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La mandíbula de nuestro antepasado más antiguo

Una pieza fósil perteneciente al género Homo con una antigüedad de hace cerca de tres millones de años sacude la historia de la evolución humana

Hace 50 años que se propuso al Homo habilis como el representante conocido más antiguo —alrededor de 2 o como máximo 2,3 millones de años— del género que alberga la especie humana moderna, el Homo sapiens. Otras especies del linaje humano más primitivas, como el Australopithecus afarensis, han brindado a la ciencia hasta 400 ejemplares fósiles que permiten reconstruir bien su morfología y sus hábitos.

Pero el pobre registro fósil que se tiene de los primeros Homo ha desembocado en décadas de controversia científica sobre su origen. De hecho, ni siquiera hasta hoy en día está claro que aquellos Homo habilis fuese realmente una sola especie y varios autores sugieren que en realidad son, como mínimo, dos: H. habilis y H. rudolfensis.

El día de hoy podría marcar en rojo una fecha histórica para la historia del estudio de la evolución humana. Dos trabajos publicados en paralelo por las revistas Science y Nature han sacudido este campo de estudio con el hallazgo de una mandíbula del género Homo datada en 2,8 millones de años de antigüedad y con la revisión de un conocido fósil de Homo habilis que aclara que hace alrededor de 2 millones de años habitaban en África dos o más especies asignadas hasta la fecha a Homo habilis.

Sin duda, lo más sorprendente es la propuesta de un ejemplar del género Homo de 2,8 millones de años de antigüedad. Muchos de los mayores expertos del mundo en este campo, si hubieran tenido que apostar a una fecha para el origen del género antes de esta publicación en Science, hubieran dicho 2,4 o 2,5 millones de años como máximo. Y, a la luz de este trabajo, hubiesen perdido su dinero. El hallazgo en Afar (Etiopía) de una mandíbula con dos dientes y tres molares con rasgos primitivos parecidos a los de Autralopithecus en la parte anterior y morfologías pertenecientes al linaje Homo en la posterior.

Los autores no se atreven a afinar hasta llegar a proponer a qué especie pertenece debido al pobre estado de conservación y, de momento, lo han denominado como individuo LD 350-1. «El registro fósil de los homínidos de cronologías entre 2,5 y 3 millones de años es aún muy pobre», según el autor Erin DiMaggio, de la Universidad de Penn State (EEUU). «Pero la datación de LD 350-1 es fiable. Hemos usado varios métodos de datación, como el análisis radiométrico de cenizas volcánicas, y todo indica que tiene entre 2,75 y 2,8 millones de años», asegura el investigador.

«Es un hallazgo espectacular», afirma Manuel Domínguez-Rodrigo, codirector del Instituto de la Evolución en África (IDEA), apoyado por la Universidad de Alcalá, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Exteriores de España. «Está claro que es una nueva especie, pero no es posible describirla con esa conservación». «Lo interesante es que con este ejemplar estamos en la fase de transición entre los Australopithecus y los Homo. Y ver cómo fue ese paso es apasionante».

Sin embargo, otros autores como Juan Luis Arsuaga, codirector del Yacimiento de Atapuerca, ponen en duda el hecho de que se trate de un individuo del género humano. «Lo más antiguo que tenemos que es claramente un Homo es un paladar llamado AL-666 que encontró Donald Johanson, el descubridor de ‘Lucy’. Y tiene 2,3 millones de años», sentencia. «¿Y esta mandíbula con características más primitivas que ese paladar tiene 2,8 millones de años…? Este hallazgo va a dar qué hablar».

Además de la presentación de este nuevo homínido, que habrá que encajar con estudios posteriores en el árbol evolutivo humano, otro trabajo realizado por el mismo grupo analiza otros fósiles de animales de la misma época para tratar de explicar cómo era el paisaje en el que vivían estos primeros humanos. Se trata de antílopes prehistóricos, hipopótamos, elefantes primitivos, cocodrilos y peces datados entre 2,5 y 2,8 millones de años. Y las conclusiones del trabajo son muy interesantes para intentar comprender la evolución de las especies africanas en aquel tiempo.

