Las langostas espinosas se han convertido en una impensada inspiración para un robot con un sentido de dirección muy especial. Al igual que las langostas, utiliza un mapa de las variaciones locales en el campo magnético de la Tierra para encontrar su camino; un método que podría dar capacidades de navegación a los robots domésticos de bajo costo
En el 2003, el científico Janne Haverinen leyó en la revista Nature (Vol. 421, p. 60) acerca de la increíble habilidad para encontrar una dirección que tiene la langosta espinosa del Caribe, Panulirus argus. Un equipo de la University of North Carolina, Chapel Hill, trasladó los animales a 37 kilómetros de donde fueron capturados y los privó de señales orientativas, pero vieron que ellos siempre partían hacia su hogar en la dirección correcta. Llegaron a la conclusión de que P. argus deben navegar con un mapa incorporado de las anomalías locales en el campo magnético de la Tierra.
«Mi primera inspiración vino de las aves, las hormigas y las abejas», dice Haverinen. «Pero la langosta me aseguró la victoria».
Este hallazgo puso a Haverinen, que trabaja en el laboratorio de sistemas inteligentes de la Universidad de Oulu, Finlandia, a preguntarse si podía dibujar el mapa magnético de un edificio para los robots domésticos y de fábrica.
Es bien sabido que las brújulas se enloquecen por el metal que hay en los edificios —plomería, cableado eléctrico y barras de acero en el hormigón armado, por ejemplo— y no pueden encontrar el norte magnético. La idea de Haverinen idea era que estas distorsiones del campo magnético de la Tierra podría crear una topografía magnética distintiva.
«Así que decidimos hacer el intento de utilizar este ‘paisaje magnético’ —la serie de perturbaciones— que estaba alterando el compás como mapa para un robot», dice Haverinen.
El equipo utilizó un magnetómetro para explorar la intensidad del campo magnético cerca del piso en su laboratorio (ver foto) y en un pasillo de 180 metros en un hospital local. Luego almacenaron las variaciones del campo en la memoria de un pequeño robot con ruedas y montaron un magnetómetro en una barra proyectada hacia el frente del robot para evitar la interferencia de sus motores.
El robot pudo saber dónde estaba y conducirse a lo largo del pasillo sin un sistema de visión. Es más, el mapa magnético se mantuvo fiel un año después del primer asignación mapeo que se hizo, según informa Haverinen en Robotics and Autonomous Systems (DOI: 10.1016/j.robot.2009.07.018).
«Así que podría ser una información suficientemente estable como para que los robots calculen dónde están dentro el campo magnético ambiental», dijo.
Eso elimina la necesidad de costosos «GPS para interiores» en los que un sistema de triangulación entre balizas de radio fijas en un edificio les dice a los robots cuál es su posición.
«Confiarse en uno u otro método de orientación no es una gran idea por el caso de que éste falle», advierte Chris Melhuish, director del Laboratorio de Robótica de Bristol en el Reino Unido. «Pero se podría utilizar un sistema como éste, si se ha comprobado que funciona, para aumentar la seguridad en un robot mediante su uso en conjunto con una, digamos, navegación basada en visión».
Fuente: New Scientist. Aportado por Eduardo J. Carletti
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