Los astrónomos han descubierto lo que parece ser una estrella diminuta con una tormenta gigante nubosa, gracias a los datos de los telescopios espaciales Spitzer y Kepler de la NASA. La oscura tormenta es similar a la Gran Mancha Roja de Júpiter: una duradera tormenta, que persiste a lo largo de años, más grande que el planeta Tierra
«La estrella es del tamaño de Júpiter, y su tormenta es del tamaño de la Gran Mancha Roja de Júpiter», dijo John Gizis de la Universidad de Delaware, Newark. «Sabemos que esta tormenta ha durado al menos dos años, y probablemente más tiempo». Gizis es el autor principal de un nuevo estudio que aparece en The Astrophysical Journal.
Esta ilustración muestra una estrella fría, llamada W1906 + 40, marcada por una fuerte tormenta cerca de uno de sus polos. Se cree que la tormenta es similar a la Gran Mancha Roja de Júpiter. Los científicos descubrieron esto utilizando los telescopios espaciales Spitzer y Kepler de la NASA. Créditos: NASA / JPL-Caltech
Aunque se han conocido planetas con tormentas nubosas, esta es la mejor evidencia hasta ahora de que una estrella también posee una. La estrella, conocida como W1906 + 40, pertenece a una clase térmicamente fría de objetos llamados enanas-L. Algunas enanas-L son consideradas estrellas porque se fusionan átomos y generan luz, como lo hace nuestro Sol, mientras que otras, llamadas enanas marrones, son conocidas como «estrellas fallidas» por su falta de fusión atómica.
Se piensa que la enana-L en el estudio, W1906 + 40, es una estrella basándose en estimaciones de su edad (a mayor edad de la enana-L, más probable es que sea una estrella). Su temperatura es de unos 3.500 grados Fahrenheit (2.200 Kelvin). Esto puede sonar bastante caleinte, pero en cuanto a estrellas se trata, es relativamente fría. Suficientemente fría, de hecho, para que se formen nubes en su atmósfera.
«Las nubes de las enanas-L están hechos de pequeños fragmentos minerales», dijo Gizis.
Spitzer ha observado antes otras enanas marrones nubladas, encontrando pruebas de tormentas de corta duración que perduran horas y quizá días.
En el nuevo estudio, los astrónomos pudieron estudiar los cambios en la atmósfera de W1906 + 40 durante dos años. La enana-L había sido descubierta inicialmente por el Wide-field Infrared Survey Explorer de la NASA en el 2011. Más tarde, Gizis y su equipo se dieron cuenta de que este objeto pasó a ubicarse en la misma zona del cielo donde la misión Kepler de la NASA había estado observando estrellas por años a la caza de planetas.
El telescopio Kepler identifica planetas busqueda caídas en la luz estelar cuando planetas pasan frente a sus estrellas. En este caso, los astrónomos sabían que las caídas observadas en la luz de las estrellas no provenían de planetas, pero pensaron que podría estar viendo un punto oscuro en la estrella que se produce como en nuestro Sol, lo que llamamos «manchas solares», que son el resultado de la concentración de los campos magnéticos. Las manchas estelares también causarían caídas en el brillo de las estrellas a medida que éstas giran.
El seguimiento de las observaciones con el Spitzer, que detecta la luz infrarroja, revelaron que la mancha oscura no era una mancha magnética en la estrella, sino una tormenta nubosa colosal con un diámetro que podría contener tres Tierras. La tormenta gira alrededor de la estrella cada 9 horas. Las mediciones infrarrojas del Spitzer en dos longitudes de onda probaron que existen diferentes capas de la atmósfera y, junto con los datos de luz visible Kepler, ayudaron a revelar la presencia de la tormenta.
Mientras que esta tormenta se ve diferente cuando se observa en varias longitudes de onda, los astrónomos dicen que si alguien pudiese viajar hasta allí en una nave espacial, se vería como una marca oscura en la parte superior de la estrella, o polo.
Los investigadores planean buscar otras estrellas y enanas marrones tormentosas utilizando Spitzer y Kepler en el futuro.
«No sabemos si este tipo de tormenta estelar es único o es común, y no lo sabemos por qué persiste durante tanto tiempo», dijo Gizis.
Otros autores del estudio son: Adam Burgasser – Universidad de California en San Diego; Kelle Cruz, Sara Camnasio y Munazza Alam – Hunter College, Nueva York, Nueva York; Stanimir Metchev – Universidad de Western Ontario, Canadá; Edo Berger y Peter Williams – Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, Cambridge, Massachusetts; Kyle Dettman – Universidad de Delaware, Newark; y José Filippazzo – Colegio de Staten Island, Nueva York.
Fuente: NASA. Aportado por Eduardo J. Carletti
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