Nuestro vecino perdido hace mucho tiempo puede ser ahora uno de los cientos de miles de millones de planetas errantes que cruzan el espacio
Hace cuatro mil quinientos millones de años, el lugar que hoy llamamos Sistema Solar era una vasta nube de gas y polvo que envolvía a una estrella recién nacida. Poco a poco, los granos de polvo se cohesionaron y formaron guijarros, que luego chocaron y se fusionaron en rocas. A lo largo de unos 100 millones de años, la mayor parte del material en esa nebulosa se unió en los existentes ocho planetas rocosos (incluyendo a la Tierra y los planetas enanos) y cuatro gaseosos. O al menos así es como los astrónomos pensaban que fue la historia.
En noviembre pasado, el astrónomo David Nesvorny del Southwest Research Institute en Colorado añadió un nuevo personaje a la historia. Nesvorny, que dirige las simulaciones por ordenador para el estudio de cómo evolucionó nuestro Sistema Solar a través del tiempo, se encontró con el mismo problema: los cuatro planetas gigantes gaseosos, cuyas órbitas están cómodamente alejadas una de la otra hoy, estuvieron empujándose con violencia entre sí en sus modelos del Sistema Solar primitivo. Júpiter acabaría tirando de Urano o Neptuno y lanzando a uno de ellos al espacio interestelar.
Obviamente, eso nunca sucedió. Así que Nesvorny buscó una explicación inteligente: Propuso que un quinto gigante gaseoso se formó de la nube formadora de planetas hace 4.500 millones de años. De repente, sus simulaciones comenzaron a encajar con la realidad.
Los planetas exteriores todavía competían por un puesto, pero esta vez Urano y Neptuno se salvan de Júpiter, y en lugar de ellos se expulsa al planeta extra. La pérdida del mundo extra también cambió las órbitas de los planetas sobrevivientes. Júpiter se movió hacia el Sol, mientras que Urano y Neptuno fueron empujados más lejos, a las posiciones que vemos hoy en día.
Nesvorny dice que todo esta inestabilidad podría explicar el Bombardeo Intenso Tardío, una época en que los objetos pequeños en el borde del Sistema Solar se redondearon y fueron arrojados hacia la Tierra y los planetas interiores.
El estudio de Nesvorny en The Astrophysical Journal Letters llega al mismo tiempo que el anuncio de otros científicos de que nuestra galaxia puede contener cientos de miles de millones de planetas flotando sin rumbo por el espacio interestelar. Si Nesvorny tiene razón, uno de ellos puede ser nuestro vecino perdido hace mucho tiempo.
Fuente: Discover Magazine. Aportado por Eduardo J. Carletti
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