Un reservorio no registrado en los mapas con un líquido químicamente similar al agua de mar, pero enterrado bajo un glaciar del interior la Antártida, parece contener una vida microbiana inusual en un lugar donde reina el frío, la oscuridad y la falta de oxígeno, algo que anteriormente había llevado a los científicos a creer que nada podría sobrevivir allí, según una nueva investigación recién publicada
Después de tomar muestras y analizar este manantial que brota de debajo del glaciar Taylor, un glaciar en la capa de hielo este, ubicado en los alguna vez libres de hielo valles secos de McMurdo de la Antártida, los investigadores creen que, a falta de suficiente luz para producir los alimentos por medio de la fotosíntesis, los microbios se han adaptado en los últimos 1,5 millones de años para manipular azufre y compuestos de hierro para sobrevivir.
Los microbios también son notablemente similares a las especies naturales que se encuentran en ambientes marinos, lo que lleva a la conclusión de que las poblaciones bajo el glaciar son restos de una gran población de microbios que alguna vez ocuparon un fiordo, o el mar, en sitios donde recibían la luz del sol.
Es probable que muchos de estos linajes marinos hayan declinado, mientras que otros se adaptaron al cambio de condiciones, cuando el glaciar Taylor avanzó, sellandod el sistema bajo una gruesa capa de hielo.
La investigación, que se publicó en la revista Science, responde algunas preguntas y plantea otras acerca de la persistencia de la vida en ambientes extremos tales como los glaciares, o incluso en lagos en estado líquido atrapados a kilometros bajo la placa de hielo de la Antártida, ambientes que hasta hace poco los científicos creían que no podría sostener criaturas vivientes.
«Entre las grandes preguntas está ¿Cómo puede funcionar un ecosistemas debajo de un glaciar?, ¿Cómo pueden persistir debajo de cientos de metros de hielo y vivir en forma permanente en condiciones de frío y oscuridad durante largos períodos de tiempo, en el caso de Blood Falls, durante millones de años?», se pregunta Jill Mikucki, autora principal del artículo.
Mikucki es una investigadora financiada por la National Science Foundation (NSF). Trabaja en el Departamento de Ciencias de la Tierra del Dartmouth College y es una becaria externa en el Centro Dickey para la Compresión Internacional y su Instituto de Estudios del Ártico.
Los valles secos están completamente desprovistos de animales y plantas complejas, y los científicos consideran que son los desiertos más extremos de la Tierra. Los Valles reciben, en promedio, sólo 10 cm de nieve cada año. A pesar de la falta de precipitaciones durante el verano antártico, las temperaturas apenas suben lo suficiente para que los glaciares que desciendem a los valles comiencen a fundirse. El deshielo forma arroyos que entran en lagos cubiertos de capas de hielo que tienen de dos a tres pisos (de un edificio) de espesor.
Mikucki y sus colegas basaron su análisis en las muestras tomadas en las inquietantes Blood Falls (Cataratas de Sangre), una caída de agua en el borde del glaciar, de flujo irregular, que a menudo tiene un llamativo aspecto de color rojo brillante, en marcado contraste con el hielo de fondo.
Los valles secos han sido objeto de investigación científica desde los primeros días de la exploración antártica en la llamada «Edad Heroica», a principios del siglo 20. Incluso los primeros exploradores tomaron nota de la enorme mancha en el frente del glaciar y especularon sobre lo que podría haberla causado.
«Los exploradores originales», dijo Mikucki, «pensaron que los brillantes colores se debían a un alga roja». Más de un siglo después, los valles secos siguen siendo una inmensa fuente de curiosidad científica. Uno de los sitios de la red de 26 lugares en todo el mundo de proyectos de investigación ecológica a largo plazo de la NSF se encuentra allí. Y, como parte de su programa de investigación durante el Año Polar Internacional (API), la NSF apoya una extensa temporada de investigación en los valles secos, permitiendo que los científicos, por primera vez, puedan permanecer en el terreno los seis meses de oscuridad para estudiar a la forma en que reaccionan las criaturas microscópicas. la NSF administra el Programa Antártico de los EEUU y es el principal organismo de EEUU para el API.
En el documento, sin embargo, Mikucki y sus colegas sostienen que las criaturas que sobreviven debajo del Glaciar Taylor son mucho más exóticas y mucho más adaptables que lo que pensaron los primeros exploradores.
Debido a que el flujo que mana del glaciar no sigue ningún patrón claro, llevó varios años obtener las muestras necesarias para llevar a cabo un análisis. Finalmente se obtuvo para el análisis una muestra de un líquido claro y muy salado. «Cuando empecé a realizar el análisis químico en éstas, no había oxígeno», dijo ella. «Allí fue cuando se puso muy interesante, era un verdadero ‘momento eureka'».
Además, el análisis genético sugiere que, de la relativamente pequeña cantidad de microorganismos encontrados en esa salmuera, «la mayoría de estos organismos son de linajes marinos», dijo. En otras palabras, microorganismos más parecidos a los que se encuentran en un océano que los que hay en tierra, pero capaces de sobrevivir sin los alimentos y fuentes de luz disponibles en el océano abierto.
«Las sales relacionadas con estos rasgos son sales marinas, y habida cuenta de la historia de agua marina en los valles secos, tiene sentido que las comunidades microbianas subglaciales retengan una parte de su patrimonio marino», añadió.
Esto llevó a la conclusión de que los antepasados de los microbios que medran debajo del glaciar Taylor probablemente vivieron en el océano muchos millones de años atrás. Cuando el suelo de los Valles se levantó más de 1,5 millones de años atrás, quedó atrapada una piscina de agua de mar del fiordo que penetraba la zona. Eventualmente, la piscina fue cubierta por el flujo de los glaciares.
El estanque, sea cual sea su tamaño, «es una especie única de cápsula del tiempo de un período en la historia de la Tierra», dijo Mikucki. «No conozco otro ambiente como éste en la Tierra.»
La vida debajo del glaciar Taylor puede ayudar a los científicos a abordar las preguntas sobre la vida en la «Tierra Bola de Nieve«, el período geológico cuando grandes capas de hielo cubrieron la superficie de la Tierra. Pero también es un rico laboratorio para estudiar la vida en otros entornos hostiles, incluidos los lagos de la Antártida subglacial y quizás, incluso, en otros planetas helados en el Sistema Solar, como debajo de los casquetes de hielo de Marte o en las cubiertas de hielo de los océanos de Europa, una luna de Júpiter.
Fuente: Astrobiology. Aportado por Eduardo J. Carletti
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