Una misión de egiptólogos españoles ha arrancado a la antigua Tebas la clave que desentraña la primera gran trama de intriga político religiosa de la Historia, el agitado período durante el cual el Egipto de los faraones fue monoteísta. Los expertos creen que el hallazgo ayudará a reescribir la historia de la dinastía
Las inscripciones jeroglíficas halladas en cuatro columnas de la tumba del visir Amenhotep Huy confirman la hasta ahora la discutida corregencia de Amenhotep III (1387-1348 a.C.) y su hijo Amenhotep IV, el monarca que convertido en Ajenatón desterró la antigua religión e impuso el culto a una nueva deidad -el dios solar Atón- con la oposición del todopoderoso clero de Amón.
Los relieves, partidos en pedazos y remendados, conservan unos jeroglíficos perfectamente legibles. Esculpidos en unos pilares de la capilla separados por metro y medio, fueron destruidos cuando el visir de Amenhotep III cayó en desgracia y la casa real ordenó detener la construcción de un enterramiento situado en la necrópolis de Asasif cerca del templo de Hatshepsut.«El hallazgo demuestra que aproximadamente hacia los años 28 o 29 del reinado de Amenhotep III, su hijo subió también al trono«, explica a EL MUNDO Francisco Martín Valentín, quien dirige desde 2009 la excavación junto a Teresa Bedman. La expedición, integrada por 18 españoles y 45 obreros egipcios y financiada por la fundación Gaselec de Melilla, concluyó su quinta campaña a finales de diciembre.
«Durante los años 28 y 29 se preparan las celebraciones del jubileo del año 30 y se construyen tumbas como la de nuestro visir. Todo se dispone para, celebrado el jubileo, dar el golpe revolucionario. Amenhotep III deja de ser un rey divino para convertirse en una deidad, el dios Atón viviente, hasta que muere en el año 39 de su reinado», detalla el experto. El ascenso de Amenhotep III marca el comienzo de la reforma monoteísta que su hijo completa cuando abandona la actual Luxor y levanta Tell el-Amarna, a mitad de camino de Tebas y Menfis y dedicada al nuevo culto a Atón. «Con este documento podemos desvelar el ideario político y religioso establecido por la familia real para poner en marcha la gran ruptura con Amón y el nacimiento de Amarna», apunta Martín Valentín.
El formidable descubrimiento ha sido anunciado esta semana por el ministerio de Antigüedades egipcio. En palabras del ministro Mohamed Ibrahim, se trata de «la prueba definitiva de la corregencia porque data exactamente del comienzo del primer ‘Heb sed’ [los fastos celebrados para la renovación de la fuerza física del faraón] de Amenhotep III». La exhumación de las preciadas inscripciones, sin embargo, sucedió el 4 de noviembre de 2013. «El mismo día que 91 años antes Howard Carter descubrió el primer escalón de la tumba de Tuntankamón«, subraya Teresa Bedman. «Recuerdo que vi subir de la tumba a Francisco y al inspector sonrientes y felices. Traían algo en la mano. Cuando colocaron el objeto encima de la mesa, no daba crédito. ‘¿Estoy leyendo lo que creo que estoy leyendo?’ pregunté. Y Francisco me dijo que sí», rememora la codirectora.
Reescribir la historia de la dinastía
Los cartuchos que presentan a Amenhotep IV como monarca del Alto y Bajo Egipto junto a otros idénticos de su padre, hallados en dos columnas contiguas, corroboran la tesis que Martín Valentín ha sostenido contra viento y marea durante más de tres décadas. «Fue en aquel momento cuando nos pusimos a buscar las partes que faltaban. Y salió el ‘puzzle’ completo», precisa Bedman.
El rompecabezas, sepultado durante varios milenios en el suelo de la capilla, alumbra una etapa plagada de enigmas y mutilada por la destrucción que infligieron Seti I y Ramsés II sobre la memoria del «faraón hereje». «Lo más importante del hallazgo no es demostrar que los dos reinaron juntos en un espacio de tiempo concreto sino sus consecuencias. Desde la década de 1920 este asunto ha dividido a la comunidad científica. Era una cuestión visceral, casi una guerra civi en el seno de la egiptología entre quienes creían o no en la corregencia larga», relata Martín Valentín, quien eligió a conciencia la tumba y extrajo toneladas de tierra guiado por la «intuición de hallar una suerte de documento notarial del que ya no pudiera haber dudas».
Una aventura que ha dado sus frutos. De ahí que el primer efecto del hallazgo sirva para enmendar un desagravio. «El de todos los científicos que creyendo en la corregencia larga han sufrido persecución y han sido catalogados como gente de poco rigor», confiesa el egiptólogo. No obstante, lo que verdaderamente remueve los cimientos es la necesidad de «reescribir la historia del final de la dinastía XVIII (1.450-1050 a.C.)» y modificar «centenares de libros considerados hasta la fecha clásicos e intocables». «Hay que tomar diez u once años del reinado de Amenhotep III y solaparlo con el de Ajenatón. Y eso implica empezar a explicar acontecimientos que sucedieron durante ese tiempo no como una etapa posterior sino como un período coetáneo», arguye. Un ajuste con más preguntas que respuestas: «¿Quién pudo ser el padre de Tuntakamón? ¿Cómo acabó Tell Amarna? ¿Qué relación real tuvo Ajenatón con su padre?…».Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti
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