Argentina es uno de los países del mundo con más tormentas eléctricas. Se producen en zonas continentales y en su mayor parte en verano, con regiones de mayor actividad como la Puna, donde hay 130 días de descargas, frente a otras, como Buenos Aires, con 65. Ya existe el primer mapa de rayos del país, una herramienta fundamental en la planificación de infraestructuras y el primer paso para evitar muertes por descargas
La zona que comprende el norte de Argentina, Paraguay y el sur de Brasil es una de las cuatro regiones del mundo con mayor densidad de tormentas eléctricas.
Durante una de estas tormentas, los cielos se pueden encender y oscurecer de forma intermitente durante horas, a veces toda la noche. El firmamento se divide en espacios que se pasan la posta para alumbrarse, mientras que los rayos se atropellan a toda velocidad surcando los cielos en forma de culebrillas. Son un auténtico espectáculo de la naturaleza. Es comprensible que fueran interpretadas en el pasado como la monumental furia de los dioses.
Pero este espectáculo no es inocuo. Los rayos son responsables de importantes daños en infraestructuras, pueden afectar a las instalaciones eléctricas y redes de alta tensión, radares, antenas, gasoductos y también aviones e instalaciones aéreas. En los casos más extremos, se encuentran en el origen de formación de fenómenos como los tornados o huracanes.
Más allá de lo material, el costo en vidas humanas es significativo: se calcula que en el mundo cada año hay 20.000 personas afectadas por los efectos de los rayos y que varios miles de ellas mueren anualmente como consecuencia de sus descargas.
Para tomar decisiones sobre todas estas cuestiones, en Argentina se ha creado el primer mapa de rayos del país, a cargo de Gabriela Nicora, geofísica e investigadora de Citedef, el centro de investigaciones científicas y técnicas del Ministerio de Defensa argentino.
Tres antenas los vigilan
“La iniciativa surge por la necesidad de contar con los mapas para la preparación de normas de protección contra los rayos por parte del Instituto Argentino de Normalización y Certificación”, que se encarga de establecer la necesidad de pararrayos de cada edificio, explica Nicora. “La protección de una instalación depende de la estructura y también de la cantidad de rayos a tierra que haya en el lugar donde está situada. Por lo tanto, los valores de estructura y protección no son iguales en edificios con similares características pero que están en distintos lugares”, afirma.
Nicora y su equipo toman como base los datos de tres antenas instaladas en diferentes regiones de Argentina, que cubren el amplio territorio del país, Córdoba (Universidad Nacional de Cordoba), Trelew (Departamento de Fisica, Universidad Nacional de la Patagonia) y Río Gallegos (CONICET). Forman parte de la World Wide Lightning Location Network (WWLLN), una red de estaciones meteorológicas con más de 50 centros alrededor de todo el planeta dedicados a medir rayos y otros fenómenos, y que depende de la Universidad de Washington. Con sus datos elaborarán un mapa ceráunico de Argentina, que contiene los parámetros geográficos para medir el riesgo de que caigan rayos.
Se detectan con ayuda de los GPS
“Cuando se emite un rayo se genera mucha energía en un amplio rango en el espectro electromagnético. Y también un tipo de ondas muy largas y de baja frecuencia que puede viajar grandes distancias en la ionosfera y pueden ser detectadas por las estaciones”, explica Nicora.
Los sensores de las antenas miden estas ondas electromagnéticas de baja frecuencia (entre 1 y 24 kilohercios) que pueden ser captadas por varias estaciones a la vez. Con una red de pocas antenas se puede medir con fiabilidad la cantidad de rayos que caen en una región.
“Debido a su baja frecuencia y al largo recorrido de las ondas, el mismo rayo puede ser detectado por distintas estaciones, lo que, gracias a los GPS, nos permite conocer su origen y nos ayuda a confirmar la información. Cuanta más redundancia de datos haya, mejor”, explica la investigadora.
Nicora recopiló todos los datos y elaboró un mapa anual y cuatro estacionales. Los resultados fueron claros: las descargas eléctricas se producen mucho más en verano que en invierno –cuando pueden llegar a ser inexistentes en ciertas áreas–, en zonas continentales más que en el mar, donde son fenómenos extraños; y son más frecuentes en las zonas próximas a los trópicos.
Sudamérica es una de las regiones del mundo donde más tormentas eléctricas se producen, especialmente en la zona del Lago de Maracaibo (Venezuela) y, en menor medida, en el norte de Argentina, Paraguay, Uruguay y sur de Brasil. Las otras dos zonas donde estos espectáculos son frecuentes son el sur de Estados Unidos y el centro de África.
En Argentina los mapas situaron la seca región norteña de la Puna —las tormentas eléctricas pueden producirse aun cuando no hay lluvia— como la primera en la clasificación, con 130 días de tormentas eléctricas, que pasan a ser de 90 a 110 en la zona de Mesopotamia, 70 en Córdoba y 65 en Buenos Aires.
El paso siguiente, evitar muertes
Los mapas de Nicora guardan similitudes con los producidos por el Servicio Nacional de Meteorología, aunque también hay diferencias, principalmente debidas a la falta de cobertura de estos últimos. “El sistema de medición con las antenas es más fiable que el utilizado tradicionalmente, en el que una persona en una estación meteorológica anotaba en un cuaderno el día de tormentas y rayos caídos, porque mientras que hay zonas que tienen cobertura las 24 horas –las cercanas a los aeropuertos–, también existen otras donde no hay nadie”, explica.
De momento, los mapas de Nicora están hechos a escala de 1 grado por 1 grado, que equivale a 100 kilómetros por 100 kilómetros. El siguiente paso, en el que ya trabaja la investigadora, es producir mapas de una resolución de un cuarto de grado para poder medir así el impacto de los rayos en las personas y convertirse en una importante arma de prevención para evitar muertes.
Aunque, como siempre, hay muchas más aplicaciones de las esperadas. “La pretensión es también que en el futuro estos mapas sirvan como patrones de cambio climático. Sabemos que por cuestiones geofísicas no debería haber rayos más allá de una cierta latitud. Si empezamos a encontrarlos es quizá porque hay ciertos parámetros que están cambiando”, concluye la investigadora.
Referencias bibliográficas:
M. G. Nicora, R. E. Burguesser., J. O. Salvador, E. A. Wolfram, E.E. Avila and E. J. Quel. “Isoceraunic Maps of Argentina Using Lightining Data Detected by the World Wide Lightning Location Network”. XIV Internacional Conference on Atmospheric Electricity, August 08-12, 2011, Rio de Janeiro, Brazil
Burgesser, R.E., et al. “Characterization of the lightning activity of ‘Relampago del Catatumbo’’. Journal of Atmospheric and Solar-Terrestrial Physics (2012), doi:10.1016/j.jastp.2012.01.013
Chandima Gomes , M.Z.A. Ab Kadir. “A theoretical approach to estimate the annual lightning hazards on human beings”. Atmospheric Research, 101 (2011)719-725
Fuente: Sinc. Aportado por Eduardo J. Carletti
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