Transferir la inteligencia de los seres humanos a los robots mediante cultivos de neuronas, dotar a nuestro cerebro de «sentidos» adicionales por medio de implantes de silicio para mejorar su capacidad o aplicar la tecnología informática en beneficio de las personas con alguna patología o discapacidad son las algunas de las líneas de investigación de Kevin Warwick, profesor de Cibernética de la Universidad de Reading, en Inglaterra. Él mismo se ha implantado chips para probar su nueva tecnología y ha sido capaz de detectar a ciegas la proximidad de objetos. Algunos de sus trabajos suscitan consideraciones éticas
A través de Internet, Warwick ha conectado su sistema nervioso con el de su mujer y sentir él mismo algunos de sus movimientos: «Cuando ella cerraba la mano mi cerebro lo notaba. Nos comunicamos telegráficamente», explica minutos antes de su conferencia en Cosmocaixa, invitado por la Fundación La Caixa en el marco de la Semana de la Ciencia. Con el título «Los experimentos Cyborg», Warwick habló de sus robots con cerebros biológicos, y el uso de chips para mejorar nuestras capacidades o paliar los efectos de enfermedades neurológicas. Sus investigaciones, asegura, podrían ser útiles en patrologías como «párkinson, epilepsia y algunos casos de depresión. En el futuro quizás también para abordar la esquizofrenia y la demencia. Podrían ayudar a entender estos problemas mejor y permiten experimentar con distintas técnicas para ayudar a esos pacientes», explica.
Hasta ahora pensamos en los robots como máquinas, pero Warwick los ha dotado de un cerebro biológico compuesto por neuronas, que obtiene de la corteza cerebral de fetos de ratón y que luego cultiva in vitro: «en una cámara especial dentro de la cual se les pueden proporcionar nutrientes y unas condiciones ambientales adecuadas. Una serie de electrodos alojados en la base de la cámara actúa como interfaz bidireccional con el cultivo. En estas condiciones, las neuronas se conectan y desarrollan de manera espontánea y se estabilizan en pocas semanas».
En dos meses y medio este cultivo puede acoplarse a un pequeño robot que emite ultrasonidos. En definitiva, un cuerpo de metal controlado por un cerebro biológico, como explica el investigador británico en «De ratones y hombres», publicado en 2009 en «Stud Health Technol Inform.» «La actividad electroquímica del cultivo se usa como entrada de datos para los accionadores del robot. A su vez, las lecturas del sensor ultrasónico del robot se convierten en señales de estimulación que recibe el cultivo». Con 100.000 neuronas la «cabeza robótica» es capaz de explorar el entorno y evitar una pared. «Unas veces acierta y otras no. Aprende por ensayo y error. Al principio se equivoca más porque está aprendiendo, es como un bebé robot», señala Warwick. La destreza del robot para evitar chocar con la pared aumenta con el tiempo, asegura.
El objetivo de esta investigación es estudiar de cerca las bases del aprendizaje y cómo se forma la memoria. De las 100.000 neuronas (la millonésima parte de las que posee nuestro cerebro), Warwick está intentando pasar a 30 millones, con cultivos en 3D, «una cantidad respetable».
Neuronas humanas
Dispone también de neuronas humanas, «lo que abre la posibilidad de un robot con un cerebro compuesto de neuronas humanas. Cuando este cerebro conste de miles de millones de neuronas, será necesario plantearse numerosas cuestiones sociales y éticas», advierte. Entre ellas, «¿Consideraremos a la criatura como un ser vivo consciente, como algunos filósofos, por ejemplo Searle, han discutido previamente? ¿Puedo, en tanto que originador/creador del robot viviente, simplemente desenchufar la vida del robot? ¿Sería correcto hacerle eso a nuestra futura criatura?», como plantea en «Techno-humanidad».
El robot con cerebro orgánico
Hace un par de décadas, estas investigaciones hubieran sido un buen argumento de ciencia-ficción. Es fácil pensar en Asimov y sus narraciones sobre Robots, que inauguró en 1950 con Yo, robot. «El hombre bicentenario», de la misma serie, llevada al cine, no parece una historia tan inverosímil después de charlar con Kevin Warwick. «No está tan lejano. Gran parte de los problemas son una cuestión de dinero y una investigación más a fondo sobre esos aspectos», asegura.
Fabricando al hombre perfecto
Él mismo ha hecho de conejillo de indias para probar algunas de sus ideas. En 1988 se implantó un dispositivo de identificación por radiofrecuencia (RFID, por sus siglas en inglés), que le permitía controlar luces, abrir puertas y recibir un «hola» como saludo de bienvenida cuando entraba en su laboratorio de la Universidad de Reading.
