Encuentran inscripciones de hace 60.000 años de antigüedad grabadas en fragmentos de cascarones de huevos de avestruz, lo que quizás indicaría la existencia de pensamiento simbólico ya por esa época
Usted, amigo lector, esta leyendo esta noticia en un texto escrito. Pudiera ser que este texto estuviera escrito sobre una piedra, una tablilla de barro, un papiro o un pergamino, pero probablemente lo esté sobre una pantalla. Aunque aún puede imprimirlo sobre papel, pues algunos, incluso ahora que la tinta electrónica se está asentando, no nos hemos liberado todavía del fetichismo del papel. Necesitamos “tocar” el texto.
El caso es que la humanidad ha utilizado diversos soportes para escribir textos. Desde el hueso de Ishago, en donde hace más de 35.000 años alguien anotó lo que se consideran los primeros números, a los átomos de xenón con los que IBM dibujó su logotipo de escala atómica hace ya unos cuantos años.
Con cualquier escritura siempre se intenta mandar un mensaje, transmitir información. Puede que sean las obras perdidas de Sófocles en la destrucción de la gran Biblioteca de Alejandría o el indeleble feo graffiti de la pared a la vuelta de la esquina. Lo maravillo, lo increíble, es que funciona. Alguien en algún lugar del espacio-tiempo escribe algo sobre un soporte, plasmando sus ideas y sentimientos con ese acto, y, si el soporte perdura lo suficiente, puede ser leído por otra persona más tarde. De este modo el lector puede analizar el pensamiento del autor, o recrear en su mente los personajes que el narrador entretejió en una maravillosa trama como modelo explicativo de la vida humana.
Puede incluso ocurrir que aquel que escribe nos hable desde mucho más allá de su tumba. Tuvo que ser maravilloso desenterrar la biblioteca de Asurbanipal de Nínive y leer, en la escritura cuneiforme de las doce tablillas de barro, la epopeya de Gilgamesh después de más de 4.600 años desde que el mítico babilonio supuestamente reinara en Uruk.
La escritura no tiene más de 5.000 años, puede que incluso haya aparecido en más de un momento y se perdiera. En todo caso, el ser humano tal y como lo conocemos lleva mucho tiempo por aquí. Ya vimos que nuestros antepasados construían instrumentos musicales hace 35.000 años, por lo que el pensamiento abstracto o simbólico, algo que se cree único de nuestra especie, debe ser muy antiguo, y es muy posible que no apareciera hace poco y súbitamente.
Unos años atrás se encontraron pistas en Sudáfrica según las cuales ciertos diseños encontrados en la cueva Blombos, de posible origen humano, tendrían 100.000 años de antigüedad, hallazgo que se sumarían a otro previo similar de 77.000 años de antigüedad encontrado en la misma localización.
El equipo de investigadores de Blombos, dirigido por Pierre-Jean Texier de la Universidad de Burdeos, sostiene que esto supondría la existencia de una tradición simbólica continua de larga duración. Sin embargo, otros arqueólogos cuestionaron que las marcas encontradas en esa cueva representen verdaderamente un pensamiento simbólico.
Ahora, este mismo equipo ha encontrado unos fragmentos de cascarones de huevos de avestruz con inscripciones humanas inequívocas y que son las más antiguas que se conocen, nada menos que hasta 65.000 años de edad. Estas rayas, marcas y patrones geométricos serían las pruebas más antiguas de pensamiento simbólico.
Desde 1999 estos investigadores han estado trabajando en otra localización distinta a la cueva Blombos: el refugio Diepkloof al oeste del Cabo y a unos 180 km de Ciudad del Cabo. Este lugar en el que se albergaban los humanos contiene pruebas de que diversas culturas humanas usaron herramientas de piedra a lo largo del tiempo. Pero lo más fascinante es que en los últimos años han ido descubriendo hasta 25 de estos fragmentos de huevos de avestruz en 18 capas arqueológicas distintas, y datadas desde una antigüedad de 65.000 años a 55.000 años. Es decir, había una tradición de miles de años.
Estos fragmentos están decorados con diversos motivos grabados que incluyen líneas paralelas, cruces y líneas repetitivas no paralelas. Además este equipo encontró patrones que parecen haber cambiado en el tiempo. Así, algunos de lo motivos encontrados, con forma de bandas, se encuentran solamente en las capas más antiguas y luego desaparecen.
Algunos de los fragmentos parecen haber sido perforados con alguna herramienta para así practicar un agujero en la parte superior del huevo. Los arqueólogos sugieren que los huevos perforados de esta manera podrían haber servido de recipientes para el agua, tal y como lo han hecho históricamente los cazadores-recolectores del desierto de Kalahari. La gente del Kalahari decora los huevos de avestruz usados como cantimplora para indicar el dueño o qué contienen. Quizás hace 60.000 años era igual.
El equipo concluye que el nuevo hallazgo constituiría la prueba más antigua de la existencia de tradición gráfica entre la población prehistórica de los cazadores recolectores.
Según otros expertos del campo, la diversidad de los motivos encontrados en estos fragmentos es impresionante y serían prueba de comunicación gráfica, de expresión artística o de autoconsciencia de los que los grabaron, por lo que sí serían prueba de la existencia de pensamiento simbólico. Sin embargo, el arqueólogo Thomas Wynn, de University of Colorado, dice que estos investigadores todavía tienen que demostrar que esas marcas requieren de pensamiento simbólico.
¿Qué querrían decir con esas líneas? ¿Qué sentían esas personas? ¿Cuáles eran sus anhelos?
Fuente: Neofronteras y Science. Aportado por Eduardo J. Carletti
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