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El Sol nos sigue disparando eyecciones de masa coronal

Hoy, 9 de febrero de 2013 a las 2:30 am EST (4:30 hs de Argentina), estalló en el Sol una eyección de masa coronal o CME (Coronal Mass Ejection) dirigida hacia nuestro planeta, asociada con una llamarada de larga duración de clase C2.4

Los modelos experimentales de investigación de la NASA, en base a las observaciones del Observatorio Solar de Relaciones Terrestres (STEREO) y el Observatorio Solar y Heliosférico de la ESA / NASA, muestran que la CME salió el Sol a una velocidad de unos 500 kilómetros por segundo, una velocidad bastante típico para las CME.

Históricamente, las CME que surgen a esta velocidad por lo general son benignas.

No se debe confundir con una llamarada solar; una CME es un fenómeno solar que puede enviar partículas solares al espacio y llegar a la Tierra entre uno y tres días más tarde.

Las CME dirigidas hacia la Tierra pueden causar un fenómeno meteorológico espacial al que se le llama tormenta geomagnética, que se produce cuando estas eyecciones se conectan con el exterior de la envolvente magnética de la Tierra, la magnetosfera, durante un período prolongado de tiempo.

En el pasado, las CME con esta fuerza han tenido poco efecto. Pueden causar auroras cerca de los polos, pero es poco probable que alteren los sistemas eléctricos en la Tierra o interfieran con los GPS o los sistemas basados en satélites de comunicaciones.

El Centro de Predicción del Tiempo Espacial de la NOAA ( http://swpc.noaa.gov ) es la fuente oficial para las previsiones meteorológicas, alertas, avisos y alertas espaciales del Gobierno de los Estados Unidos.

¿Qué es una CME? Para obtener respuestas a estas y otras cuestiones del clima espacial, visite las consultas habituales del sitio Spaceweather.

Para ver los últimos eventos solares, visite el Archivo de Eventos Solares.

Fuente: NASA. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Una eyección solar se dirige hacia la Tierra a 600 kilómetros por segundo

El observatorio solar STEREO ha detectado una eyección solar que viaja hacia la Tierra a 600 kilómetros por segundo y podría causar una tormenta geomagnética, según informa la NASA

El Observatorio de Relaciones Terrestres (STEREO), que envió la NASA en 2006 para estudiar cómo afecta el flujo de energía y la materia solar a la Tierra, y el Observatorio Heliosférico y Solar (SOHO), detectaron la erupción el día 23 de enero.

Este fenómeno puede enviar partículas solares y alcanzar la Tierra hasta tres días después provocando una «tormenta geomagnética» que puede afectar a las redes eléctricas y los sistemas de telecomunicaciones.

La NASA explicó que en el pasado otras eyecciones solares con esta velocidad no han causado tormentas geomagnéticas «sustanciales», aunque sí que han dejado su huella con auroras visibles en los polos.

En esta ocasión, según la NASA, parece «poco probable» que la tormenta afecte a los sistemas eléctricos en la Tierra o cause interferencias en los GPS o en los satélites de comunicaciones.

No obstante, recomienda estar pendiente de la información del centro de meteorología espacial de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA) de EEUU.

Transferencia de energía

El telescopio de la NASA High Resolution Coronal Imager (Hi-C), lanzado en un cohete suborbital en 2012 para estudiar la corona del sol, su parte más caliente, acaba de descubrir cómo el sol acumula y libera energía.

El telescopio fue capaz de captar filos de plasma magnéticos en las capas exteriores del sol, que supone la primera evidencia clara de la transferencia de energía del campo magnético del Sol a su corona, algo que hasta ahora era sólo teoría.

Estas observaciones ayudarán a los científicos a elaborar mejores predicciones del clima espacial, ya que la evolución del campo magnético en la atmósfera solar impulsa todas las erupciones solares, que pueden llegar a la atmósfera y causar estas tormentas.

Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Nuevo instrumento agrega importante información sobre el misterio de la temperatura solar

Nuevas imágenes explican el fenómeno por el cual la atmósfera solar es aún más caliente que su superficie, hasta 4 millones de grados centígrados

La superficie visible del Sol es un infierno de más de 5.500º C. Bien, uno podría esperar semejante calor en este horno gigantesco, pero resulta que a medida que nos alejamos de la superficie, las temperaturas, contra toda lógica, aumentan en vez de atenuarse. ¿Cómo puede ocurrir algo así? ¿No debería suceder lo contrario? Este misterio ha intrigado a los astrónomos durante décadas, y ahora un equipo de investigadores estadounidenses cree haber encontrado la solución. Nuevas imágenes en alta resolución de la atmósfera exterior del Sol, la corona —el fantasmal halo que brilla alrededor en un eclipse total— han proporcionado evidencias de que unas gigantescas trenzas magnéticas proporcionan la energía suficiente para calentar esta capa de gas ionizado. De esta forma, la corona llega a «arder» a casi 4 millones de grados centígrados.

Las imágenes fueron captadas por un cohete suborbital lanzado en julio de 2012, dotado con un potente telescopio (High-resolution Coronal Imager, o Hi-C). El telescopio proporciona una resolución de 0,2 segundos de arco, aproximadamente el tamaño de una moneda de diez centavos vista desde 10 kilómetros de distancia. Eso permitió a los astrónomos desentrañar detalles de solo 160 km de tamaño, algo muy pequeño, si se tiene en cuenta que el diámetro del Sol es de 1.392.000 km.

Las imágenes, que aparecen publicadas en la revista Nature, revelan un complejo proceso conocido como reconexión magnética, uno de los mecanismos que bombea energía a la corona, calentándola a temperaturas de hasta 4 millones de grados centígrados cuando el Sol está particularmente activo. «Es la primera vez que tenemos imágenes a una resolución lo suficientemente alta como para observar directamente la reconexión magnética», explica el astrónomo Leon Golub, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian. «Podemos ver detalles de la corona con cinco veces más precisión que con cualquier otro instrumento».

La actividad del Sol, incluyendo las llamaradas solares y las erupciones de plasma, es alimentada por los campos magnéticos. Su superficie es como una colección de imanes gigantescos repartidos por todos lados después de burbujear desde el interior del Sol. Los campos magnéticos se asoman en un punto y saltan a otro lugar. El plasma fluye a lo largo de estos campos, trazando hilos brillantes.

Las imágenes de Hi-C muestran campos magnéticos entrelazados que son iguales que el cabello trenzado. Cuando esas trenzas se relajan y estiran, liberan energía. Hi-C fue testigo de uno de esos eventos durante su vuelo. También detectó un área donde las líneas del campo magnético estaban cruzadas formando una X, luego se enderezaron cuando los campos se reconectaron. Minutos más tarde, ese lugar estalló en una llamarada solar.

Solo cinco minutos

Hi-C fotografió el Sol en luz ultravioleta a una longitud de onda de 19,3 nanómetros, 25 veces más corta que las longitudes de onda de la luz visible. Esa longitud de onda es bloqueada por la atmósfera terrestre, por lo que para observarla los astrónomos tenían que pasar por encima de ella. El vuelo suborbital del cohete permitió a Hi-C recoger datos poco más de cinco minutos antes de volver a la Tierra.

El telescopio solo podía ver una parte del Sol, por lo que el equipo tuvo que apuntar con cuidado. Y ya que el Sol cambia cada hora, tuvieron que seleccionar su destino en el último minuto, el día del lanzamiento. Eligieron una región que prometía ser especialmente activa. «Nos fijamos en una de las regiones activas más grandes y complicadas que he visto en el Sol», dijo Golub. «Teníamos la esperanza de que íbamos a ver algo realmente nuevo, y no nos decepcionó».

En el futuro, los científicos esperan poder lanzar un satélite que pueda observar el Sol continuamente con el mismo nivel de detalle. «Hemos aprendido mucho en tan solo cinco minutos. Imagina lo que podríamos aprender observando el Sol 24 horas siete días a la semana con este telescopio», afirma Golub.

Fuente: ABC. Aportado por Eduardo J. Carletti

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