Desde el Gótico hasta la actualidad, la literatura de lo extraño y lo insólito viene sacudiendo la más íntima sensibilidad del lector, lo invita constantemente a un asombroso viaje por las ocultas regiones del ser
Leí mis primeros cuentos de la Abadía de Carfax en octubre de 2012. Se trataba de la tercera recopilación, hecha por Claudia Cortalezzi, y me gustó mucho. Sabía de la existencia del grupo desde un par de años antes, ya que habíamos coincidido con varios miembros en las Tertulias de Ciencia Ficción y Fantasía; en algún momento, inclusive, habré visto ejemplares de sus libros en las mesas del bar La Alameda, donde nos reunimos.
Nunca me había despertado gran interés, porque desde el nombre de reminiscencias victorianas y vampíricas hasta la estética de las tapas, con destacadas calaveras y lúgubres colores, sin mencionar los breves comentarios de contratapa, todo proclamaba a las claras que eran de terror. Del género de terror, digo, no que fueran malos (je, años esperando hacer este chiste en público). Y yo… no soy lector del género de terror. Si bien me considero un lector de criterio amplio (lo que se traduce en que leo hasta los boletos de colectivo, cuando los había disponibles), tiendo a leer principalmente fantasía y ciencia-ficción. Es lo cómodo de los géneros: uno encuentra lo que le gusta y puede ir por más de lo mismo. Entonces, teniendo poco tiempo para leer, suelo preferir las apuestas seguras. Por supuesto, leí a Lovecraft, Poe, al mismo Stoker, una pequeña parva de antologías, algún Barker, King y otros más. Aún así, generalmente escojo del terror y lo siniestro lo que más elementos fantásticos tenga, para no salirme mucho de «mis» géneros.
Entonces, ¿por qué leí ese Carfax 3? Una razón de lo más trivial (o quizás el oscuro destino, como el lector prefiera): lo había ganado en un sorteo y, como no soporto tener libros sin leer en la biblioteca, lo tomé y lo leí. Después, ya quedé enganchado. Lo leí rápidamente, sorprendido del nivel, del atractivo, de las voces, de las tramas… ni siquiera me acordé que no era mi género favorito, hasta que ya lo había terminado. De ahí, contacté a Claudia y, con un poco más de tiempo, conseguí y leí los primeros dos. Encontré más de lo mismo, las mismas sensaciones (excepto la novedad y la sorpresa, claro, porque ya estaba advertido de lo que iba a encontrar).
A partir de ahí, profundicé un poco más mi contacto con el grupo, por lo menos como seguidor, Así, me enteré de la preparación de la cuarta antología, esta vez a cargo de Ricardo Giorno. Me enteré con agrado de su publicación y arreglé con Ricardo, que trajo ejemplares a una de esas Tertulias, donde conseguí uno, previamente reservado.
Después de todo este prolegómeno, puedo decirles que terminé de leerlo y empezar a hablar del libro. Toda esta introducción era más que nada para ponerlos en situación, recordarles los (prestigiosos) antecedentes de esta antología y justificar mis expectativas previas a la lectura.
Hay que decir que estas expectativas eran altas, ya que las tres anteriores han colocado un listón muy elevado. Hay que decir también que ésta está a la altura del desafío y no desluce para nada la colección, aunque debo aclarar que, en mis preferencias personales, quedó un poco por debajo en varios aspectos, y un poco por encima en otros.
Pasaré a explicar tan singular juicio.
Todas han tenido el mismo modus operandi: una colección de cuentos, varios cuentos (quizás muchos, quizás demasiados incluso) de diversos autores, de variada longitud, sin unidad temática ni de época. Sólo los une el género (muy vagamente, pero siempre relacionado con el terror, con elementos fantásticos) y las relaciones entre los autores, que han participado de los mismos talleres, se conocen, tiene los mismos maestros, lecturas similares y son coetáneos.
No mucha más relación se puede encontrar entre los cuentos del mismo volumen, y si bien no es poca, marca una característica de estas antologías: la diversidad. Semejante diversidad, deseable para que el libro tenga llegada a los lectores más diversos también, implica que a cada lector en particular habrá cuentos que le gusten más y cuentos que le gusten menos, o directamente no le gusten. Y he aquí el meollo de mi apreciación.
La antología queda por debajo en el sentido de que encontré un cuento que directamente me disgustó. Esto no me había pasado en las otras, donde encontré unos cuantos que gustaron y otros que me resultaron indiferentes; éste me disgustó y me chocó. Lo cual no es necesariamente malo desde el punto de vista del libro, por dos razones: una, la diversidad que ya mencioné hace que, casi seguramente, lo que a mí me disgusta, otro lo encontrará interesante; otra, que se trata de arte y en el arte muchas veces se busca impacto, no siempre agradar, sino producir algo. Bueno, lo que me produce «Jugando a la familia» de Matías Orta es un fuerte disgusto. Está bien escrito, eh, no se trata de esa clase de disgusto. Bien desarrollado, bien trazado, bien los personajes, el ritmo.. técnicamente está muy bien. Pero la temática y el tratamiento me producen sensaciones violentas y no encontré el elemento fantástico en ninguna parte, así que tampoco entiendo bien (ya le preguntaré a Ricardo) su inclusión en el libro.