Era un paisaje dominado por llanuras abiertas parecidas al Serengueti o a Massai Mara y, según el estudio, más áridas de lo que se pensaba, lo que pudo empujar a los primeros humanos en su evolución hacia una morfología más moderna que se consumaría con el Homo erectus hace unos 1,8 millones de años.

 

 

Cualquier fósil es un tesoro

Los paleontólogos caminan casi a ciegas por el millón de años en el que surgió el género Homo, entre hace 2 y 3 millones de años. «En ese hueco, cualquier fósil es un tesoro», dice Domínguez-Rodrigo. El individuo LD 350-1 podría poner otra especie encima de la mesa, pero hasta la fecha los Homo habilis eran los primeros humanos que dieron lugar a nuestro linaje. Podían fabricar herramientas, pero sus rasgos eran muy primitivos aún, muy cercanos a los Australopithecus. La cosa cambia radicalmente hace 1,8 millones de años con Homo erectus, más esbelto y moderno que H. habilis.

Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Un vistazo al cerebro de un dinosaurio mediante tecnología 3D

Investigadores del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont han participado en la primera reconstrucción tridimensional del encéfalo de Arenysaurus ardevoli, un dinosaurio hadrosaurio descubierto en Arén (Huesca). Las imágenes obtenidas han permitido confirmar la correcta clasificación de esta especie y muestran un posible proceso inicial de enanismo que reflejaría las condiciones de insularidad en las que evolucionó

Utilizando imágenes de tomografía computarizada (TC), investigadores del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont han participado en un estudio que supone la primera reconstrucción tridimensional del encéfalo de Arenysaurus ardevoli, un dinosaurio hadrosaurio descubierto en Arén (Huesca).

El cráneo analizado está extraordinariamente bien conservado, fusionado y sin deformaciones

Esta tecnología permite recrear virtualmente tejidos blandos se ha generado un modelo de la cavidad endocraneal, los nervios e incluso el oído interno.

El cráneo de Arenysaurus ardevoli analizado está extraordinariamente bien conservado, fusionado y sin deformaciones, lo que permitió realizar una tomografía computarizada de su cavidad cerebral mediante un aparato de tomografía industrial.

En el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) se hizo la segmentación de las imágenes.

"El proceso consiste en ensamblar las imágenes radiográficas y separar virtualmente los diferentes materiales que se encuentran: hueso, matriz, aire, etc. para conseguir generar un modelo 3D que nos muestra la forma, tamaño y volumen de las cavidades interiores de un cráneo con un sistema no destructivo", explica Josep Fortuny, coordinador del Grupo de Investigación de Paleontología Virtual del ICP.

El tratamiento y posterior análisis de las imágenes ha permitido confirmar la correcta asignación de esta especie a la subfamilia de los lambeosaurinos dentro de la familia de los hadrosaurios (también conocidos como dinosaurios "de pico de pato") que se caracterizan por tener los mayores cerebros (en proporción a su cuerpo) dentro de los ornitisquios, el gran grupo de dinosaurios que incluye especies tan conocidas como el triceratops o el estegosaurio.

Reconstrucción de Arenysaurus ardevoli en el pueblo de Arén, en Huesca. / Diego Castanera.

Además de esta gran capacidad cerebral, los hadrosaurios también se caracterizan por tener unos bulbos olfatorios (una estructura cerebral relacionada con la percepción de los olores) muy desarrollados.

Las imágenes también han revelado algunas características únicas de esta especie que podría mostrar un proceso inicial de enanismo. Este hecho estaría relacionado con la condición de insularidad que vivió a finales del Cretácico, cuando la actual Europa era un conjunto de islas que formaban un archipiélago.

Las imágenes también han revelado algunas características únicas de esta especie que podría mostrar un proceso inicial de enanismo

En condiciones de aislamiento, en las que los recursos alimenticios suelen ser escasos y hay baja depredación, las especies tienden a ser más pequeñas que sus homólogas del continente para maximizar la eficiencia energética.

