Revista Axxón » «¡ARGENTINOS, A VENCER! – 5 – Por qué tardaste tanto», Juan Simeran - página principal

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. 5 .

Por qué tardaste tanto

 

 

—¿Así que en una semana te vas a Costa Rica?

«Cuando siento que un nuevo inicio es posible, la realidad se me ríe en la cara. Claudia, esta mujer espléndida que no me canso de acariciar, será una imposibilidad física en sólo una semana», piensa Javier con amargura.

Incómodos pero felices en el sofá del estudio jurídico, en el demorado momento de las caricias y los susurros deshilvanados, saciada la primera sed del uno al otro, ella se lo dijo como quien confiesa lo más hondo de sí.

Claudia juega con su cabello.

—Pero esto es de lo más lindo que me llevo en la valija, chocolatero.

Javier había preguntado poco y entendido mucho: «Ni falta hace que alguien explique los motivos por los que deja el país». Por entre el visillo de la ventana la lluvia trepida con ritmo monótono. Un radiador salva al estudio del congelamiento. Claudia había sacado frazadas de un armario, y los dos se hacen arrumacos en el sofá como adolescentes.

En el escritorio se enfrían las dos tazas de café que no llegaron a probar, y un ejemplar del diario El Caudillo de hace una semana muestra su sempiterna tapa triunfal a la nada:

 

TRIUNFO DIPLOMÁTICO ARGENTINO:

EL PRESIDENTE IRANÍ MAHMOUD AHMADINEYAD

CONDENA EL CRIMINAL EMBARGO

EN REUNIÓN CON EL CANCILLER ARGENTINO

 

A Javier lo incómodo ver El Caudillo cuando se sentó en las sillas destinadas a los clientes del estudio, en una lejanísima e inolvidable presentación, una hora atrás.

Claudia estaba sola, le abrió la puerta, no mostró sorpresa. Lo acompañó al privado meneándose provocativamente y se sentó tras el escritorio haciendo una de las preguntas más cínicas que Javier escuchara jamás:

—Señor chocolatero, dígame a qué debo el honor de su visita. Lo escucho —dijo Claudia con aire travieso y risueño, apoyando el fino mentón sobre los puños entrecruzados, como quien está dispuesto a atender un difícil problema jurídico.

—Doctora, disculpe pero creo que se le perdió esta tarjeta en mi bolsillo —dijo Javier con voz suave y mirándola a los ojos, alcanzándole la tarjeta. Ella la tomó pellizcando apenas la punta de sus dedos con sus largas uñas rojas. Contestó sonriente y sin sonrojarse:

—Caramba, qué distracciones las mías, andar olvidando mis tarjetas en los bolsillos de los caballeros. Cómo agradecerle su gentileza, señor…

—Javier… pero me encantó lo de señor chocolatero.

—Entonces, señor chocolatero, lo invito con un buen café… Se me queda sentadito y espera que ya vuelvo. Está empapado, ponga la campera al lado del radiador. Se ve que necesita ya mismo algo bien caliente —dijo Claudia, arrepentida pero sin poder volver atrás cuando se escuchó decir bien caliente. Al pararse, sintió humedades que ya casi había olvidado que existían.

Cuando volvió, apoyó las tazas de café del lado de Javier, y apoyó las manos en sus hombros. Cerró los ojos, aspiró su olor. Actuaba por un impuso irrefrenable. «Estoy cayendo al vacío y, a la vez, siento que floto».

Al oído le susurró: por qué tardaste tanto…

 

—¿Y qué hay de tan interesante en Costa Rica? —pregunta Javier. «Como si importara la respuesta», piensa.

Claudia vuelve a preparar café en la kitchinette con una mano, mientras con la otra sostiene una de las mantas alrededor de su cuerpo. La penumbra refleja apenas luz en sus hombros, que emiten destellos lechosos entre rulos más rojos que el rojo de la frazada.

