Cuando se habla de dónde podría existir vida en nuestro Sistema Solar, la luna de Júpiter Europa se queda a menudo con todos los premios. Sin embargo Io, una hermana muy volcánica, también podría ser un hábitat posible
Un poco más grande que nuestra Luna, Io es el más interno de los grandes satélites de Júpiter y el cuerpo más activo volcánicamente en el Sistema Solar, desprendiendo plumas de materia que alcanzan 300 kilómetros desde la superficie.
Esta actividad extrema es resultado de la poderosa atracción gravitatoria de Júpiter, que causa que la atormentada corteza sólida de Io se abulte y se contraiga 100 metros o más, generando un intenso calor debido a la fricción. Aunque el calor en la cercanía de los volcanes puede llegar a los 1.649 grados C, suficientemente alto para que haya lava líquida, la temperatura en la superfice de Io tiene una media de -130 grados C, lo que da lugar a campos de nueve de dióxido de azufre.
Esto significa que Io es una tierra tanto de fuego como de hielo.
En general se considera a Io un mal candidato para la vida debido a la exposición a la radiación con la que lo baña Júpiter. Además, no se han detectado moléculas orgánicas en su superficie, y sólo cuenta con una tenue atmósfera que carece de vapor de agua detectable.
“Ahora todos tienden a excluir categóricamente la posibilidad de vida en Io”, dice el astrobiólogo Dirk Schulze-Makuch de la Universidad del Estado de Washington.
Sin embargo, las condiciones en Io podrían haber ofrecido un hábitat más benigno en el pasado lejano. Si se desarrolló vida en Io en algún momento, existe la posibilidad de que pueda haber sobrevivido hasta nuestros días, sugiere Schulze-Makuch.
“En la superficie la vida es casi imposible, pero si se desciendie más en las rocas, podría ser interesante”, señala. “No deberíamos clasificarlo directamente como muerto sólo porque es tan extremo”.
Los modelos de computadora indican que Io se formó en una región alrededor de Júpiter donde había grandes cantidades de hielo de agua. El calor de Io, en combinación con la resultante posibilidad de agua líquida, podrían haber hecho plausible la vida.
“Debe haber habido una gran cantidad de agua en Io poco después de su formación, a juzgar por la cantidad de hielo de agua que hay en Europa y Ganímedes”, dice Schulze-Makuch.
La radiación de Júpiter habría arrancado el agua de la superficie de Io en, tal vez, 10 millones de años. En este momento la vida podría haberse retirado bajo tierra, donde aún podría haber abundante agua, y la actividad geotérmica y los compuestos de azufre podrían proporcionar suficiente energía a los microbios como para sobrevivir.
Aunque no se han detectado moléculas orgánicas en la superficie de la luna, esto no significa que no las haya bajo el terreno, dice Schulze-Makuch. Cualquier compuesto orgánico que existiera alguna vez en la superficie o que pudiese emanar hoy desde debajo de la superficie —que es probable que estuviesen presentes en forma natural en esa región del espacio durante de la formación de Io— se destruirían rápidamente por la radiación de Júpiter.
Los muchos tubos de lava que, se piensa, existen en Io, ofrecen un ambiente especialmente favorable para la vida, sugiere Schulze-Makuch, protegiendo a los organismos de la radiación.
Los tubos de lava también podrían proporcionar aislación térmica, atrapando la mezcla y proporcionando nutrientes tales como los compuestos de azufre. Es común que haya microbios en los tubos de lava de la Tierra, desde las zonas volcánicas y de hielo de Islandia a las tubos en las cálidas arenas de Arabia Saudita, y los tubos de lava son los ambientes más plausibles para la vida en Marte, añade.
Probablemente la sopa primordial desde la que se podría originar la vida de Io estaba basada en el agua, pero el solvente elegido por los organismos podría haber cambiado drásticamente conforme se transformaba la luna.
Una posible elección es el sulfuro de hidrógeno, ya que es razonablemente abundante debajo de la superficie superior de Io y permanece líquido desde -86 a -60 grados C, lo que entra dentro de las condiciones ambientales que predominarían allí. Si bien no es especialmente eficiente como disolvente para los iones, disuelve muchas sustancias, incluyendo muchos compuestos orgánicos. Entre otras posibilidades están el dióxido de azufre y el ácido sulfúrico.
“Estoy explorando junto a unos colegas si los compuestos de azufre podrían actuar como disolventes para la vida”, remarca Schulze-Makuch.
Dadas los salvajes extremos por los que puede pasar Io a lo largo de su órbita alrededor a Júpiter, una posible estrategia de supervivencia en este desafiante ambiente sería permanecer dormido la mayor parte del tiempo, y sólo volver a la actividad cuando hay riqueza de nutrientes. “Sería mucho más fácil para la vida si hibernase regularmente”, dice Schulze-Makuch.
Aunque Europa y Ganímedes son los objetivos de máxima prioridad para las futuras misiones espaciales, no se debería descuidar a Io, dice Schulze-Makuch. “Se puede obtener mucha información enviando una sonda robótica resistente a la radiación que sea capaz de detectar la composición química y el estado físico de los líquidos en el subsuelo y la superficie de Io”, señaló, tal vez como parte de una misión más grande al sistema de Júpiter.
“Sé que las posibilidades de vida en Io son bajas, e incluso si hay algún tipo de vida microbiana en los tubos de lava, a corto plazo no hay manera de llegar hasta alli”, agregó. “Pero no excluyamos del todo a Io sólo porque parece extraño o ajeno”.
Si una misión a Io tiene la extraordinaria suerte de encontrar vida en un entorno tan improbable, “entonces la vida en cualquier punto de la galaxia parecería mucho más probable”, dijo Schulze-Makuch. “Realmente sería ampliar nuestros horizontes”.
Schulze-Makuch detalla sus ideas en la edición de febrero-marzo del Journal of Cosmology.
Fuente: Space. Aportado por Eduardo J. Carletti
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