New Line Cinema encontró, sin duda, un buen nicho económico en la recaudación vía cinematográfica con una serie de adaptaciones de novelas del género fantástico, que en ocasiones le ha funcionado y en otras no. Recordar por un lado La brújula dorada (The golden compass) y por el otro a El señor de los anillos (Lord of the rings)
Con ejemplos que pueden tirar para un lado y para otro, la nueva cinta de New Line Cinema, tira para ese lado; sí, para aquel que deja mucho que desear, por dos razones muy simples, la primera de ellas, es que el género se está tornando repetitivo, y la segunda, es que aún cuando es repetitivo, puede dar una que otra sorpresa, y sin embargo, con El libro mágico (Inkheart) no ocurre.
Los libros son y siempre han sido una fuente inagotable de imaginación para el que los lee, por lo que la dificultad de la adaptación de las novelas es y siempre será el tratar de plasmar fielmente, el mensaje de la obra, y sobretodo lo que el lector guarda en los recovecos de su mente… lo que arduamente maquiló al leer palabra tras palabra. Es por ello, que quizá este primer libro de la trilogía de Cornelia Funke, Inkheart (Corazón de tinta) sea difícil de adaptar por la fijación de los lectores hacia esa atracción a la magia y la fantasía que puede cautivar de buenas a primeras por el mundo forjado mentalmente. Se dice que las obras de Funke transmiten al lector fuerza y esperanza; entonces la adaptación a la pantalla grande de Inkheart no corre con mucha suerte, porque eliminan toda posibilidad de crear una buena adaptación de la obra, eliminándole esa fuerza y disfrazándola de efectos visuales al por mayor, lo que significativamente deja la cinta como anodina.
El libro mágico corre mas bien con la misma suerte que varias cintas del género como La brújula dorada, Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados (Lemony Snicket’s A series of unfortunate events), Los seis signos de la luz (The dark is rasing), Stardust: El misterio de la estrella (Stardust), El mundo mágico de Terabithia (Bridge to Terabithia), o Las crónicas de Spiderwick (The Spiderwick chronicles). Es decir, no hay respeto por una historia en el fondo, pero si en la forma, por lo que las salas se abarrotarán al por mayor por muchos jovencitos, y la precisión con el que un niño puede objetar una cinta en base a su contenido en el fondo puede ser muy mínimo. La saga de Harry Potter, e incluso Las crónicas de Narnia en un inicio tenían ese buen planteamiento del cual adolece esta presentación de El libro mágico, pues pretende ser aleccionadora cuando en realidad el mensaje queda oblicuo, atravesado entre el posible embelesamiento de una historia que no es aventurera y tampoco realmente fabulosa.
En la cinta, Mortimer Folchart (Brendan Fraser) y su hija de 12 años, Meggie (Eliza Bennett), comparten una pasión extraordinaria por los libros. Los dos tienen un don –uno a sabiendas y la otra no-, pueden hacer aparecer en la vida real a los personajes de los libros que están leyendo. Pero una noche desafortunadamente da vida a un villano y a sus secuaces. En una de sus visitas a una vieja librería, Mortimer encuentra un libro que estuvo buscando por nueve años: Corazón de tinta (Inkheart), que le ayudará a salir de problemas. El reparto lo completan Paul Bettany, Andy Serkis, Helen Mirren, Jim Broadbent, y la hermosa Sienna Guillory, en esta cinta de Iain Softley, director de cintas como Las alas de la paloma (The wings of the dove), o El visitante (K-Pax), en las cuales ha salido mejor librado.
La distancia que guarda esta adaptación entre la imaginación –ya no del libro sino del sólo argumento- y la imagen elaborada tiende a ser abismal, y aquí los atisbos a lo largo de 106 minutos son solo dejos a una historia que se antojaba efectiva, y que solo en antojo se ha quedado, por lo que diezmar los puntos en contra debe ser tarea demasiado sencilla. La incandescencia en la que se sumergen este tipo de novelas se opaca de manera rápida al no poder contraer en su guión cierto manejo efectivo de la trama en base a su función objetiva, limitándose a sólo exponer un alusivo despliegue de efectos visuales que si bien son necesarios, pueden arruinar el contexto de manera sorprendente. En El libro mágico están medidos, por lo cual no se supone mayor problema; pero si el guión de David Lindsay-Abaire es pobre, entonces la suposición sería atascar de FX para solventar el problema. Ni lo uno, ni lo otro. Traducir las palabras literarias en efectos reales tiene en si bastante poderío en la cuestión de la trama; y la eficacia es permanente; pero falta algo de convicción a la narración cuando después de un tiempo, el guión comienza a obviar cada una de las secuencias y la repetitividad los alcanza aunque mínimamente y ese fondo del que hablábamos no se traduce en el poderío de la palabra sobre la imagen, sino el de la imagen sobre la palabra.
Enemigo de juzgar una obra por partes, sino como una totalidad, hemos de decir que en el prepermitido diseccionamiento, el score de Javier Navarrete juega un papel fundamental para proveer de efectividad las secuencias orquestadas, porque por sí solas no funcionan adecuadamente; y no ayuda en ello la fotografía de Roger Pratt, a ratos incesante, a ratos decadente. Y la carta fuerte del guión, lastimeramente los deja mal parados. Las actuaciones por su parte son ineficaces. Ningún actor da muestra de confianza en sí mismo para alentar al espectador a creerse una historia personal y apoyar mentalmente a los personajes, ni siquiera Mirren, ni Broadbent. Fraser en el mismo papel que le hemos visto haciendo hace años, y Guillory y Serkis como elemento que pasa #5 y #6 respectivamente. Bettany es el mejor apoderado en la lucha por la interpretación. Se agradece toda una proliferación de personajes llamativos y singulares que sí dan muestra de imaginación inagotable – como princesas (Rapunzel), monos con alas, unicornios, minotauros, Kasimm (Ali Baba y los 40 ladrones) y Totó (El mago de Oz), y aunque la cinta estimula la imaginación, la coarta justo en donde la deja, por lo que lo más recomendable sería darle una oportunidad al libro que quizá no sea tan malo como la cinta.
Fuente: El Séptimo Arte. Aportado por Gustavo A. Courault
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