Se denomina biota ediacarense a la fauna que había en la Tierra antes de la explosión del Cámbrico
Este descubriendo fue en su día revolucionario, pues se creía que no hubo vida multicelular antes de dicha explosión. Los primeros ejemplares fósiles en ser descubiertos se encontraron en las colinas de Ediácara (Australia) y dieron nombre a esta fauna. Son básicamente unas impresiones sencillas en rocas rojizas. Posteriormente se descubrieron otros ejemplares en distintas partes del mundo. Estos hallazgos fueron lo suficientemente importantes como para dar nombre al periodo (entre hace 635 y 542 millones de años) justo anterior al Cámbrico: el periodo Ediacárico o Ediacarense, ya en la era Neoproterozoica.
Se trataría de formas de vida sésiles con forma tubular y de hoja que habitaron en la Tierra en el fondo de mares someros. O eso se creía hasta el momento.
Ahora llega una noticia que no deja ser absolutamente sorprendente de confirmarse. Según Gregory Retallack, de University of Oregon, la fauna de Ediácara australiana no correspondería a animales marinos muy simples, sino a tapetes microbianos o líquenes que vivían en tierra firme. Este resultado adelantaría la primera conquista de tierra firme por parte de la vida terrestre en más de 100 millones de años.
Hasta ahora se consideraban que esta fauna eran seres similares a las medusas, a gusanos y a otros invertebrados marinos, aunque no se les consideraba antepasados de los seres que vinieron después, sino un experimento evolutivo fallido que desapareció al surgir animales más avanzados. Siempre han supuesto un misterio para los paleontólogos y su ubicación en el árbol filogenético ha sido complicada.
Retallack ha analizado, junto a sus colaboradores, unos ejemplares de fósiles procedentes de esa zona de Australia (en concreto de los Montes Flinders) con las últimas técnicas de análisis químico y de microscopía.
Encontraron que las rocas que contienen estos fósiles presentan una superficie distintiva, denominada “piel de elefante”, que se corresponde a superficies que han sido conservadas por lechos de arena. Las grietas y otras características de esta piel de elefante corresponderían no a seres marinos, sino a tapetes microbianos que aparecen hoy en día en tierra firme en los desiertos modernos.
La diversidad de los fósiles analizados reflejaría, según lo investigadores implicados, una preferencia de estos organismos por suelos descongelados bajos en salinidad y ricos en nutrientes como sucede hoy en día. Otros ejemplares podrían ser líquenes, cuerpos fructificantes de hongos o mohos del limo. Algunos de ellos podrían tener incluso un origen no biológico y ser fruto de la congelación y otros procesos.
La clave está en el ordenamiento granular, que indica que la acumulación de arena se debió a la acción del viento, algo que no se encuentra en el caso marino. La composición química y los colores de estas rocas indican que cuando se formaron fueron expuestas a los elementos atmosféricos.
Además las imágenes de microscopía revelan que justo debajo de los fósiles hay estructuras tubulares ramificadas de un centímetro o más de longitud. Esto recuerda a los sistemas de anclaje al suelo de los modernos musgos y líquenes.
Todo apunta a que estos seres fueron cubiertos por arena en la misma posición que cuando vivían sobre prominencias del suelo en donde crecían. Las señales de congelación y la composición química muestran que se trataría de suelos secos en tierra firme similares a los que se encuentran en la tundra hoy en día en lugar de ser lagunas marinas tropicales.
Recordemos que por esa época la Tierra acaba de salir de un profundo periodo glaciar que congeló casi toda la superficie del planeta.
Esta fauna sería una radiación evolutiva de vida sobre tierra firme que precedería en 20 millones de años a la explosión del Cámbrico que se dio en el mar. Puede que quizás la vida en tierra firme era más grande y compleja que la vida que había por aquel entonces en el mar. Los autores especulan que quizás la acción de los seres en tierra firme pudo haber proporcionado lo nutrientes que, una vez arrastrados al mar por la meteorización, alimentaría la famosa explosión. Aunque esta acción sobre tierra firme sería menos efectiva que la acción de los ecosistemas modernos, en los que abundan plantas de gran tamaño.
De todos modos Retallack sugiere que quizás otros ejemplares de fósiles edicarenses encontrados en otros lugares del mundo no tengan un origen en tierra firme, pero que de todos modos hay que reevaluarlos.
Es, sin duda, una propuesta interesante.
Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti
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