Los extraterrestres no son criaturas aterradoras, sino seres filosóficos que tratan de comunicarse mediante zapateados y pedos. El futuro de la humanidad es convertirse en una manada de estúpidas focas felices. El padre de la bomba atómica practica juegos pueriles mientras religiones ficticias, como la Iglesia del Perpetuo Asombro, adoctrinan a sus fieles. ¿Ficción o realidad? Bienvenidos: así es el universo de Kurt Vonnegut.
Decía, en alguno de sus libros, «el día que me muera, Dios no lo quiera…». Pero Dios, o quien fuese, lo quiso. Fue hace dos años y medio, a consecuencia de las heridas provocadas por una caída. Antes, tuvo tiempo de convertirse en uno de los escritores estadounidenses más relevantes del siglo xx, lo que no le bastó para ser conocido en España.
Una laguna que, durante los próximos meses, podrá remediarse. El pasado agosto se publicó, en formato digital, su relato inédito Hello Red. Además de delicioso, es un breve aperitivo de Look At The Birdie, una colección de cuentos que incluirá otros trece relatos.
No se sabe aún su fecha de publicación en España, pero sí que podrá leerse en EE UU el 20 de octubre.
¿Y qué hizo Vonnegut para merecer esta página? Ser un sabio de nuestra era. Describir una época trágica mediante la desfachatez y el humor. Burlarse de los poderosos, apiadarse de los débiles, trasladarnos a mundos mejores y, a través de la fantasía, reflejar la realidad. Una realidad salpicada por la guerra, la destrucción medioambiental, la ignorancia hacia los genios de la literatura clásica y las decisiones de ignorantes dirigentes de la calaña de Bush.
Sonriendo a la tragedia
Hasta su muerte a los 84 años, Vonnegut vivió una existencia marcada por la desgracia. El Día de la Madre de 1944, su madre se suicidó. Su hermana moría de cáncer mientras su esposo, que viajaba a toda velocidad para despedirla, fallecía en un accidente de tren.
Coincidencias fatales, tan increíbles que casi resultan graciosas: con ese material construyó sus novelas. Con eso, una imaginación desorbitada y un originalísimo estilo, influido por maestros como Twain, Saroyan, Chesterton o Fredric Brown.
Nacido en una adinerada familia, el joven Vonnegut no orientó sus primeros pasos hacia la escritura sino hacia la ciencia. Aunque participó en el periódico universitario, optó por estudiar Química con la idea de trabajar en la empresa familiar. Pero la guerra interrumpió sus propósitos: justo al fallecer su madre, y ya alistado en el Ejército, tuvo que viajar a Europa para combatir en la II Guerra Mundial.
La experiencia cambió su forma de ver el mundo. A su regreso, se matriculó en Antropología y empezó a trabajar en un periódico de Chicago.
A principios de los años cincuenta publicó relatos breves de ciencia ficción y, en 1952, apareció su primera novela, La pianola, una distopía sobre la deshumanización en la que aparecen constantes de su obra posterior: críticas al capitalismo y escepticismo hacia el futuro del hombre.
Matadero Cinco
Con Las sirenas de Titán, publicada en 1957, comienza a diferenciarse de otros escritores de la época, al añadirle a sus letras unas dosis enormes de implacable sarcasmo y permitirse libertades en cuanto a lenguaje, estructura y forma.
Madre noche (1961) le permite ironizar sobre la II Guerra Mundial y fomentar los puentes entre sus diferentes obras, a través de personajes que se repiten y saltan de libro en libro. Cuna de gato (1963) es una arriesgada pirueta literaria, una novela compuesta por microrrelatos en la que hasta inventa un idioma.
Y, tras Dios le bendiga, Mr. Rosewater (1965), Vonnegut alcanza la cima con Matadero Cinco, aceptada unánimemente una de las mejores novelas del siglo xx y que le permite escapar de la definición de autor de ciencia ficción.
Nada más publicarse, en 1969, se convierte en símbolo de toda una generación: antimilitarista, atrevida, es un éxito inmediato y, desde luego, su obra más popular.
La conciencia de América
El éxito no aniquila los demonios internos del escritor. El desayuno de los campeones (1973) incluye más datos autobiográficos, le hace aparecer en la trama e, incluso, adelanta otro de sus momentos más trágicos: un intento de suicidio en 1984. Fracasa y, durante más de dos décadas, se convierte en una de las voces de la conciencia de América a través de diferentes novelas, ensayos, críticas y algún que otro guión televisivo.
Tras las excepcionales Galápagos (1985) y Barbazul (1987) anuncia su adiós a la ficción, promesa que incumple. En 2000, un incendio en su vivienda lo tiene al borde de la muerte, pero, más lúcido que nunca, sobrevive.
Cada vez más entregado a la pintura, otra de sus pasiones, ve cómo sus libros gozan de un gran reconocimiento, y algunos de sus hijos siguen sus pasos. Finalmente, en abril de 2007, fallece, dejando textos inéditos. Los mismos que dentro de poco podrán leerse y que, con un poco de suerte, terminarán de reconciliarlo con la vida y con la historia.
Genialidad entre bombas y terror
Durante dos días, Dresde se transformó en un infierno. Tan bella como Venecia, fue devastada por las bombas aliadas, que mataron a hasta medio millón de personas.
Vonnegut, prisionero de los nazis, fue testigo de un horror que lo inspiró para escribir Matadero Cinco.
Fuente: 20 Minutos. Aportado por Gustavo Courault
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