En 2002 se implantó un dispositivo de microelectrodos en el nervio mediano de su brazo izquierdo. En esta ocasión, su objetivo era el de controlar una mano robótica a través de Internet, al tiempo que recibía información procedente de las yemas de los dedos del brazo artificial en forma de estimulación neuronal, para dar una sensación de aplicación de fuerza sobre un objeto. El expertimento se realizó a distancia: Warwick estaba en la Universidad de Columbia, en Nueva York y, a través de Internet, pudo mover un brazo robótico situado al otro lado del Atlántico, en la Universidad de Reading, en Inglaterra.
Además, como parte de este experimento, logró convencer a su mujer para que se implantara otro electrodo y experimentar «una forma de comunicación telegráfica primitiva entre los sistemas nerviosos de dos humanos». Como reflexiona el mismo Warwick, «la mejora a través de interfaces cerebrales informáticas abre todo tipo de oportunidades tecnológicas. También arroja una serie de consideraciones éticas que es necesario tratar».
Sobre éste y otros temas hemos hablado con Kevin Warwick:
¿Cuál es el objetivo poner de dotar a un robot de un cerebro orgánico?
Para mí es algo apasionante, y tiene que ver todo con la inteligencia en seres humanos y en máquinas, para ver si podemos combinar ambas cosas, en parte como ayuda terapéutica, pero también para mejorar las capacidades de nuestro cerebro.
¿Podrían transmitirse estos robotos «orgánicos» conocimientos entre ellos?
Los cerebros informáticos pueden aprender unos de otros. Pero esto aún no ha ocurrido con el cerebro orgánico. Pero no veo por qué no sería posible, técnicamente hablando. De momento es difícil. Para el próximo proyecto.
¿Cree que sería posible devolver la memoria a las personas que la han perdido?
Yo lo espero, es importante conocer dónde está el problema. Mi madre sufrió demencia y descubrimos que podía acordarse de cosas un día y al día siguiente no. Parece que la memoria estaba allí todavía, pero tenía problemas para acceder a ella y recuperarla. Si la memoria está ahí podríamos añadir más neuronas que ayuden a recuperar los recuerdos. Entonces sí sería una solución al problema. Sería fantástico, pero eso es para el futuro. Desde el punto de vista científico hay que especular así y luego aplicar la ciencia para que eso funcione.
¿Un futuro muy lejano?
Si consideramos lo que sabemos hoy en día, está muy lejano y muchos científicos dirán que no es posible. Pero podría ser muy sencillo también. Con nuestros robots con cerebro de rata estamos intentado averiguar qué es la memoria y como recordamos. Y podemos experimentar añadiendo neuronas. Y después podríamos probar en seres humanos y sería cuestión de tener la aprobación de los comités de ética.
Una de las cosas que me ha llamado la atención es que ha experimentado con usted mismo…
Me he puesto dos implantes. El primero ahora parece algo sencillo, pero entonces [a finales de los 80] era complicado. Fue un dispositivo de identificación por radiofrecuencia. Me identificaba para mi ordenador. Y si estaba en el pasillo se encendía la luz, en el laboratorio se abría la puerta y me saludaba. Fue bastante divertido. Con el segundo implante, en 2002, pusimos 100 electrodos en mi sistema nervioso, para relacionarlo con el ordenador. El objetivo era ver la posibilidad de ayudar las personas con discapacidad y también explorar las mejoras potenciales.
¿Qué diferencia a hay entre probarlo o hipotetizar sobre ello?
Para mi ha sido apasionante, un poco arriesgado, pero desde el punto de vista científico ha sido fantástico. Hemos tenido buenos resultados. No hemos conseguido todo lo que queríamos, aunque sí bastante, y hemos logrado cosas que no esperábamos.
¿Por ejemplo?
Una cosa en la que hemos tenido éxito ha sido con el input ultrasónico. He tenido otro sentido añadido a los míos y ha funcionado muy bien. A ciegas podía moverme y detectar objetos con este nuevo sentido. Una cosa que no esperaba es que si el experimentador se acercaba podía notar a ciegas que venía hacia mí y me asustaba. Mi cerebro estaba aprendiendo a reconocer ese nuevo sentido y a reaccionar a él. Lo cual fue una sorpresa. Otra parte del experimento fue conectar mi sistema nervioso a Internet en Nueva York y controlar un robot que estaba en Inglaterra con mi cerebro. Movía la mano en NY y el robot movía la mano en Inglaterra. El brazo robótico tenía sensores en la punta de los dedos y mi cerebro podía notar la fuerza que aplicaba y esto fue un poco extraño. Nunca había visto algo parecido en Hollywood. Mi cerebro estaba en América pero parte de mi cuerpo estaba en Inglaterra. Lo que puede significar en el futuro lo desconozco. Da un poco de miedo.