—Me alcanza con saber qué no hay. Y, sólo con lo que no hay, me suena como el paraíso. Por lo menos hasta hoy, que algo de lo que hay acá me va a faltar allá.

Claudia le alcanza el café, Javier se incorpora en el sillón. Escuchan el repentino sonido de un patrullero que pasa por la calle. Por la persiana americana parpadea la luz azul de la sirena. Claudia se sienta junto a él. Revuelve el azúcar. «¿Por qué me siento como una traidora, como si tuviera que hacerme perdonar algo?».

—Y además, allá en San José hay playas, palmeras, cocoteros… —por cada ítem Claudia apoya el índice en la nariz de Javier, como una maestra que diera una lección— …bananas, gorilas en la niebla, frutas enormes y raras, dromedarios, caimanes y mulatos-todo-servicio.

—¿Todo servicio? —arquea las cejas Javier, fingiendo escepticismo.

—Bueno… casi todo —Claudia hace como que piensa trabajosamente—. Un servicio de luxe, como acá, difícil.

Al decir acá apoya su mano sobre las cobijas, en el lugar aproximado del sexo de Javier. «Este tipo va a pensar que soy una reventada; cómo me estoy regalando. Y bué, si soy una reventada era hora de enterarme», piensa Claudia.

—¿Hay vascoleteros en la playa, barquilleros, pirulineros disfrazados de Mickey?

—Seguro, eso me lo confirmó el mismísimo embajador. Si no hay barquilleros o pirulineros, me devuelven la entrada. Que no cuenten conmigo. Me vuelvo.

—¿Hay mate, facturas, truco o Scrabble en las carpas de lona, campeonatos de tejo?

—Por supuesto. Y, hablando en serio, espero conseguir yerba.

—Dicen que los síndromes de abstinencia pueden ser terribles. Tengo un amigo en Oklahoma que se pone verde como el Increíble Hulk…

La saciedad se transforma lentamente en apetito. Las renovadas urgencias los llevan a perderse uno en el otro, esta vez sin la torpeza desesperada de la primera vez. Claudia tiene una manera de cerrar los ojos que Javier no ha visto en ninguna mujer. Él se muerde los puños en un desesperado afán de postergarse.

 

—¡Las cuatro! —exclama Claudia con tono alarmado. «Seguro tiene que ir a buscar a su hijo a la salida de la escuela», piensa Javier. Había visto en el estudio numerosas fotografías de un niño rubio con flequillo junto a Claudia, y le llamó la atención que en ninguna de ellas hubiera algún hombre.

No hace preguntas. «No, con esto no me conformo. Voy por más». Toma coraje, toma con suavidad las muñecas de Claudia y la mira a los ojos.

—Me tenés que prometer dos cosas.

—Vuestros deseos son órdenes, bwana.

—Una, la fácil. Antes de irte, venite conmigo dos o tres días a Las Toninas.

—Vuestros deseos son órdenes, bwana.

—Dos, la difícil. Si se cumple una condición, postergás tu viaje a Costa Rica.

Claudia endurece la mirada. «¿Este hombre está loco o es un estúpido?», piensa. «¿Otra vez sopa? ¿Otra vez me equivoqué?».

—¿Y cuál sería esa condición? —dice con tono neutro.

—Que caiga la Junta.

Claudia ríe, suelta sus muñecas. Se comienza a vestir, Javier también abandona las cobijas y piensa un amargo «Se acabó lo que se daba». Claudia, abrochándose el soutien y dándole pudorosamente la espalda:

—También podríamos agregar: que Galtieri se haga bailarina clásica. Que se abran las aguas del Río de la Plata, y que salgamos caminando, guiados por el general Perón en su caballo Pinto, y por Evita como Lady Godiva.

Javier prende un cigarrillo, aspira, exhala, mira el humo como si la respuesta que busca estuviera allí. «¿Yo soy el único que se da cuenta que esto se cae en unos días?».

