La realidad es que con un solo ejemplo de vida en todo el Universo no sabemos mucho de cómo aparece la vida o cómo es. Sólo podemos usar la vida terrestre como modelo e intentar extrapolar algo similar en otros planetas. Por esta razón buscamos planetas similares al nuestro
De momento no podemos ver esos planetas u obtener espectros de ellos y saber si hay algún desequilibrio químico que indique la presencia de vida, pero esto no impide que se realicen estudios teóricos sobre el asunto. Al fin y al cabo, hay margen para la imaginación.
Un factor importante es saber qué tipo de estrellas iluminan esos exoplanetas. Las estrellas grandes y pesadas son muy cálidas y tienen zonas habitables amplias y alejadas de la estrella, por lo que es más probable que un planeta “caiga” dentro de esas zonas. Pero esas estrellas emiten más rayos ultravioletas y, lo que es peor, duran mucho menos. La vida en la Tierra fue unicelular durante miles de millones de años y sólo se hizo un poco más compleja hace unos 600 millones de años. No sabemos muy bien por qué esto fue así, se ha propuesto que hasta entonces no había oxigeno en cantidades apreciables o que los mares eran poco más o menos que tóxicos. Pero, si tomamos la vida terrestre como modelo, vemos que a la vida compleja no le daría tiempo aparecer en hipotéticos planetas alrededor de estrellas pesadas.
Bueno, quizás hay una segunda oportunidad si la estrella no es tan masiva como para dar lugar a una estrella de neutrones o un agujero negro, pues en ese caso se puede producir una enana blanca. Cuando una estrella llega al final de su ciclo vital y ha gastado casi todo su combustible nuclear, se transforma en gigante roja, engloba los posibles planetas cercanos y se desprende de sus capas exteriores, que forman una nebulosa. Lo que queda en el centro es una enana blanca. Las enanas blancas son estrellas muy pequeñas, pueden tener sólo el tamaño de un planeta, pero aún pueden retener suficiente calor residual como para iluminar un planeta con vida.
Al ser tan frías, tienen una zona habitable muy estrecha y cercana. Un planeta habitable tardará sólo unas pocas horas en completar una órbita y, probablemente, enfrente siempre una misma cara a la estrella.
Pero hay una ventaja, si existe un planeta habitado alrededor de una estrella de este tipo, su vida puede ser detectada muy fácilmente. Una manera podría ser a través de la presencia en el espectro de oxígeno. El oxígeno es muy reactivo y si existe es porque se reemplaza continuamente, como ocurre aquí en la Tierra con la fotosíntesis.
Científicos del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics proponen que sea este tipo de estrellas las primeras en ser estudiadas en busca de vida extraterrestre, simplemente porque ahí sería más fácil encontrarla, según ellos.
La fase de gigante roja habrá acabado con todo atisbo de vida que hubiera previamente, pero se puede formar un nuevo planeta a partir de los residuos allí dejados, que por composición química del polvo y gases presentes, rica en elementos pesados, sería de tipo rocoso. Se cree que los planetas de tipo rocoso son más propicios para la vida. En definitiva, sería una nueva generación planetaria.
Otra posibilidad es que un planeta emigre desde el exterior a esa zona interior habitable, aunque en este caso es más complicado explicar el origen de la vida en un planeta tan antiguo. Pero esta dificultad también se puede aplicar a los planetas de segunda generación, pues se cree que el agua de la Tierra procede de los asteroides y cometas que impactaron sobre ella una vez ésta se diferenció. No está claro que algo así se dé en una segunda generación planetaria. Y sin agua no hay vida tal y como la conocemos.
El caso es que, si esos planetas existen, pueden ser detectados fácilmente, por ejemplo por el método del tránsito. Basta con observar durante unas horas la estrella y ver si se produce una disminución periódica de su brillo.
Estos científicos estiman que una campaña en la que se estudiaran las 500 enanas blancas más cercanas podría revelar la presencia de más de un planeta de tipo rocoso en la zona habitable.
Debido a los tamaños relativos similares del planeta y la estrella sería, además, fácil obtener el espectro de la atmósfera planetaria durante unos de esos tránsitos. Así por ejemplo, el oxígeno atmosférico o el vapor de agua absorberían frecuencias específicas de la luz estelar y sabríamos que hay vida.
El telescopio espacial James Webb (JWST) podrá tomar espectros precisos de este tipo de objetos, pues los cálculos así lo indican.
Por otro lado, las estrellas enanas rojas pueden mantenerse brillando durante mucho más tiempo que las estrellas como el Sol, y dar tiempo para que la vida evolucione en direcciones que, probablemente, ni imaginamos. Son estrellas muy abundantes en nuestra galaxia, por lo que se compensa la baja probabilidad de que se forme un planeta en su estrecha y cercana zona habitable. Los últimos estudios indican que el planeta habitable más cercano probamente orbite una enana roja. Sin embargo, el problema es que la enana roja es, en este caso, más brillante que una enana blanca, y las señales espectrales de los planetas que orbitan a su alrededor quedan cegadas por la luz estelar. A pesar de todo, se planea usar el JWST para tomar espectros con mucho tiempo de integración para así intentar conseguir estadísticamente líneas espectrales de las atmósferas planetarias.
Aunque el planeta habitable más cercano probablemente orbite una enana roja, puede ser que antes tengamos noticias de uno alrededor de una enana blanca.
Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti
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