El 18 de diciembre, Ursula K. Le Guin publicó una carta abierta en su página web renunciando al Sindicato de Autores (Authors Guild) de EEUU en señal de protesta por su papel en el Acuerdo del Libro de Google. Ella era miembro del Sindicato desde 1972
En parte, la carta dice:
«No voy a repasar argumentos a favor y en contra del ‘acuerdo Google’. Ustedes decidieron pactar con el Diablo, por así decirlo, y presentaron sus razones para hacerlo. Me gustaría poder aceptarlas. No puedo. Hay principios en juego, sobre todo el concepto íntegro de los derechos de autor, y ustedes han escogido entregarlos a una corporación, en sus términos, sin resistencia.
«Entonces, después de ser un miembro leal aunque invisible durante tanto tiempo, renuncio al Gremio. Sin embargo, retengo la membresía en la Unión Nacional de Escritores y en Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de América, agrupaciones opuestas al ‘acuerdo Google’. No tienen su influencia política, pero su juicio, pienso, es más sólido y su coraje, mayor».
Hoy, el Gremio respondió a su carta, argumentando que el trato es bueno para los escritores y que, en última instancia, protege los derechos del autor.
«Los litigios, en particular los litigios sobre los límites del uso justo, implican un riesgo. Algunos críticos del acuerdo descartan erróneamente ese riesgo, pero la realidad es que, ciertamente, podríamos haber perdido el caso. Perder quiere decir que cualquier persona, no solamente Google, podría digitalizar libros protegidos por copyright y hacerlos disponibles a través de los motores de búsqueda. Dado que crear un motor de búsqueda es bastante simple, cualquiera que tenga un sitio web -entusiastas de la Guerra Civil, fanáticos de la ciencia-ficción, proveedores de información médica- estaría facultado para iniciar la digitalización no autorizada de libros y la exhibición de sus ‘fragmentos’. Los autores no tendrían injerencia en estos usos y ningún control sobre la seguridad de estas digitalizaciones. El daño para la protección de los derechos de autor sería incalculable».
Fuente: SFWA. Aportado por Silvia Angiola
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