La compañía de búsquedas está desarrollando un ordenador que llevarías puesto en un par de gafas. Pero, ¿querrán usarlo?
Google Glass, un ordenador compacto montado sobre un par de delgados marcos de metal de gafas, es un logro técnico impresionante. Pero, ¿puede convertirse en un negocio?
Glass es el proyecto personal del cofundador de Google, Sergey Brin. Los marcos compactos tienen un brazo en un lateral que esconde una cámara, una batería, sensores de movimiento, una conexión inalámbrica para acceder a Internet, y otros aparatos electrónicos. El brazo también contiene una pequeña pantalla cuya luz es dirigida hacia el ojo de una persona por un prisma del tamaño del dedo pulgar, colocado justo debajo de su ceja derecha.
Google ha mostrado vídeo y fotos nítidas capturados por trapecistas, paracaidistas y supermodelos utilizando prototipos de Glass, como los que se dieron a conocer por primera vez en abril de 2012. Recientemente, la compañía publicó un vídeo en el que podía verse a gente utilizando comandos de voz para ordenar a Glass que tomara imágenes y enviara mensajes.
Pero aún no está claro el modo en que este proyecto de I+D podría convertirse en un producto popular y un importante contribuyente de los ingresos de Google. No hay duda de que cualquiera que pueda reinventar la experiencia informática móvil tiene todas las de ganar. Apple lo ha demostrado con su iPhone y con las tabletas.
Sin embargo, para que Google pueda convertir Glass en un hito comercial similar, la empresa tendrá que negociar los desafíos de moda, diseño, y relaciones humanas que han afectado a la experiencia hasta ahora. Google, que planea comenzar a vender Glass este año, declinó hacer comentarios para este artículo.
Hacer que Glass esté al alcance de los consumidores será la parte más fácil. El dispositivo puede que tenga un aspecto único, pero sobre todo será un remix de componentes electrónicos compactos que hoy día son estándar en los teléfonos inteligentes, y su manufactura debería costar casi lo mismo que la de un teléfono inteligente.
«Hemos situado los precios medios de las gafas inteligentes, no solo las de Google, en 400 dólares», señala Theo Ahadome, analista de IHS Insight, dedicado a destripar teléfonos, tabletas y otros dispositivos para estimar sus costes.
Convencer a un gran número de personas para que se pongan el dispositivo en la cara será un desafío mucho más grande. Blake Kuwahara, diseñador de gafas y creador de modelos para Carolina Herrera y otras casas de moda, señala que Google tendrá que reinventar su producto para tener éxito como producto de moda, no solo como ordenador que te puedas colocar en la cara.
A juzgar por los prototipos de Google, «está claro que este dispositivo ha sido diseñado por diseñadores industriales», indica Kuwahara. «Para hacer de esto algo que alguien quiera usar a tiempo completo, hay que hacer ajustes a nivel de estética y estilo, ya que tiene el aspecto de un dispositivo, y no de unas gafas de moda».
Tampoco queda claro qué aplicación será la que tenga más éxito en Glass. Google ha dejado caer algunas ideas: la gente podría usar la tecnología para obtener direcciones durante un viaje, o para compartir en tiempo real vídeos de experiencias como subir a una montaña rusa con amigos. Esos vídeos son geniales para promocionar en televisión el prototipo de Google, pero para la mayoría de los usuarios su valor es incierto, ya que casi todo lo que puedes hacer con Glass también puedes hacerlo con un teléfono inteligente, y probablemente con mayor facilidad.
Quizás tras reconocer el dilema, Brin ha buscado abiertamente ayuda para generar más ideas sobre cómo usar el producto, y también ha criticado a la competencia. Durante la conferencia TED de finales de febrero, definió los teléfonos inteligentes como ‘castrantes’ porque sus usuarios tienen que estar ‘encorvados, mirando hacia abajo, frotando un trozo de cristal sin rasgos distintivos’. Por el contrario, señaló que Glass ‘libera tus ojos’.
En junio pasado, Brin hizo un llamamiento a los ingenieros de software que asistieron a la conferencia anual de Google para desarrolladores externos, invitándoles a pagar 1.500 dólares (1.147 euros) para experimentar con prototipos (estos modelos ‘Explorer’ iniciales aún no han sido enviados). Después de firmar acuerdos de confidencialidad, algunos desarrolladores asistieron a reuniones a puerta cerrada el mes pasado en San Francisco y Nueva York (EE.UU.), para vivir su primera experiencia con la tecnología.
Casi ningún programador de software tiene experiencia en el desarrollo de algo como Glass, y para hacerlo bien será necesario abandonar algunas convenciones fundamentales de la computación actual, indica Mark Rolston, director creativo de Frog Design, una firma de diseño que ha trabajado con muchas compañías de tecnología de consumo.
Hoy día, la gente trata los ordenadores móviles como cajas de herramientas -afirma Rolston- usando herramientas individuales (aplicaciones) para realizar tareas específicas. «Si el ordenador lo llevas puesto, ese modelo de aplicación tiene que desaparecer», añade. «En su lugar, tiene que reaccionar al mundo exterior, para que dé la sensación de ser una experiencia natural, y no una interacción con un ordenador».
Las limitadas demostraciones de Glass sugieren que la compañía está de acuerdo. Las gafas tienen una pantalla táctil en el lateral para desplazarse por los menús, pero en las demostraciones de Google se ve a los usuarios diciendo «Okay, Glass», para después dar un comando como por ejemplo «Tomar una foto». El sistema operativo móvil Android de Google para teléfonos inteligentes también se ha estado alejando del enfoque centrado en aplicaciones. Google Now, una característica central de la última versión de Android, ofrece información en directo de llegadas y salidas cuando la persona se acerca a una parada de tránsito, un enfoque muy adecuado para Glass.
Esas mismas técnicas también podrían ser adecuadas para mezclarlas con anuncios dirigidos, aunque el líder de proyecto de Glass, Babak Parviz, afirmó en enero que no tenía planes para colocar anuncios en el dispositivo.
La parte menos predecible de la tarea de Google es hacer que Glass acabe siendo aceptable para aquellas personas que no lleven puestas las gafas, así como para aquellas que sí. Al margen del look, la forma en que se comporte la gente que utilice Glass será algo crucial, indica Rolston. Por ejemplo, podría ser un reto hablar a otras personas, o incluso prestarles atención, mientras que varios flujos de información aparecen directamente en el campo de visión.
«Vamos a tener que aprender los límites sociales de ignorar a alguien cuando parezca que estamos involucrados con la persona», comenta Rolston. «Las señales normales, como por ejemplo sacar el teléfono, van a desaparecer», señala.
Fuente: Technology Review. Aportado por Eduardo J. Carletti
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