Un pequeño asteroide que pasó zumbando sobre la Tierra la semana pasada puso de relieve la vulnerabilidad de nuestro planeta a los objetos cuyas órbitas peculiares los pone en un juego de escondidas
Un telescopio con base terrestre vio la roca espacial de 10 metros precipitándose hacia nosotros sólo tres días antes de pasar a una pequeña distancia el 13 de enero, cuando pasó volamdo a tan sólo un tercio de la distancia a la Luna (ver objeto que se dirige hacia la Tierra no es basura espacial, es un asteroide).
En todo caso, no se esperaba que el asteroide pudiese llegar a tierra, sino que se quemaría antes de tocar el suelo, en todo caso. Pero su órbita inusual (véase el diagrama arriba) parece diseñada ingeniosamente para evadir nuestras búsquedas. Es probable que exista un puñado de objetos lo suficientemente grandes como para causar daño escondidos en condiciones similares.
Los grandes asteroides son relativamente fáciles de detectar porque reflejan la mayor parte de la luz solar que da en ellos. Pero los asteroides más pequeños —los que pueden dañar la Tierra van de al menos 30 a 50 metros— por lo general son demasiado tenues para que los detecten los telescopios, excepto durante sus breves acercamientos a la Tierra. Para un típico asteroide cercano a la Tierra, estos sucesos se presentan cada un par de años, o a lo suimo con unas décadas de separación.
Sin embargo, la visita inesperada de la semana pasada, de nombre 2010 AL30, se mantuvo lo suficientemente lejos de la Tierra para ser invisible durante más de un siglo. Esta prolongada «invisiblilidad» se debe a que el período de su órbita solar era de 366 días, muy cerca del de la Tierra (aunque el paso cercano cambió la roca a una órbita de 390 días). Al igual que un coche de carreras un poco más lento que fuera cruzado periódicamente por su competidor en una pista circular, se quedaba lejos de la Tierra durante largos períodos.
«2010 AL30 puede convertirse en una especie de ejemplo de los «asteroides ocultos», dice Alan Harris del Instituto de Ciencia Espacial en Boulder, Colorado.
Similares asteroides «sincronizados» pueden estar ocultándose con períodos muy cercanos a dos, tres, cuatro años, y así sucesivamente, dice Harris. Los que tienen períodos de cuatro años representan el mayor riesgo para la Tierra, porque estarían en sincronía con la Tierra y Júpiter, dice Timothy Spahr del Centro de Planetas Menores en Cambridge, Massachusetts. Estos asteroides serían influenciados particularmente por la gravedad de Júpiter, que podría desplazarlos a un curso de colisión con nosotros.
Los asteroides con órbitas no sincrónica también se pueden ocultar. Aquellos con órbitas mayormente interiores a la de la Tierra —llamados asteroides Atón— pasan la mayor parte de su tiempo dentro del resplandor del Sol visto desde la Tierra, por lo que los telescopios tienen problemas para encontrarlos.
Pero los atones serían más fáciles de detectar si se coloca un telescopio más cerca del Sol, en una órbita cercana a Venus, por ejemplo. Un telescopio así también haría más difícil que los asteroides se escondan en órbitas sincronizadas, dice Harris. Él admite que el costo de esa misión sería muy alto, dada la pequeña fracción de asteroides que podrían estar en órbitas sincronizadas. «Por otra parte, supongo que es preferible gastar dinero en eso que en escáneres que desnudan a la gente en los aeropuertos para detectar bombas en la entrepierna, que constituyen un nivel similar de costo y riesgo para la sociedad», dice. Se necesita pronto un informe del Consejo Nacional de Investigación de EEUU que evalúe las estrategias de caza de asteroides, y que incluya el uso de telescopios espaciales.
Pero incluso sin observatorios cerca de Venus, el recién lanzado Wide Field Infrared Survey Explorer (WISE) podría detectar cualquier gran asteroide sincronizado con la Tierra de más de 1 kilómetro de diámetro. Los grandes asteroides en órbitas como la del AL30 de 2010, ubicados a más o menos la distancia de la Tierra al Sol o cerca de ésta, serían luminosos en el infrarrojo, lo que los hace fáciles de detectar para WISE, dice Spahr. Sin embargo, aun WISE sólo sería capaz de detectar una pequeña parte de los asteroides de tamaño medio en esas órbitas, dice.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos, la mayoría de los asteroides ocultos son demasiado pequeños y débiles para detectarlos hasta que están prácticamente encima de nosotros, independientemente de sus órbitas. «La parte triste es que la mayor parte de la población es invisible para nosotros la mayor parte del tiempo», dice Spahr.
Fuente: New Scientist. Aportado por Eduardo J. Carletti
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