Bolas de magma del tamaño de asteroides se chocaron por nuestro Sistema Solar y las salpicaduras de sus numerosas colisiones aportaron gran parte de la materia prima con la que se formó la Tierra y sus planetas hermanos de roca
Esto de acuerdo al resurgimiento de una vieja teoría que se opone a la noción de que el Sistema Solar comenzó como un plácido mar de polvo que, simplemente, se agrupó para formar los planetas.
El árbol familiar primitivo de los planetas rocosos de nuestro Sistema Solar se caracteriza por unas esferas vítreas diminutas llamadas cóndrulos, que hoy se encuentran dentro de antiguos meteoritos. El origen de los cóndrulos, que normalmente son de un milímetro de diámetro, está rodeado de misterio. Constituyen una gran parte del material conservado en los meteoritos que se formaron alrededor de 2 millones de años luego de que comenzó a formarse el Sistema Solar, y se cree que se agruparon para formar asteroides de tamaño planetesimal, que a su vez se aglomeraron para formar la Tierra y sus compañeros.
La composición vítrea de los cóndrulos y su forma esferoidal demuestran que estuvieron fundidos. Según la opinión popular, se forman cuando se calientan súbitamente los granos de polvo en la nebulosa que rodea al joven Sol, quizás cuando se disparan rayos u ondas de choque a través de la nebulosa.
Pero cálculos publicados en 2008 sobre la retención de sodio en los cóndrulos sugieren que se formaron en nubes densas (Science, vol 320, p 1617). Esto es difícil de conciliar con la fusión de motas de polvo en una nebulosa, donde se espera que estén muy espaciadas.
Ahora Ian Sanders, del Trinity College de Dublín en Irlanda, dice que otro escenario de formación, con la participación de colisiones entre asteroides del tamaño de bolas de magma, que se mantenían fundidos debido a su alta radioactividad, ofrece una mejor explicación. Sanders renueva así una idea ya conocida en la reunión de esta semana de la Sociedad Meteoritica en Nancy, Francia, idea que fue propuesta por vez primera en la década del los 80.
La desintegración de isótopos radiactivos ayuda en la actualidad a mantener fundidos los núcleos de cuerpos relativamente grandes como la Tierra. Sanders sostiene que la gran abundancia de material radiactivo en el incipiente Sistema Solar hacía que, si los objetos formados tenían más de 30 kilómetros de extensión, éstos se derretieran..
Las colisiones entre las bolas de magma habrían quebrado sus costras delgadas de roca sólida, desparramando material fundido en el espacio, donde las gotas se enfriaron rápidamente para formar cóndrulos.
«Esto ofrece un punto de vista completamente diferentes sobre lo que sucedió en los primeros en los primeros 2 millones de años del naciente Sistema Solar», dice Sanders. Ése es el período en el que se formaron los cóndrulos, cuya antigüedad fue determinada al medir isótopos clave en su interior.
Conel Alexander, de la Carnegie Institution de Washington DC, quien dirigió el año pasado el estudio de Ciencia, dice que la elevada densidad de gotas que se podrían encontrar en las plumas de magma expulsadas desde las bolas podrían explicar los resultados de su equipo, pero encuentra la idea difícil de aceptar por otros motivos. Una cuestión clave es que el material dentro de las bolas de magma debe haberse ordenado rápidamente en capas químicamente distintas, con el hierro hundiéndose hacia el núcleo y los elementos más ligeros cerca de la superficie. La firma química de esta distribución no está presente en los cóndrulos, dice Alexander.
Sanders observa que algunas de las cóndrulos, de hecho, carecen de hierro, como cabría esperar si fueron salpicados de un lugar cerca de la superficie de un cuerpo líquido, aunque estos cóndrulos de ejemplo son minoría.
Fuente: New Scientis. Aportado por Eduardo J. Carletti
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