—No, Claudia, yo no quiero eso. La Junta no dura ni una semana. Ya no tienen armas, esto se acaba. Quizá te vas y en muy poco tiempo…

—Bienaventurados los optimistas —toma el cigarrillo de Javier, aspira una bocanada, lo besa en la frente—, porque de ellos será el Reino. Mirá, nos vamos un par de días a… ¿adónde era?

—Las Toninas.

—Dios, uno de esos lugares raros que no se llaman Cariló, ni Los Troncos… Ahí nos sentamos a ver por Teleejército cómo huye la Junta, ¿está bien? ¿Estoy bien? —alisándose los pliegues de la pollera.

Javier la observa, admirado:

—Más que bien. Y te tomo la palabra. ¿Te puedo alcanzar adonde vas?

—¿Estás con auto?

—Sí, una Ferrari Testa Rossa, que de puro acomplejada se le dio por parecer un Fiat 600. Ya van tres años de terapia pero no hay caso. Más que terapia, lo que necesitaría son buenas bujías, unos aros de pistón y no le vendría nada mal un cambio de tapizado.

Claudia sonríe. Sonríe con toda la cara, con los ojos, con el pelo, con los poros, con las orejas. «Una sonrisa como hace demasiado tiempo no uso».

—Vamos. Dale, que llego tarde. Me dejás en Farrell y Levingston. Ahí estoy cerca.

Javier comprende que, lógicamente, Claudia no desea que su hijo lo vea. Yendo hacia el ascensor, luego de ordenar el estudio y guardar las frazadas, ella recuerda el juego de pasos que hizo hace apenas dos días. «Hace una eternidad».

 

 


¡ARGENTINOS A VENCER!

Manual del Alumno Patriota – Editorial Sudatlántica

Hojas de Trabajo Nros. 57-60 – Tercera graduación (Alferecitos)

Con Supervisión del Ministerio de Planificación Escolar Estratégica

(Pruebas de galera)

 

CONSCRIPTO HERNÁN SOSA EN MALVINAS

(SIGUEN 6 PÁGINAS DE ILUSTRACIONES)

 

¿Se imaginan, niños, el júbilo inenarrable que sintiera Hernán Sosa al pisar por primera vez suelo malvinense? ¿Se lo imaginan por las noches, escribiendo largas misivas a su petisa Malvinita, misivas de amor a la Patria, de buenos sentimientos, misivas de fervor católico, de ansias de matar hasta el último inglés? Algunas de estas cartas se exhiben en la Cripta Ardiente. Pero no se impacienten, ya estamos llegando al momento más sublime. Ya vamos a narrarles

 


 

EL CAUDILLO

EDITORIAL del 13 de Junio de 2012

 

A TREINTA AÑOS DE LA VICTORIA, SEGUIMOS

INFORMANDO TRIUNFOS ARGENTINOS.

 

 

Queridos lectores: hace treinta años, en el nevado y ríspido corazón de la Patria, nació una nueva Nación. Hace exactamente treinta años quebramos el espinazo del orgulloso león inglés, que huyó con la cola entre las garras. En esta exacta fecha el acero viril de MATASIETE perforó la carne de la primera garganta inglesa, mostrando qué armas sofisticadas necesita un cuchillero correntino para ganar una batalla. Hoy, hace treinta años, reencauzamos nuestra HISTORIA por los senderos de DIGNIDAD Y ORGULLO de los que JAMÁS debió haberse descarrilado.

