Verdaderamente, no sabemos la suerte que tenemos. Sabemos que la interacción entre la Tierra y el Sol es una rareza en aquello que permitió que se formara la vida. Pero los científicos trabajan para comprender si es posible que esto pueda haber sucedido en otras partes del universo, y aún están lejos de llegar a conclusiones
Lo que está claro es que es probable que la vida no se debería haber formado aquí: la Tierra y el Sol son un hospedaje poco plausible.
Una serie de presentaciones en la reunión de este año de la Unión Astronómica Internacional, celebrada en Brasil la semana pasada, se enfocaron en el papel del Sol y las estrellas similares al Sol en la formación de vida en los planetas como la Tierra.
Edward Guinan, profesor de astronomía y astrofísica en la Universidad Villanova en Pennsylvania, y sus colegas, han estado estudiando las estrellas del tipo del Sol como una vidriera donde estudiar el origen de la vida en la Tierra, y como una indicación de cuán probable es la vida en el cosmos. El trabajo ha mostrado que el Sol rotaba arriba de 10 veces más rápido en su juventud (hace unos 4.000 millones de años) de lo que lo hace hoy. Cuando más rápido gira una estrella, mayor es la dinamo magnética que se produce en su núcleo, y entonces genera un campo magnético más potente, así que el joven Sol emitió en esa época rayos-X y radiación ultravioleta varios cientos de veces más potentes de los de hoy.
Un equipo liderado por Jean-Mathias Grießmeier de ASTRON, Países Bajos, observó otro tipo de campos magnéticos, los que rodean los planetas. Encontraron que la presencia de campos magnéticos planetarios desempeña un papel fundamental, porque determinan el potencial para la vida en otros planetas, que con ellos pueden protegerse contra los efectos de las partículas estelares.
“Los campos magnéticos planetarios son importantes por dos razones: protegen el planeta contra las partículas cargadas que llegan a él, lo que evita que sea arrancada la atmósfera planetaria, y también actúan como un escudo ante los rayos cósmicos de alta energía”, dijo Grießmeier. “La carencia de un campo magnético intrínseco puede ser la razón por la que hoy Marte no tiene una atmósfera”.
«Al considerar todas estas cosas, el Sol no parece ser la estrella perfecta para un sistema donde la vida pueda surgir», añade Guinan.
«Aunque es difícil argumentar contra el ‘éxito’ del Sol, ya que hasta ahora es la única estrella conocida que tiene un planeta con vida, nuestros estudios indican que las estrellas ideales para dar cobijo a planetas adecuados para la vida durante decenas de miles de miles de años serían más pequeñas y con una combustión más lenta de su combustible: las ‘enanas naranja’, con tiempos de vida mayores que el Sol, de aproximadamente de 20 a 40 mil millones de años”, dijo.
Estas estrellas, conocidas también como estrellas K, «son estrellas estables, con una zona habitable que permanece en el mismo lugar durante decenas de miles de millones de años”, añade. «Son diez veces más numerosas que el Sol, y pueden proporcionar el mejor hábitat potencial para la vida a largo plazo».
«Y los planetas como la Tierra no son los mejores lugares para albergar vida», comenta. «Planetas con el doble o el triple de tamaño de la Tierra harían mejor trabajo al retener la atmósfera y mantener el campo magnético: Además, un planeta más grande se enfría con más lentitud y mantiene su protección magnética».
Manfred Cuntz, profesor asociado de Física en la Universidad de Texas en Arlington, y sus colaboradores, han examinado tanto los los efectos dañinos como los favorables de la radiación ultravioleta que llegan de las estrellas sobre las moléculas del ADN. Esto les permitió estudiar el efecto sobre otras potenciales formas de vida extraterrestre basadas en el carbono en las zonas habitables de otras estrellas. Cuntz dijo: «El daño más significativo asociado con la luz ultravioleta tiene lugar con los UV-C, que se producen en enormes cantidades en la fotósfera de las estrellas tipo F más calientes y en la cromósfera de las estrellas más frías, tipo K naranjas y tipo M rojas. Nuestro Sol es una estrella intermedia tipo G amarilla. El ambiente de ultravioletas y rayos cósmicos que rodea una estrella puede perfectamente haber «escogido» el tipo de vida que podría surgir a su alrededor”.
Rocco Mancinelli, un astrobiólogo del Instituto de Búsqueda de Vida Extraterrestre (SETI) en California, hace notar que como la vida surge en la Tierra hace al menos 3.500 millones de años, debe haber resistido un bombardeo de radiación ultravioleta durante mil millones de años, antes de que el oxígeno liberado por las propias formas de vida formara la capa protectora de ozono. Mancinelli estudia el ADN para ahondar en algunas de las estrategias de protección del ultravioleta que evolucionaron en las formas de vida primitivas y que aún persisten en una forma reconocible en la actualidad. Dado que la vida en otros sistemas planetarios también debe soportar la radiación de sus estrellas madre, estos métodos de reparación y protección de los organismos contra los daños de la radiación ultravioleta sirven como modelo para la vida más allá de la Tierra.
Mancinelli dice : «También vemos a la radiación ultravioleta como un tipo de mecanismo de selección. Los tres reinos principales de la vida que existen en la actualidad tienen estrategias de protección ultravioleta comunes, tales como mecanismos de reparación del ADN y se refugian en el agua o en las rocas. Son los que no fueron aniquilados tempranamente”.
Los científicos están de acuerdo en que todavía no sabemos cuán ubicua o cuán frágil es la vida, pero como concluye Guinan: “El periodo de habitabilidad de la Tierra está cerca de su fin, a una escala cosmológica de tiempo. En 500 a 1.000 millones de años el Sol comenzará a ser demasiado luminoso y cálido para que exista agua en forma líquida en la Tierra, llevando a un efecto invernadero descontrolado en menos de 2.000 millones de años».
Fuente: Universe Today. Aportado por Eduardo J. Carletti
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