Los restos estudiados de Arenysaurus ardevoli fueron encontrados en Arén (Huesca) en los años 90 por un equipo de la Universidad de Zaragoza. Esta especie coexistió con otros dinosaurios que se hallados en los Pirineos como Pararhabdodon isonensis, identificado a pocos kilómetros de distancia en varios yacimientos de Isona.

Estas zonas de Aragón y Cataluña forman parte de la misma unidad geológica, la cuenca de Tremp, que desde hace años está proporcionando un registro fósil excepcional de restos de dinosaurios que vivieron hace unos 70 millones de años.

La neuroanatomía de los hadrosaurios norteamericanos y asiáticos es bastante conocida, pero la de los representantes europeos de este grupo es muy escasa, ya que hay pocos restos de cráneos completos. El artículo es producto de la colaboración de investigadores del ICP, la Universidad del Río Negro-Conicet de Argentina y la Universidad de Zaragoza y ha sido publicado en el último número de la revista PeerJ.

 

 

Referencia bibliográfica:

Cruzado-Caballero P, Fortuny J, Llacer S, Canudo J. (2015) Paleoneuroanatomy of the European lambeosaurine dinosaur Arenysaurus ardevoli. PeerJ 3:e802 DOI: http://dx.doi.org/10.7717/peerj.802

Fuente: Sinc. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Dos fósiles hallados en Perú y Libia 'hermanan' a los monos de Sudamérica y África

Científicos de Argentina y Estados Unidos han descubierto en Perú los fósiles de primate más antiguos del continente americano conocidos hasta la fecha, con 35 millones de años. Los restos de este animal son iguales a otros hallados en Libia, lo que sugiere que el origen de los monos de Sudamérica podría ser africano

Un diente de primate hallado en Perú es el registro más antiguo del Nuevo Mundo conocido hasta la fecha, con cerca de 35 millones de años. Pero, además, este resto fósil ha dado una sorpres a los científicos que lo encontraron, puesto que pertenece a un animal idéntico a un mono extinto de África.

El descubrimiento se ha producido en el yacimiento de la época del Eoceno (entre hace 55,8 y 33,9 millones de años) de Santa Rosa, situado en la región del Acre en la Amazonia peruana, sobre el río Juruá. Allí, Kenneth Campbell, del Museo de Historia Natural de Los Ángeles (Estados Unidos) y sus colegas trabajan analizando una rica concentración de restos de pequeños vertebrados, como marsupiales, ungulados y roedores.

Reconstrucción de los primates del Eoceno peruano y libio, con gran parecido entre ambos géneros. Las áreas en las que se descubrieron estos dos taxones se muestran en un mapa paleogeográfico de África y América del Sur durante el Eoceno tardío, hace aproximadamente 35 millones de años. / Ron Blakey

El mono se ha encontrado el yacimiento de Santa Rosa, situado en la región del Acre en la Amazonia peruana, sobre el río Juruá

Según explica el investigador Mariano Bond, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), colaborador de Campbell y primer autor del estudio que se publica hoy en la revista Nature, el equipo colectó estos restos y los llevó al Museo de Historia Natural de Los Ángeles para su preparación y análisis. Entre ellos había un pequeño lote de dientes de ungulados nativos y un resto «muy curioso que no parecía de un marsupial o metaterio, su morfología levantó la sospecha de que probablemente estábamos ante un primate», recuerda el investigador.

El análisis a fondo de este resto, un pequeño molar superior izquierdo, «confirmó que era un primate, el más antiguo para Sudamérica, con cerca de 35 millones de años de antigüedad», explica Bond, quien apunta que los registros fósiles más antiguos anteriores tenían unos 26 millones de años y se habían hallado en Bolivia.

Indiferenciable de un fósil del Eoceno de Libia

Además de retrotraer el primer registro de fósiles de primate en América del Sur unos 10 millones de años hacia el pasado, la investigación aporta importantes novedades en torno al posible origen de los monos del Nuevo Mundo.