Hoy, 13 de Junio, es un día de fiesta, sí, día de alegría, día del merecido reposo del guerrero. Día en el que el PUEBLO olvidará pesares, y repetirá el gesto inmortal del Conscripto Hernán Sosa en unos pobres animales que lo merecen menos que los pérfidos ingleses. Hoy, lo sabemos, el aroma gauchesco invadirá el trajín ciudadano, y más de un curioso aprenderá de nuestros BRAVOS CUCHILLEROS el arte del degüello, ese arte tan gaucho y tan argentino. Hoy ¿por qué no? el noble producto de nuestras vides mendocinas alegrará los corazones, pues el sol —que es su alma— se fundirá en nuestras venas llevando luz y calor a nuestro espíritu. Hoy las guitarras criollas templarán acordes de tierra adentro, y las alpargatas zapatearán de firme en el asfalto, más acostumbrado a finas suelas.

Lo merecemos, apreciado lector.

Pero también hoy, lector, no deja de ser sólo un día más. Un respiro, un solo segundo en el que tampoco hemos de bajar la guardia. Un día más de los diez mil novecientos cincuenta en los que hemos luchado codo a codo por volver a levantar las banderas de la SOBERANÍA NACIONAL. Diez mil novecientos cincuenta días en los que hemos aprendido que nadie nos ha de regalar nada, que ladrillo a ladrillo hemos de ir edificando una fortaleza que ya es inexpugnable. Doscientas sesenta y dos mil ochocientas horas en las que nuestros corazones permanecieron junto a nuestros soldados, allá en el frío del Sur, sintiendo su coraje, admirando su patriotismo, siendo todos padres, madres, hermanos, primos y abuelos de NUESTROS MUCHACHOS.

¿Mañana? Mañana no será ni más ni menos que el día diez mil novecientos cincuenta y uno, mañana otra vez los misiles enemigos intentarán sin éxito horadar nuestra muralla. Mañana el INJUSTO embargo seguirá impidiéndonos acceder a medicamentos que nuestros soldados necesitan, como parte fundamental de sus DERECHOS HUMANOS. Impedimento que constituye sin lugar a dudas un delito de LESA HUMANIDAD, como planteamos en cada foro internacional donde se nos lo permite. Mañana ese mismo embargo quizá nos haga inaccesibles algunas superfluosidades de la vida material que nuestros enemigos tanto aprecian. ¿Acaso Sarmiento necesitó una computadora personal para fundar escuelas? ¿San Martín un teléfono móvil para cruzar la Cordillera de Los Andes? El 25 de Mayo de 1810, ¿la Revolución Patria se movilizó vía Internet?

Las Madres, nuestras queridas Madres de los Caídos en la Lucha contra la Subversión, ¿necesitan fibra óptica para que llegue a cada rincón de la patria el grito de su dolor?

Mañana tampoco olvidaremos que nuestro ENEMIGO INTERNO seguirá su trabajo subrepticio. ¿Qué digo mañana? Ni un minuto descansa la Hidra Maldita, ora esparciendo pesimismo derrotista, ora trabajando abiertamente para el triunfo del agresor inglés. Ese enemigo que viene del fondo de la historia, ese enemigo fariseo, materialista y ateo que siempre deseó vernos atados al carro de algún vencedor. Ese enemigo que siembra dudas para cosechar traiciones, olvidando que quien siembra vientos cosecha tempestades.

Mañana, volveremos a desenvainar el facón criollo con el que le cortamos la cabeza a la Hidra, más allá de que por cada cabeza cortada surjan dos. O siete. O setenta veces siete. Ese facón criollo que, en nuestro caso, son las PALABRAS afiladas por las verdades, templadas de coraje patriótico y teñidas de amor incondicional por los colores celeste y blanco.

Pero hoy, al menos hoy, festejemos, querido lector. Es nuestro derecho.

Argentinos, levantemos nuestras copas y brindemos: POR OTROS TREINTA AÑOS DE TRIUNFOS, despidiéndonos como todos los días:

 

¡ARGENTINOS A VENCER!

El editor.

 

 


 

[SIGUIENTE]

 

 


Axxón 275

Novela de autor latinoamericano (Novela : Fantástico : Ciencia Ficción : Ucronía, Distopía : Argentina : Argentino).

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