Queda por encima en otros aspectos. El invitado que eligieron es otro amigo mío, un escritor al que admiro desde hace mucho, al que la mayoría de ustedes conoce más como el editor y creador de Axxón: Eduardo Carletti. Que se incluya un cuento suyo, y uno muy bueno, le da (para mí) a esta antología un valor agregado muy particular.
Pero no es ló único, a tal punto que ni siquiera fue el cuento de Eduardo lo que más me gustó de este Carfax. Hay varios que me han gustado tanto como ése, y algunos más. Los menciono en desorden, para mantener la diversidad:
«Apuntes para un Apocalipsis» de Luis Catenazzi: con aire de «Soy Leyenda»… pero en una versión por momentos bizarra, por momentos surrealista; mucho más cercana a nosotros que Matheson. Muy divertido, muy ingenioso y muy bien realizado.
«Las grietas del cielo» de Daniel de Leo: este trae recuerdos de «El color que cayó del cielo», pero muy original, lejos del tono de los horrores de Lovecraft y, nuevamente, más cerca de nuestra estética y situación. Muy bien escrito, muy buen ritmo.
«Amadeo» de Nahuel Fernández Etlis: Quizás es injusto destacarlo porque es, de alguna manera, menor… pero no puedo resistirme a admirar la construcción de los dos personajes y la insostenible situación, la patología de la que no puedo decir nada sin estropear un cuento cuyo absurdo digno de un «Esperando a Godot» sacude nuestra percepción.
«Mausoleo precámbrico» de Federico Buccino: Otro recuerdo, esta vez de dos cosas: la película «El enigma de otro mundo» (The Thing) de Carpenter y la novela «La noche de los tiempos» de René Barjavel. La expedición, el hielo, el misterio. Impecable el trabajo con las distintas voces de los personajes-narradores, y muy buen ritmo.
Ya bajando un poco, se siente el impacto de ser la cuarta de una serie. Hay varios autores a los que ya vimos más de una vez, y sabemos o intuimos más qué esperar de ellos. También, al abrevar siempre del mismo círculo, llega un momento en que los mejores cuentos ya están publicados. Mantengan un ojo abierto con Carfax 5 (que lo espero, nuevamente ansioso): autores, redoblen sus apuestas. Hagan cosas distintas.
Antologistas: busquen con cuidado, con afán, con imaginación; ayuden, guíen, sean editores y partícipes; marquen nuevos rumbos. Esta edición muestra,a mi parecer, que si siguen mucho con la misma fórmula, se va a agotar más pronto que tarde.
En esta edición, varios cuentos NO me sorprendieron, y eso sí es malo… sobre todo con esta temática. Hay cuentos que apuestan al final sorpresa, pero el lector ya está advertido (y el miedo no es zonzo). Hay fórmulas que ya están vistas; no es casual que en cada uno de los cuentos que marqué, haya trazado una línea a cosas que me recordaron: lo mismo podría hacer con los que no mencioné. Casi todo tiene un antecedente, es cada vez más difícil hacer algo original y ahí está el mérito y la búsqueda del artista. Está bien que se pueda rastrear una influencia o ver un homenaje, como dije, es casi inevitable. Pero hay que sobreponerse a eso y marcar la propia impronta, dejar huella en el lector.
Todavía, en esta antología, la mayoría lo logra y por eso le doy un buen puntaje y la recomiendo ampliamente. Me gustó en general la selección de Giorno, seguramente compartimos buena proporción de gustos y lecturas.
Es impecable el trabajo de los textos, y esto lo quiero remarcar. La edición está muy cuidada, casi sin errores. El libro tiene buena encuadernación, buena diagramación, letra muy cómoda, buen papel. Pero los textos se destacan, se nota que están todos muy bien trabajados, revisados, cuidados y editados. Se nota el esfuerzo, el aprendizaje y práctica consciente de lo aprendido en talleres y experiencias de escritura. Todos tiene un altísimo nivel, nada está mal escrito, ni siquiera medianamente. Todos demuestran un elevado grado de profesionalismo y merecen ampliamente el título de escritores.
Mención aparte para el recopilador. No me ha tocado, pero no debe ser fácil elegir entre los cuentos, buscar una línea del propio gusto pero pensando en otro público también. Sobre todo, si es un grupo de amigos o conocidos. Explicar las elecciones, pedir revisiones, sugerir ediciones… todas cosas que se complican al tratar con un grupo humano del que uno forma parte.
Me gustan mucho también las mini-biografías de los autores que salen delante de cada cuento. Son muy sintéticas, pero nos permiten identificar un poco más a los escritores y sus voces, además de ver un poco las relaciones entre ellos también.
Resumiendo y cerrando esta reseña: una nueva edición de una antología que sigue la trayectoria marcada, con muy buen resultado . Las cuatro se pueden leer en cualquier orden, son completamente independientes. Muy recomendable, no importa si les gusta el género del terror o la fantasía: todo está bien escrito, es suficientemente variado para que seguramente encuentren algo que les guste y da una muy buena muestra de cómo se escribe terror o fantasía oscura en la actualidad.
Fuente: Aportado por Carlos Ferro