El rincón de las tinieblas: Paine, el panfletario

Eduardo Pablo Giordanino

The Guardian Prince of Albion burns in his nightly tent:
Sullen fires across the Atlantic glow to America' s shore,
Piercing the souls of warlike men who rise in silent nigth.
Washington, Franklin, Paine & Warren, Gates, Hancock & Green
Meet on the coast glowing with blood from Albion' s fiery Prince.

—William Blake, America: a prophecy

Thomas Paine (1737-1809) era tan británico y autodidacta como William Blake. Deberíamos agregar también que era tan sincero como Blake, pero con la diferencia de trabajar para el gobierno como recaudador de impuestos. Paine protagoniza un caso histórico que demuestra la antinomia de la sinceridad y la patronal, cuando edita en 1772 --a los 35 años-- su primer folleto titulado The case of the Officers of Excise (El caso de los recaudadores de impuestos), y lo despiden.

Debido a los fracasos de Paine como fabricante de corsés, como recaudador de impuestos, a sus desastrosas experiencias como vendedor de tabaco, y a su quiebra como cafetero (su mujer era hija de un propietario de una empresa del rubro) los estaounidenses consiguieron a uno de los fundamentales inspiradores y firmante de su declaración de la independencia: en septiembre de 1774 Paine llega a los inminentes [futuros] Estados Unidos con una carta de recomendación de Benjamín Franklin. Más tarde trabaja como periodista y entra en contacto con los revolucionarios. El 10 de enero de 1776 manda imprimir su segundo panfleto autopublicado, que todavía hoy se lee con placer: Common Sense (Sentido común), texto inspirador de la Declaración de la Independencia, donde clama por la separación del reino. El folleto tuvo gran repercusión: vendió 100.000 copias en un lapso de tres meses y posteriormente tuvo gran cantidad de reediciones, llegando a un total de 300.000 ejemplares. Su aceptación fue tal que en el ejército, los oficiales lo leían en voz alta ante la tropa formada. No sólo Blake era dado a la profecía: en plena guerra de la independencia, Paine declara que " Los Estados Unidos de América sonarán tanto en el mundo y en la historia como el reino de Gran Bretaña" (The American Crisis, n. 2, enero de 1777), donde aparece por primera vez el nombre completo del flamante país norteamericano.

Pero las intuiciones proféticas del poeta lejos están de los cálculos financieros del editor: la historia de Common Sense merece un párrafo aparte, ya que su autor jamás obtuvo un centavo de ganancias, ni por escribirlo, ni por publicarlo, ni por venderlo (en aquellas épocas pioneras era duro ser asesor presidencial). Paine decidió seguir los consejos de un amigo que le recomendó publicar sus ideas en forma de folleto. Surge así el tema de los usos y costumbres editoriales en el siglo XIX, en especial la costumbre de autoeditarse (id est, dirigirse a una imprenta y publicar tu libro como "edición del autor", sin nombre de editorial. Esto podía ocurrir por dos causas: que las editoriales no aceptaran publicarlo, o que te cobraran los gastos de edición --por supuesto mencionando su nombre comercial en el pie de imprenta--. Quienes no eligen estas opciones producen esos libros que no tienen "editorial" y que antes equivalían a pagar menos impuestos, pero hoy ni lo sueñes ¡Oh desdichado Lector/Autor! porque los tendrás que abonar de cualquier manera. Dios perdona, la DGI no).

Digresión sobre edición

Esto ocurría --sigue ocurriendo-- porque numerosos escritores veían sus obras rechazadas por editores comerciales y decidían entonces "autopublicarse", es decir "autoeditarse", proceso hoy más generalizado y popularizado a través de las computadoras e impresoras láser, desk-jet, ink-jet, y otros-jet (con las que cualquiera tiene acceso a trabajos y detalles tipográficos antes exclusivos de las imprentas; o con nuevas formas de "publicar" [que según la acepción cabal del diccionario de la Real Academia Española es "hacer notoria o patente, por televisión, radio, periódicos o por otros medios, una cosa que se quiere hacer llegar a noticia de todos"] como las facilitadas por Internet, en las que un archivo colocado en una PC es accesible desde cualquier punto del planeta a través de otra PC), proceso que en el siglo XIX tuvo gran auge a partir del desarrollo de las rotativas --en el caso de los periódicos-- y de las imprentas caseras: son famosos los casos de autores que componían tipográficamente su obra, o que se iniciaban en las lides de la escritura por medio del periodismo. Casos de autoedición famosos en la época son el de Blake y Shelley; Edgar Poe a los 18 años con una limitada edición de 40 ejemplares de Tamerlán y otros poemas; Walt Whitman, que en 1855 compuso con sus propias manos la tipografía de Hojas de hierba y tiró 1.000 ejemplares; Mark Twain con Huckleberry Finn; entre nosotros Jorge Luis Borges con la primera edición de Fervor de Buenos Aires; etcétera. Más tarde este estilo de edición recibiría el impulso de los mimeográfos y las fotocopiadoras, que en el siglo XX dieron fama a los fanzines (de fan=fanático o aficionado; y zine, contracción de magazine=revista: "revistas de aficionados"), los más famosos son las revistas de ciencia-ficción surgidas después de 1940 en Estados Unidos; luego surgirían las revistas en diskette (de las cuales Axxón es un ejemplo argentino famoso) o en CD-ROM (de las cuales Hypermedia es/era un ejemplo argentino); hoy con el advenimiento de Internet disfrutamos de los e-zines (e, abreviatura de electronic = electrónica y zine, revista: "revistas electrónicas") como la publicación valenciana Contes per a extraterrestres (Cuentos para extraterrestres) dedicada a la literatura fantástica, un caso paradigmático: en su versión impresa en lengua catalana como fanzine tenía una circulación de 200 a 300 ejemplares, mientras que hoy como e-zine bilingüe (catalán e inglés) es uno de los lugares más visitados de Internet a través de su famoso Web, con más de 7.000 accesos semanales: 1.000 personas por día miran la revista CPE. Siguiendo esta digresión, invitamos al lector a visitar otro interesante e-zine trilingüe (español, catalán e inglés): Malacandra: teoría y práctica de la literatura fantástica en http://www.geocities.com/SoHo/Cafe/1131.1