«Lo interesante es que este molar era distinto de los materiales de primates fósiles sudamericanos que consultamos provenientes de Patagonia y parecía corresponder a un grupo primitivo. Sin embargo, la mayor sorpresa vino al seguir comparando este nuevo mono del Perú con otros primates extinguidos, no solo sudamericanos, ya que descubrimos que el mono de Perú era indiferenciable de un mono descrito para el Eoceno de Libia en África», asegura Bond.


Molar hallado

El primate hallado en Perú y el de Libia son indistinguibles y podrían pertenecer a una misma familia

El mono que se consideraba hasta ahora más antiguo, y que provenía de Bolivia, llamado Branisella, recordaba a ciertos primates del Eoceno y Oligoceno de África pero difería de ellos. En cambio, el nuevo registro fósil «costaba distinguirlo del de Libia, lo que constituye una clara prueba de la estrecha relación con África».

Por la extraordinaria semejanza del primate de Santa Rosa con el de Libia, «podrían pertenecer incluso a una misma familia», añade el investigador, que indica que se trata «de una forma recién llegada de África, estrechamente relacionada con el grupo ancestral de algunos o todos los primates platirrinos«. También podría significar que este grupo «se originó y diferenció en África, para luego extinguirse allí y seguir en América del Sur».

«La fauna del yacimiento de Santa Rosa tiene sin duda mucho que decir sobre los primates sudamericanos, la ancestralidad africana y la evolución de los platirrinos en Sudamérica, pero también hay muchas otras novedades dentro de los otros grupos de mamíferos presentes, un yacimiento clave para entender la evolución y la diversidad de los mamíferos sudamericanos durante el Paleógeno y sus relaciones con otras áreas intra e inter continentales», concluye Bond.

Referencia bibliográfica: Bond, M., Tejedor, M. F., Campbell Jr, K. E., Chornogubsky, L., Novo, N. y Goin, F. (2015). Eocene primates of South America and the African origins of New World monkeys. http://nature.com/articles/doi:10.1038/nature14120

Monos de América del Sur: mucho más antiguos de lo que se creía
por Mercedes Benialgo

El hallazgo de tres diminutos molares superiores y uno inferior podría obligar a reescribir gran parte de la historia conocida sobre los primates sudamericanos. Hasta ahora, los restos más antiguos de estos animales en la región habían sido encontrados en Bolivia y datan de 26 millones de años atrás, momento en que se sospechaba que habrían arribado desde el actual continente africano. La aparición de los dientes indicaría, sin embargo, que ese desembarco sucedió en realidad unos 10 millones de años antes. Los detalles del descubrimiento acaban de ser publicados en la prestigiosa revista Nature.

Las piezas se extrajeron de un yacimiento paleontológico ubicado en el distrito de Santa Rosa, en la Amazonia peruana, junto con fósiles pertenecientes a mamíferos pequeños y medianos, entre ellos marsupiales, murciélagos, ungulados nativos y, en mayor medida, roedores. “Los materiales fueron colectados en la década del ’90 por colegas norteamericanos que trabajan en colaboración con grupos argentinos”, cuenta Mariano Bond, investigador independiente del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM –UNLP) y primer autor de la publicación.

Casi toda esta fauna, cuenta el científico, fue descripta preliminarmente en un artículo aparecido en el año 2004 en el que se estableció su existencia durante el Terciario inferior, hace no menos de 35 millones de años. Esto ubica su arribo a la actual América del Sur en la segunda de las tres oleadas inmigratorias que poblaron este subcontinente, probablemente proveniente de África, donde sí se conocen registros de primates más antiguos. “Por aquel entonces, ambos territorios distaban aproximadamente 1500 km entre sí; mucho más cerca que hoy, separados en sus puntos más cercanos por 2600 km. A medida que se fueron alejando, la dispersión de las especies habría sucedido por medio de islotes y balsas naturales”, explica Bond.

El primero de los dientes en ser hallado -y que disparó este nuevo trabajo- es un molar superior completo que mide 2,6 milímetros de largo por 3,5 de ancho. Si bien forma parte de aquellos restos hallados en el yacimiento peruano, recién fue analizado en 2012. “Nos lo enviaron desde Estados Unidos para que determináramos de qué se trataba. Aquí, los expertos en marsupiales no lo reconocieron dentro de ese grupo, entonces me pregunté si podría ser un mono, aunque los más antiguos conocidos hasta ahora en esta región corresponden a una etapa posterior en el tiempo”, relata el investigador.

