cierto, argumenta Carter, es extremadamente improbable que estas dos «ventanas» de probabilidad duren más o menos la misma cantidad de tiempo, y que se den simultáneamente.
Pero Cirkovic afirma que este modo de pensar quedó anticuado. De hecho, dice que las escalas temporales relevantes no son independientes; están profundamente entrelazadas. “Hay muchas modos diferentes en los que los planetas de nuestro Sistema Solar no están aislados”, dijo Cirkovic. “No debemos considerar a los planetas habitables como una caja cerrada. Si se abandona la suposición de independencia, se tiene entonces un completo ambiente nuevo en el cual se pueden configurar varios modelos de desarrollo astrobiológico”.
Cirkovic señala que los posibles sucesos en el ambiente astrofísico de la estrella que pueden influir en el entorno biológico de un planeta son los estallidos de rayos gamma, las supernovas cercanas y las perturbaciones en las nubes de cometas. Por ejemplo, cuando una estrella se mueve a través de uno de los densos brazos espirales de la Vía Láctea, su propio desarrollo y el de sus planetas se puede ver interrumpido por los niveles mayores de radiación electromagnética interestelar y rayos cósmicos, debido a la mayor frecuencia de regiones de formación estelar y de explosiones de supernova.
Todas estas conexiones se unen para descartar la independencia sugerida por Carter, y conecta la vida de una estrella con la evolución de la vida de un planeta, defiende Cirkovic.
Una Tierra afortunada
En el caso de la Tierra, las dos escalas temporales se juntaron fortuitamente para permitir la vida. Nuestro Sol tiene aproximadamente 4.600 millones de años de vida, y la Tierra es apenas ligeramente más joven, con unos 4.500 millones de años. Se piensa que las primeras células, las más básicas, se formaron en nuestro planeta hace unos 3.800 millones de años, mientras que el género Homo, al cual pertenecemos los humanos, recién apareció hace unos 2,5 millones de años. Y los humanos modernos tenemos tan sólo 200.000 años de antigüedad.
A lo largo de más del 80 % de la existencia del Sol, existió en la Tierra alguna forma de vida. Parece que la escala temporal de la biología y la de la astrofísica se alinearon favorablemente en nuestro caso. Según el principio antrópico, esta coincidencia significa que la Tierra, y su vida, son únicas. Pero Cirkovic cree que las dos escalas temporales no se pueden haber superpuesto por casualidad. En cambio, pueden ser parte de una compleja historia, que implica una interdependencia en el sistema de la Tierra con el resto de la Vía Láctea.
Catástrofes sincronizadas
Sucesos cósmicos tales como estallidos de rayos gamma o supernovas cercanas podrían poner en cero el reloj biológico, y dar al planeta y la estrella una segunda oportunidad de sincronizarse y hacer una nueva prueba de producción de la vida. Los estallidos de rayos gamma son misteriosas explosiones que liberan descomunales cantidades de energía, que se producen al estallar estrellas súper-masivas moribundas (como Eta Carinae) o en colisiones de estrellas de neutrones que forman parte de sistemas binarios muy próximos. Si ocurre un estallido de rayos gamma en una región cercana a un sistema planetario, podría provocar un destello de radiación y posiblemente chorros de rayos cósmicos que interrumpan la vida en los planetas. Las explosiones de supernova, aunque no son tan energéticas como los estallidos de rayos gamma pero sí mucho más frecuentes en general, también traen parejado un impacto, y podrían enviar una onda de choque a los planetas que están cerca.
“Un estallido de rayos gamma no afecta si la vida comienza en un punto particular en el tiempo, pero afectaría cuán rápido se desarrolla o se mantiene al causar cambios en la química atmosférica del planeta”, dijo Cirkovic. “Esto se puede interpretar como un reinico de los relojes astrobiológicos que marcan el tiempo en todos los planetas habitables de la Vía Láctea”.
Esta idea lleva a una nueva forma de pensar sobre el origen de la vida. En lugar de una larga y gradual evolución, un suceso catastrófico podría estimular el desarrollo de una biosfera compleja y de seres inteligentes, de la misma forma que la teoría evolucionaria del equilibrio puntuado predice que las especies pasarán por largos periodos de evolución lenta marcadas (puntualmente) por breves episodios de cambios drásticos.
Por ejemplo, los paleontólogos dicen que los humanos evolucionamos a nuestro estado actual gracias a que el impacto de un asteroide hace 65 millones de años borró a los principales depredadores del planeta, los dinosaurios. La Tierra sufrió a lo largo de su historia muchas extinciones masivas por diversas causas. Aunque las extinciones borran vida, también son un botón de “reinico” que altera el ambiente y permite que emerja otro tipo de vida. En general, esto es parte de un complejo conjunto de historias astrobiológicas que Cirkovic y sus colegas llaman «el paisaje astrobiológico” de nuestra galaxia.
“La velocidad de la evolución es muy variable”, dice Cirkovic. “No existe ninguna razón para pensar que la vida en la Tierra tiene un único origen. Es bastante posible que se hayan producido distintos inicios de la vida en la Tierra”.
Cirkovic también señala que la evolución de la vida inteligente podría ser más lenta o más rápida en distintas configuraciones, y que no necesita seguir la historia astrobiológica de la Vía Láctea.
“Las correlaciones a gran escala podrían causar que muchos más objetivos del tipo SETI de los que esperamos resulten contemporáneos con nosotros, sólo basándose en una distribución por edad planetaria”, dijo Cirkovic.
Cirkovic y su equipo esbozaron sus argumentos en el ejemplar de junio de 2009 de la revista Astrobiology.
Fuente: Space.com. Aportado por Eduardo J. Carletti