Una nueva simulación ha demostrado que el movimiento de reloj del Sistema Solar no garantiza en modo alguno que la Tierra nunca tenga un encuentro cercano con Venus o Marte y se produzca un choque de planetas
Sabemos que las órbitas de los planetas, en apariencia confiables, son inestables a largo plazo, porque los efectos gravitatorios débiles de unas sobre otras se pueden sumar de manera imprevisible.
Técnicamente, el sistema es caótico. ¿Podría este leve caos conducir al desastre?
Mercurio es la clave de la catástrofe.
Es especialmente susceptible a la influencia de Júpiter, debido a una pequeña coincidencia celeste: el perihelio de Mercurio, el punto en el que más cerca se pone del Sol, se mueve lentamente a una tasa de alrededor de 1,5 grados cada 1.000 años, y el perihelio de Júpiter se mueve sólo un poco más lento.
Es probable que un día las dos órbitas entren en sincronización, momento en el que incesante tirón gravitatorio de Júpiter podría acumularse y retirar a Mercurio de su curso.
Un estudio que llevó el año pasado Jacques Laskar del Observatorio de París en Francia encontró escasa probabilidad de que la órbita de Mercurio se pudiese estirar en una elipse alargada, lo que lo pondría en riesgo de una posible colisión con Venus.
El trabajo utilizó un truco matemático para calcular los cambios promedio sobre la mayoría de las órbitas planetarias, por lo que el método fue limitado. «Cerca de una colisión, pierde su validez», dice Laskar.
Él y su colega Mickaël Gastineau han tomado un enfoque más directo simulando 2.500 futuros posibles, que calculan las órbitas de los planetas a lo largo de más de 5.000 millones de años, hasta que el Sol se convierte en una gigante roja.
Cada uno de los 2.500 casos tiene condiciones iniciales ligeramente diferentes. La posición de Mercurio varía en alrededor de 1 metro entre una simulación y la otra. En 20 casos, Mercurio entra en una órbita peligrosa y a menudo termina chocando con Venus o se hunde en el Sol.
Moviéndose en esa deformada órbita, es más probable que la gravedad de Mercurio mueva a otros planetas de su repetitivos caminos: en un caso simulado las perturbaciones enviaron a Marte contra la Tierra.
Laskar encontró que Marte podría chocar directamente contra la Tierra, ser expulsado del Sistema Solar, o llegar tan cerca que la gravedad de la Tierra lo desgarre en piezas que lloverían sobre nuestras cabezas.
Alternativamente, las órbitas de los planetas interiores puede ser trastocadas, y en ese caso la Tierra chocaría con Mercurio o Venus (Nature, DOI: 10.1038/nature08096).
«Ahora tenemos la respuesta definitiva sobre la estabilidad del Sistema Solar», dice Gregory Laughlin de la Universidad de California en Santa Cruz. Afortunadamente, la posibilidad de que el Sistema Solar interior se vuelva loco algún día es de sólo 1 de cada 100.
Fuente: New Scientist. Aportado por Eduardo J. Carletti
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