Para despejar la duda, el material fue en principio cotejado con piezas dentarias de monos de la colección de mamíferos vivientes del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET). El análisis mostró similitudes con algunas especies actuales pertenecientes a la subfamilia Callitrichinae, en concreto a los vulgarmente llamadas tamarinos, “monos pequeños con una morfología en apariencia muy primitiva”, describe Bond.

Hasta este punto, la historia ya prometía sorpresas: si efectivamente se trataba de un primate, se alejaba bastante de Branisella, el primer ejemplar que se creía pisó suelo americano, encontrado en tierra boliviana. El paso siguiente del estudio fue compararlo a través de fotos con restos de monos hallados en Libia, norte del continente africano, que existieron hace unos 37 a 40 millones de años. Las piezas eran prácticamente indiferenciables. “Al pequeño diente traído de Perú le faltaba la inscripción made in Africa”, bromea Bond en referencia a que el parentesco entre las especies es tan cercano, que incluso podría tratarse de las mismas formas, es decir, de un “recién llegado”, según añade.

Ante la confirmación de lo extraordinario del hallazgo, Bond tomó contacto con Marcelo Tejedor, investigador independiente del CONICET en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT, CONICET) y especialista en platirrinos, tal como se conoce a los primates que evolucionaron en América del Sur. El experto solicitó a grupos internacionales más datos sobre el primitivo animalito africano, y recibió, incluso, un calco de los restos originales, es decir, una réplica en resina. Bajo la lupa, se confirmó que las diferencias eran casi imperceptibles; estaban ante el individuo más antiguo que arribó a nuestro continente.

“Los 35 millones son en realidad un piso mínimo, pero es posible que sean más antiguos. Los restos de Libia pertenecen a un yacimiento que tiene entre 37 y 40 millones de años”, señala Tejedor, y continúa: “Esta edad es realmente impensada para América del Sur; quienes trabajamos en el tema nunca hubiéramos imaginado encontrar primates tan primitivos. Se confirma lo que se sospechaba: definitivamente los monos llegaron a este continente desde África”.

A raíz de este hallazgo, los materiales entre los que estaban los dientes han vuelto a ser analizados bajo técnicas especiales en busca de piezas que puedan corresponder a primates de al menos una especie más, y quizá incluso a una tercera. Es decir que “además de lo relevante del descubrimiento en sí mismo, aporta nuevas evidencias a la teoría de la conexión entre los continentes y de las oleadas que dieron lugar a la colonización americana de primates. A lo mejor, al correrse la data, puedan aparecer otros géneros, lo cual hará aumentar la variedad genética”, señala Bond.

 

 

La disciplina en Argentina

Los restos fósiles fueron enviados por Kenneth Campbell -quien es, además, su descubridor- ornitólogo del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, quien ha trabajado en colaboración con científicos locales desde comienzos de los ‘80. “Hay muy buenos paleontólogos argentinos, cuyas investigaciones son altamente valoradas en todo el mundo”, confiesa el norteamericano. En ese sentido, Bond coincide y señala que “no es pedantería; realmente los profesionales de esta disciplina en el país, ya sea los dedicados a vertebrados, invertebrados o paleobotánica, siempre hemos sido bien considerados internacionalmente, debido a la tradición que tenemos y por figuras como Florentino Ameghino y otros”.

Sobre la investigación:

Mariano Bond. Investigador Independiente. FCNyM, UNLP.
Marcelo F. Tejedor. Investigador Independiente. CENPAT.
Kenneth E. Campbell, Jr. Museo de Historia Natural de Los Ángeles, EEUU.
Laura Chornogubsky Clerici. Investigadora Asistente. MACN.
Nelson Novo. Becario doctoral. CENPAT.
Francisco Goin. Investigador Principal. FCNyM, UNLP.

Fuente: Sinc y Conicet. Aportado por Eduardo J. Carletti

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