Los análisis de sangre pueden ser el anticipo de una nueva ola de pruebas prenatales no invasivas
Las futuras madres están acostumbradas a que las imágenes borrosas de la pantalla del ecógrafo y los análisis de sangre sirvan para buscar posibles problemas de salud en sus hijos nonatos. ¿Qué pasaría si uno de esos análisis sirviera para hacer una lectura del genoma completo del bebé? ¿Y si un sencillo análisis pudiera proporcionar a los padres todos los detalles del código genético de un bebé antes de nacer?
Estudios recientes demuestran que se puede descodificar el genoma fetal completo usando una muestra de la sangre de la madre. En el futuro, los médicos quizá puedan obtener una gran cantidad de información sobre enfermedades genéticas u otras características de un feto gracias a la sangre de la madre embarazada. Este tipo de análisis harán surgir debates éticos sobre cómo actuar una vez que se posee dicha información. Pero también podrán dar lugar a investigaciones que sirvan para tratar enfermedades antes del nacimiento y hacer que padres y médicos estén mejor preparados para tratar a los bebés cuando nacen.
Hace ya 15 años que Dennis Lo, patólogo químico de la Universidad China de Hong Kong (China) descubrió que se podían encontrar fragmentos del ADN del feto en la sangre materna. El trabajo fue un gran avance, puesto que para obtener ADN fetal del líquido amniótico o la placenta, o directamente de la sangre del feto hay que llevar a acabo un procedimiento invasivo que conlleva un riesgo de aborto. Un análisis no invasivo haría que el análisis genético fuese más seguro y mucho más accesible.
Desde entonces, varios laboratorios han trabajado para analizar este ADN fetal y poder explotarlo en pruebas prenatales no invasivas. Este campo ha avanzado rápidamente en el último par de años, gracias a que las tecnologías de secuenciación genética son mucho más baratas y rápidas y los métodos para analizar los datos genéticos han mejorado.
Una de las primeras pruebas que se ha desarrollado es la del factor Rh, un tipo de proteína de la sangre que puede conducir a una enfermedad o la muerte del feto si la madre tiene el Rh negativo y su feto positivo. Sequenom, una empresa con sede en San Diego, California (EE.UU.) pagó por la licencia para usar la investigación de Lo y empezó a ofrecer un test de Rh no invasivo en 2010 (para llevar a cabo las pruebas que existían anteriormente había que hacer varios procedimientos invasivos como una amniocentesis o una muestra de vellosidades coriónicas, que conllevan un riesgo de aborto). Varias empresas también han ofrecido pruebas para conocer el sexo del feto y para hacer pruebas de paternidad.
Pero lo que más ha llamado la atención en Estados Unidos es una reciente tanda de pruebas que sirven para detectar el síndrome de Down, producido por una copia extra del cromosoma 21. Como en Estados Unidos es habitual que a las embarazadas les ofrezca hacerles pruebas para detectar el síndrome de Down, el mercado para este tipo de pruebas es muy grande.
En concreto, a prueba para detectar el síndrome de Down podría tener un efecto beneficioso enorme. Normalmente, a una mujer embarazada se le hace una prueba de cribado inicial en la que se buscan sustancias en su sangre asociadas con el síndrome de Down. Jacob Canick, profesor de patología y medicina de laboratorio de la Universidad de Brown (EE.UU.) explica que las pruebas detectan el 90 por ciento de los casos de síndrome de Down, pero tienen una tasa de falsos positivos del 2 al 5 por ciento. Esto podría parecer poco, pero dado que el síndrome de Down afecta solo a uno de cada 500 embarazos, el número de mujeres con falsos positivos es mucho mayor que aquellas que realmente llevan un feto afectado por el síndrome. El único diagnóstico definitivo se lleva a cabo con una amniocentesis o muestra de vellosidades coriónicas. “Eso significa que de cada 20 mujeres que se someten al procedimiento invasivo, 19 descubrirán que no son portadoras de la anomalía genética”, explica Canick.