Ha involucrado a su mujer también en estas investigaciones…
Mi mujer ha tenido electrodos implantados también y hemos conectados nuestros sistemas nerviosos. Cuando ella cerraba la mano, mi cerebro lo notaba. Nos comunicamos telegráficamente.
¿Telegráficamente o telepáticamente?
Ambas cosas. Es una telepatía muy práctica y realista.
¿Haciendo ciencia ficción se podría hacer compartir la memoria entre dos personas por este método?
Quizá. Hoy técnicamente se puede conectar un electrodo en tu cerebro y estimularle para que recuerdes cosas de cuando eras joven. Pero introducir memoria en tu cerebro eléctricamente, no sabemos cómo hacerlo. Sería más fácil leer una memoria, pero aún tenemos que aprender como hacerlo.
¿Lo decía por las sensaciones compartidas con su mujer durante le experimento?
Fue muy íntimo, pero no tanto respecto a la memoria.
Está tratando de lograr un dispositivo «inteligente» de estimulación cerebral profunda para pacientes de párkinson, ¿qué diferencia hay con los estimuladores actuales?
Nosotros lo que hacemos es registrar en el ordenador lo que pasa en el cerebro. Y mediante inteligencia artificial se conecta la actividad eléctrica del cerebro con los temblores. Y podemos anticipar, por esa actividad eléctrica, cuándo va a empezar el temblor. Lo que queremos es estimular el cerebro sólo cuando hace falta, no constantemente. En la actualidad, hay que cambiar las baterías [de los «marcapasos cerebrales»] con frecuencia, y queremos que duren más tiempo. Pero también, ya que se monitorizar la actividad eléctrica en el cerebro, tendremos más datos sobre lo que pasa en el cerebro con párkinson. En un proyecto con la Universidad Carlos III de Madrid estamos tratando de ver si hay diferentes tipos de párkinson, porque se podrían abordar cada de forma diferencial. Por la actividad eléctrica podríamos llegar a diferenciar distintos tipos de párkinson.
¿Funcionaría este dispositivo también para la epilepsia?
En el párkinson, con inteligencia artificial, podemos predecir con una antelación de 20 segundos la aparición del temblor. Con la epilepsia este intervalo puede ser de muchos minutos. No tenemos la misma cantidad de datos, porque no hay muchas personas con electrodos implantados, pero estamos empezando con ello.
Parte de sus experimentos son polémicos, porque suscitan aspectos éticos…
Hay diferentes tipos de ética. Hemos tenido algún pequeño problema con el Comité de Bioética Americano. En parte debido a que hicimos los experimentos primero en Europa y era un problema porque no estaban hechos en América. Pero dentro en la Comunidad Europea, todo lo que tiene que ver con terapia e implantes tiene interés. Y esto plantea una cuestión importante: cómo tratar el problema de las mejoras (enhancement). Porque suscita muchos temas sociales, cómo quién tendrá un implante y quién no. Y hay también muchas oportunidades comerciales. Y sería una locura tirarlo a la basura ahora. Los americanos lo harán primero. También he tenido problemas con implantes en niños, para seguimiento. Hace unos años, en Inglaterra a raíz del asesinato de unas niñas, muchos padres me pidieron un implante que les permitiera saber dónde estaban sus hijos. Les dije que podía hacerlo, pero las sociedades relacionadas con la infancia de Inglaterra dijeron se negaron y no pude seguir con ese trabajo. Pero he recibido cartas y correos de padres que me lo piden a título individual. Hace un mes una niña fue asesinada en Gales y me sentí fatal, porque hubiéramos podido tener la tecnología y quizá estaría viva. Me siento en parte responsable. Desde el punto de vista ético es muy difícil para los científicos, porque si hacemos una cosa está mal, pero si no la hacemos el resultado tampoco es bueno.
Al oírle estaba pensando en la película Minority report. ¿Viviremos en un mundo en el que estemos constantemente monitorizados por dispositivos electrónicos?
Sí. Éticamente hay efectos positivos y negativos. Unos querrán este tipo de control y otros no. Yo creo que la investigación que estoy haciendo obliga a que las personas reflexionen sobre este tema. Hace unos años había grupos en Europa pendientes de los derechos de los robots. Con los cerebros orgánicos en los robots, quizá no será tan absurdo plantearlo, porque son cerebros vivos. Hace que este tema esté de actualidad, y no sea algo teórico.
Efectivamente da un poco de vértigo pensar en ello. Cuando lo ves en el cine, parece muy lejano, pero no lo es tanto, según sus investigaciones…
No está tan lejano. Gran parte de los problemas son una cuestión de dinero y una investigación más a fondo sobre esos aspectos.
Fuente: ABC. Aportado por Eduardo J. Carletti
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