Investigadores de Japón y Francia descubrieron una nueva forma de mirar dentro de la Tierra que no se ve obstaculizada por «los puntos ciegos tectónicos». Mediante la explotación de un curioso fenómeno conocido como el «zumbido de la Tierra», los geofísicos podrían tener una mejor imagen del manto superior, la zona en que se originan los terremotos.
Viaje al centro de la Tierra
En el clásico de ciencia ficción de Julio Verne de 1864, un intrépido profesor se embarca en un Viaje al centro de la tierra impulsado por su curiosidad. Aunque este tipo de exploración se mantiene firmemente en el terreno de la ficción, los científicos encontraron una manera indirecta de «ver» debajo la superficie de la Tierra. Estudiando cómo viajan las ondas generadas por los terremotos a través del planeta, les proporcionó a los geofísicos una imagen básica del interior de la Tierra.
La limitación con este método para obtener imágenes, sin embargo, es que está restringido a las zonas donde se producen los terremotos, la gran mayoría de los cuales se concentran en los bordes de las placas. Además la técnica sólo puede ser utilizada cuando se genera la actividad sísmica se está produciendo —los terremotos son notoriamente dificultosos de predecir y pueden golpear en zonas que han estado quietas sísmicamente por un largo período de tiempo.
Ahora, Kiwamu Nishida de la Universidad de Tokyo y sus colegas han dado cuenta de un modo alternativo de obtener una imagen de la Tierra que no depende de la presencia de los terremotos. En su lugar los geofísicoa siguen la pista de las ondas generadas por la interacción de la atmósfera de la Tierra y la superficie —un fenómeno conocido como el «zumbido» sísmico de la Tierra.
El llamado de la madre naturaleza
Por más extraño que parezca, la atmósfera de la tierra resuena contínuamente en un coro de frecuencias justo por debajo del alcance del oído humano. Este fenómeno se espresa en la superficie de la Tierra como ondas infrasónicas, esto es, ondas con frecuencias entre los 0,01 y 10 Hz las cuales se conocen que existen por grabaciones que se han hecho alrededor del globo.
Hasta ahora, sin embargo los investigadores han sido incapaces de unir las variaciones del zumbido de la Tierra con las características del manto. Esto es en gran parte por el complicado proceso involucrado en la generación del zumbido y la presencia de otras fuentes de ruido ambiental sísmico.
Nishida y su equipo rodearon este problema estudiando registros del sonido ambiental de la Tierra por un largo período de tiempo: entre 1986 y el 2003. De este modo fueron capaces de distinguir el zumbido de las diferentes fuentes de sonido ambiental y como varía en períodos de 100 a 400 segundos. De ese modo pudieron unir fluctuaciones y variaciones geográficas en el zumbido con la composición química y física del manto.
Geofisica del manto
Los geofísicos midieron la velocidad del sonido en el manto a profundidades de 340 km por debajo de Asia, Norte y Sud América y Australia. Combinando esta gran cantidad de datos en la forma de una tomografía, fueron capaces de construir mapas de velocidad del manto bajo las masas de tierra continentales. «Utilizando el zumbido sísmico, la estimación de la estructura de la Tierra no está limitada por la distribución espacial de los terremotos» le dijo Kiwamu a physicsworld.com
Sebastian Rost, un geofísico de la Universidad de Leed, en Inglaterra, está impresionado por el el nuevo desarrollo y le ve un enorme potencial. «Comprendiendo la estructura del manto superior es importante para entender la tectónica de las placas, especialmente el modo en que las placas subducidas son recicladas en las zonas de subducción y nuevas picos se generan en medio de las crestas oceánicas».
Sin embargo Rost está levemente preocupado porque la investigación requiere una escala de tiempo de siete años para la técnica sea utilizable. «Se pierden datos sísmicos todos los días debido a que los archivos son cerrados por ahorros de dinero o decaimiento de las cintas magnéticas o datos no disponibles para la investigación en primer lugar».
Esta investigación aparece en la última edición de Science.
Fuente: phisycsworld.com. Aportado por Gustavo Courault
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