Con unas probabilidades tan bajas, muchas mujeres eligen no someterse al procedimiento invasivo. Pero nuevas pruebas no invasivas podrían hacer que el cribado se generalizara. “Parece, por lo que demuestran nuestros datos y los de otros, que estas pruebas son muy, muy buenas”, afirma Canick, que ha llevado a cabo un ensayo, financiado por Sequenom, de una de estas pruebas. Las pruebas aún no son definitivas, pero podrían asegurar que muchas menos mujeres tuvieran que someterse a pruebas invasivas innecesarias.
Hay varias start-ups que ofrecen pruebas fetales para el síndrome de Down y otros problemas de salud producidos por copias extra de cromosomas, o cromosomas que no aparecen. Diana Bianchi, directora ejecutiva del Instituto de Investigación Maternoinfantil del Centro Médico Tufts (EE.UU.), que forma parte del consejo de una start-up llamada Verinata Health que desarrolla este tipo de pruebas fetales, afirma que resulta sorprendente la rapidez con la que las pruebas han llegado al entorno clínico.
Esa rapidez preocupa a algunos. “No se les exige un estándar mínimo de precisión antes de salir al mercado”, afirma Mildred Cho, especialista en bioética de la Universidad de Stanford (EE.UU.). Afirma que las pruebas se están usando comercialmente al mismo tiempo que su precisión se evalúa en ensayos clínicos. Y mientras que la mayoría de las pruebas genéticas se han desarrollado en laboratorios académicos, esta tecnología la comercializaron y diseminaron rápidamente las empresas. Sequenom ha solicitado los derechos de propiedad intelectual sobre la prueba y ha denunciado a otras empresas por violación de patentes. A Cho le preocupa que si se lograra un monopolio, eso impedirá que otras empresas mejoren la tecnología.
Mientras tanto, estudios recientes sugieren que las pruebas no invasivas podrían ampliarse a lo largo de los próximos años para ir más allá de contar cromosomas y servir para buscar aberraciones genéticas más pequeñas, incluyendo mutaciones en genes únicos. Un estudio publicado el mes de junio pasado por un grupo de la Universidad de Washington en Seattle (EE.UU.) descodificó el genoma de un feto usando una muestra de sangre de la madre y una de saliva del padre. Mientras tanto, los investigadores de la Universidad de Stanford han logrado una hazaña parecida usando solo una muestra de sangre de la madre.
Eso significa que muy pronto los padres podrían recibir un análisis completo que cribara en busca de todo tipo de anomalías genéticas y distintas características. “Al ampliar estudio al genoma completo, surge la posibilidad de buscar rasgos que no son enfermedades”, afirma Cho, y para enfermedades complejas que no tienen un componente genético tan claro como el síndrome de Down. “La gente puede tomar decisiones respecto a si ponen fin a un embarazo basándose en factores de riesgo muy pequeños”, afirma. “Pueden no comprender que las pruebas no predicen las enfermedades”.
Pero un grado mayor de conocimiento podría ayudar a las mujeres y a los médicos a prepararse para un parto difícil o prepararse para problemas de salud que tienen cura pero que en la actualidad no se diagnostican hasta el nacimiento. Bianchi espera que la posibilidad de descubrir enfermedades en los fetos también renovará el interés por tratar la enfermedad antes del nacimiento. “Las cosas que se pueden tratar van a cambiar el panorama”, afirma. “Ahí es donde resultará transformadora”.
Explica que hasta ahora la medicina fetal se ha limitado básicamente a cirugía para anomalías anatómicas que son visibles mediante una ecografía. Pero muchas enfermedades podrían tratarse gracias a la medicina, incluso las genéticas. El laboratorio de Bianchi se encuentra estudiando el síndrome de Down fetal para ver si se pueden aliviar algunos de los efectos de la enfermedad mientras el bebé se encuentra en el útero. “Si podemos mejorar el entorno bioquímico cuando el cerebro está en fase de desarrollo”, sostiene, “quizá podamos mejorar el aprendizaje y la memoria”.
Fuente: Technology Review. Aportado por Eduardo J. Carletti
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