Paine como publicista

La intención original de Paine, como la de cualquier autor, era dar a conocer sus opiniones. La forma primaria de Common Sense fue entonces la de cartas a periódicos de la colonia, pero ningún director quiso publicarlas. Siguiendo el consejo de su amigo Rush, Paine lo publica como panfleto. Firmó un contrato con el impresor Bell para tirar 1.000 ejemplares de cuarenta y siete páginas, con un precio de venta final de dos chelines (unos 10 centavos de libra esterlina). Si el impresor sufría pérdidas, éstas serían compensadas por Paine, que además renunció a las posibles ganancias, ya que fue "mita y mita" en el contrato, dejando su mitad como donación al Ejército para la compra de guantes.

Esta primera horneada de sentido común se agotó a la segunda semana que salió de la imprenta, y cuando Paine reclamó las 30 libras para los guantes del ejército, Bell se hizo el sordo y reimprimió la obra sin autorización (costumbre que suelen retomar cada tanto los editores). El autor amplió el panfleto y pagó a dos impresores para que hicieran 6.000 copias, después vendió la edición a un librero como distribuidor, con la condición de que vendiera cada ejemplar a un chelín (0,05 de libra), para permitir su lectura a todo el pueblo. La edición ampliada tuvo una venta de 150.000 ejemplares y llegaron copias a Inglaterra, Europa y Sudamérica (en 1986 vi uno de esos ejemplares en la Biblioteca Nacional, en la calle México 564, quién sabe si habrá sobrevivido a la mudanza...). Años después Paine aún les debía a los impresores 39 libras: evidentemente era más patriota que hombre de negocios. El 4 de julio Thomas estampa su firma en la declaración de la independencia. Antes de fin de año, el 19 de diciembre, aparece otra obra suya, La crisis americana, con la famosa frase "These are the times that try men's souls" : Estas son épocas que templan el alma de los hombres (The American Crisis, n. 1, diciembre 1776).

En 1787 Paine vuelve a Inglaterra, mientras que en Filadelfia se abre en mayo la Convención Constituyente. En el año 1791, publica en Londres el primer tomo de su obra más famosa, Rights of Man (Los derechos del hombre). En 1792 aparece el segundo tomo de esta obra fundadora de la ciencia política, donde Paine --además de continuar su polémica con el conservador Burke-realiza una crítica definitiva de los regiménes monárquicos y aristocráticos, y establece la propedéutica del sistema republicano. Pero el gobierno declara ilegal este texto y Paine escapa a Francia, donde consigue un escaño en la Convención Nacional y, según sus gustos, pasa sus días al calor de la revolución. Sin duda Paine fue una persona con ganas de presenciar los grandes momentos de la historia. Por no estar de acuerdo con el castigo al rey --se oponía a que le aplicaran la pena de muerte (y Robespierre por poco no se la aplica a él)-- en 1793 los jacobinos lo encarcelan, pero no logran silenciarlo y entre 1795-1796 publica Age of Reason (La edad de la razón), que tampoco es vista con ojos simpáticos y le vale la condecoración de "sucio ateo". Vuelve a Estados Unidos en 1802 y un año después es invitado por el presidente Jefferson a pasar dos semanas en la Casa Blanca, suceso que provocó varios resquemores en los "acomodados de siempre", quienes lo consideraban persona non grata por varios motivos: el primero, haber participado en la Revolución Francesa; segundo, estar orgulloso de su visión religiosa poco convencional, que expuso en La edad de la razón; y last but not least, por sus críticas a George Washington. Es el típico inconveniente de tener muchos adjetivos juntos, sobre todo algunos tan cargados como los de "ateo" y "revolucionario".

Como final de la fábula, y para que los argentinos no nos creamos que somos los más ingratos del mundo (por haber dejado morir solo a Moreno en un barco, o a San Martín endeudado en Francia, etc., etc. y siguen los etcéteras), señalemos que Paine murió pobre y solitario el 8 de junio de 1809 en 59 Grove Street, New York. Su cortejo fúnebre estuvo compuesto por 6 (seis) personas.

The end

William Blake, William Godwin y Thomas Paine veían en el ancien règimeel sistema gótico por excelencia, con su abuso de autoridad, sus injusticias y sus modos totalitarios. Pero después de la Revolución Francesa, que siguen de cerca, la nueva visión política del mundo de los hombres surge y se transforma con ellos. Aparece la democracia, que renueva los sistemas políticos; y nace el romanticismo, novedosa sensibilidad para el universo del arte. Sus vidas, sus obras, forman parte de nuestra historia, que todavía busca su horizonte.


Notas

[1]Al momento de republicar esta nota (4-Mar-2011), Geocities ha dejado de existir. Sin embargo, una copia de Malacandra se halla archivada en http://www.oocities.org/soho/cafe/1131/ (N. del E.)