The Telegraph afirma que si Barack Obama quisiese unir los recursos científicos y estratégicos de EEUU detrás de un nuevo proyecto Manhattan, lo razonable sería que intentase reinventar el paisaje energético global y poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles en un plazo de 3 a 5 años
Podríamos dejar de discutir sobre molinos de viento, energía mareomotriz o dependencias estratégicas del Kremlin. La historia avanzaría rápidamente.
Jugar con el status-quo no es una política muy habitual. La Agencia Internacional de la Energía dice que el mundo debe invertir 26 billones de dólares en los próximos 20 años para evitar un colapso energético. Las disputas por el crudo ya son motivo de fricción entre China, India y Occidente.
No hay una apuesta clara en la física nuclear, pero el trabajo del Premio Nobel Carlo Rubbia del CERN sobre el uso del torio como una alternativa barata, limpia y segura al uranio en los reactores puede ser la bala mágica que todos estábamos esperando, aunque actualmente apenas mejora el potencial de la energía solar.
Rubbia dice que una tonelada de este metal plateado —que recibe su nombre de Thor, el dios noruego— produce tanta energía como 200 toneladas de uranio o 3.500.000 toneladas de carbón. Un puñado de torio podría iluminar Londres durante una semana.
Este material se alimenta de su propio estado inestable. Puede incluso escarbar en busca del plutonio dejado por los reactores de uranio, actuando así como un eco-limpiador. “Es el Big One [el más importante]“, comentó Kirk Sorensen (en el vídeo), un antiguo ingeniero espacial de la NASA y ahora jefe de tecnología nuclear en Teledyne Brown Engineering.
“Cuando lo miras más de cerca, no te lo puedes creer. Una civilización podría depender del torio durante siglos y siglos y es prácticamente gratuito. No tienes que lidiar con los cárteles del uranio”, comentó.
El torio es tan común que los mineros lo tratan como un incordio, un subproducto radiactivo que tienen que eliminar de los metales terrestres raros. Tanto EEUU como Australia están llenos de esto. También lo están las rocas graníticas de Cornwall. No se necesita mucho: todo se puede utilizar como combustible, equivalente a un 0,7% de uranio.
Tras el Proyecto Manhattan, los físicos americanos de finales de los años 40 estuvieron tentados a utilizar el torio en reactores civiles. Tiene una relación mayor de neutrón por neutrón absorbido. No requiere separación isotópica, con lo que se ahorra bastante. Pero en aquel entonces, Norteamérica necesitaba el plutonio residual del uranio para construir bombas.
“Iban detrás de las armas”, comentó el profesor Egil Lillestol, una autoridad mundial sobre el ciclo de combustible del Torio en el CERN. “Es casi imposible realizar bombas nucleares a partir del torio porque es demasiado difícil de manejar. No merece la pena intentarlo”. Emite demasiados rayos gamma.
Se podría pensar que los reactores de torio son la respuesta a todos los sueños, pero cuando el CERN fue a la Comisión Europea por fondos de desarrollo en 1999, se los denegaron.
Bruselas escuchó a sus expertos técnicos, que eran franceses, porque los franceses dominan la industria nuclear europea. “No querían competencia porque habían hecho grandes inversiones en la vieja tecnología”, comentó.
Otra década perdida. Fue un triste triunfo de los intereses creados en contra del progreso científico. “Tenemos poco tiempo que perder porque al mundo se le acaban los combustibles fósiles. Las renovables no les pueden sustituir. La fusión nuclear no seguirá dentro de un siglo, como mucho”, dijo.
El grupo noruego Aker Solutions ha comprado la patente de Rubbia para el ciclo de combustible del torio y está trabajando en su diseño para un acelerador de protones en el Reino Unido.
Victoria Ashley, la gestora del proyecto, dijo que podría dar lugar a una red de reactores de 600 MW que, construidos bajo tierra, puedan alimentar pequeñas redes y no necesiten un perímetro de seguridad. Necesitarán 2 mil millones de libras para el primera y Aker necesita 100 millones para la siguiente fase de pruebas.
El Reino Unido ha mostrado poco interés para lo que ve como un “enorme cambio paradigmático hacia una nueva tecnología”. Demasiado trabajo y dinero se ha ido ya en la siguiente generación de reactores, que tienen otros sesenta años de vida.
Así que Aker está buscando alianzas con EEUU, Rusia o China. Los indios tienen sus propios proyectos —ninguno construido por el momento— que se remontan a la época en la que se pasaron al torio porque su programa de armas sufrió una restricción de uranio.
América debería tener menos inhibiciones que Europa a la hora de crear una nueva tecnología. EEUU permitió a su industria nuclear estancarse tras el accidente de Three Mile Island de 1979.
La neurosis antinuclear está, al fin, disminuyendo. La Casa Blanca aprobó un prestamo de ocho mil millones para nuevos reactores, aunque siguen siendo extrañamente pasivos en el tema. ¿Dónde está la soberbia confianza de los que pusieron un hombre en la Luna?
Uns pocos pioneros americanos están explorando el verdadero cambio radical hacia sales fundidas basadas en combustibles líquidos, una idea que hace tiempo persiguió Alvien Wieber en Tenessee en los años 60. Los documentos originales fueron recuperados por Sorensen.
El alejamiento del combustible sólido puede superar algunas de las idiosincrasias del torio. “Se debe usar la máquina correcta. No pones diesel en un coche de gasolina: construyes un motor diesel”, comentó Sorensen.
Los reactores de torio-fluor pueden trabajar a temperatura atmosférica. “Las plantas serían mucho más pequeñas y más baratas. No necesitarías esas enormes barreras contaminantes porque no hay agua a presión en el reactor”, explicó.
La energía nuclear podría convertirse en algo rutinario y no amenazante. Pero lo primero que se debe sortear es la barrera de los prejuicios.
Cuando los científicos húngaros liderados por Leo Szilard intentaron alertar a Washington en 1939 de que los nazis intentaban realizar una bomba atómica, nadie les creyó. Einstein intercedió a través de la reina madre belga, consiguiendo finalmente un envíado personal del Despacho Oval.
Roosevelt inicialmente lo despreció. Lo escuchó más a fondo en una segunda reunión durante el desayuno del día siguiente y se hizo a la idea en pocos minutos. “Esto necesita acción”, comentó a su ayudante militar. Fue el nacimiento del Proyecto Manhattan. Como resultado, EEUU tenía un arma atómica para detener a Stalin en su avance por Europa.
La energía global necesita una acción similar. Si funciona, Manhattan II podría restrablecer el optimismo americano y el liderazgo estratégico en un abrir y cerrar de ojos: si no, sería un empuje para la ciencia americana y seguro que también una forma más fructífera de salir de la crisis que los pobres estímulos económicos.
Incluso mejor sería unirse con China e ir de la mano, por nuestro propio bien.
Fuente: Ciencia Traducida. Aportado por Eduardo J. Carletti
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