Gracias a la llegada de los smartphones, hoy hay en el mundo más de 2.500 millones de personas conectadas a internet. Esta revolución se está extendiendo ahora a los objetos, generando un océano de datos que será muy complejo gestionar
No solo coches y edificios, cualquier cosa a la que se añadan sensores puede conectarse a la web y suministrar datos que permiten su monitorización. Las aplicaciones van desde el análisis constante de la calidad del agua de un lago, al control de dispositivos del hogar. Firmas como IBM, Cisco Systems, Telefónica y Libelium, una joven empresa con sede en Zaragoza, están explorando este nuevo negocio
La multinacional IBM lanzó a comienzos de la década pasada un concepto al que denominó pervasive computing o informática ubicua, que definió como tecnologías de computación que desaparecen al ser embebidas en cualquier objeto. Esta idea, que en el año 2000 podía sonar a ciencia ficción, es hoy una realidad alrededor de la cual se está creando un nuevo negocio con posibilidades aún por explorar.
En los últimos años se ha disparado el número de personas conectadas a internet hasta alcanzar los 2.500 millones en todo el mundo. El mayor incremento se produjo con la generalización de los teléfonos inteligentes dotados de conexión. Ahora nos adentramos en una nueva revolución, en la que todo lo que nos rodea, desde un viñedo a una carretera, un edificio, un cuadro o una lámpara, pueden estar conectados a la web.
En Santander, un total de 1.000 sensores de la empresa zaragonana Libelium están siendo enterrados bajo el asfalto e instalados en farolas para suministrar datos sobre el tráfico, condiciones atmosféricas y contaminación. Una granja en Essex (Reino Unido) ha empezado a conectar a sus vacas a internet con etiquetas de radiofrecuencia para monitorizar el comportamiento de la manada.
Estos son algunos ejemplos de aplicaciones de internet de las cosas, un fenómeno del que la empresa californiana de equipos de telecomunicaciones Cisco Systems ha hecho sus propios cálculos. Según sus datos, en 2012 había 8.700 millones de objetos conectados a internet, hoy esta cifra ronda los 11.000 millones y en 2020 habrá más de 50.000 millones, es decir, el 2,7% de las cosas del mundo.
Por tanto, ya hay más cosas conectadas a internet que personas, generando un océano de datos que será muy complejo gestionar.
Análisis masivo de datos
Elisa Martín Garijo, directora de Tecnología e Innovación de IBM España, explica a SINC que en el ámbito del internet de las cosas hay tres tipos de tecnologías. “Por un lado, las herramientas de recogida de información, como sensores y etiquetas de radiofrecuencia. Son dispositivos capaces de recoger datos de gran calidad en tiempo real y enviarlos a un sistema central, como hacen, por ejemplo, los contadores inteligentes de electricidad”.
Estos dispositivos “son los que transforman el comportamiento de los objetos físicos a los que se añaden en unos y ceros, que son los elementos básicos del lenguaje digital. Luego están las redes de comunicación, como WiFi, cable, fibra óptica y redes móviles, que facilitan la conexión. Y, en tercer lugar, las tecnologías de explotación y análisis de datos que, combinadas con potentes sistemas de computación, hacen aflorar el conocimiento que hay detrás de los datos. IBM se ha situado sobre todo en este último ámbito”, dice Martín.
Estándar de comunicación para dispositivos
La multinacional, que está dedicando grandes recursos de I+D a innovar en el campo de internet de las cosas dentro de su estrategia Smarter Planet, ha lanzado recientemente en colaboración con Cisco Systems, Red Hat y Tibco, un estándar abierto que permitirá comunicarse entre sí a dispositivos como sensores, actuadores, teléfonos móviles, sistemas embebidos en vehículos, edificios inteligentes y dispositivos del hogar.
El protocolo se llama Message Queuing Telemetry Transport (MQTT) y fue inventado por Andy Stanford-Clark, de IBM, y por Arlen Nipper, de Cirrus Link Solutions. Juntos escribieron la versión inicial de MQTT en 1998 y han seguido mejorando este software de mensajería a lo largo de los años.
Los defensores de este estándar comparan su importancia para el futuro desarrollo de internet de las cosas con el que tuvo el Hipertext Transfer Protocol (HTTP) como base de la comunicación de datos en la web.
Stanford-Clark, que ostenta el título de ingeniero distinguido de IBM, lleva años inventando artilugios de domótica. Su laboratorio de pruebas ha sido su propia casa, un edificio de piedra del siglo XVI con techo de paja en la Isla de Wight (Reino Unido), donde ha desarrollado dispositivos electrónicos que van desde monitores de temperatura y de energía a una ratonera automática.
Según Martín Garijo, IBM colabora en internet de las cosas en España con socios locales como la firma de softwareBunt Planet, con la que está trabajando en un proyecto de gestión inteligente del agua y de los residuos para las localidades guipuzcoanas de Fuenterrabía e Irún. Otro socio es Bit Carrier, una compañía especializada en soluciones de gestión de tráfico inteligente basadas en redes inalámbricas.
Pero, tal vez, la cooperación más intensa en este ámbito es la que la multinacional mantiene con Libelium. De hecho, esta empresa zaragozana ha creado junto con investigadores de IBM un kit para acelerar el desarrollo de aplicaciones de internet de las cosas.
Un kit para ingenieros y desarrolladores
El mes pasado se lanzó al mercado Internet of Things Started Kit. Este producto está compuesto por la plataforma de sensores inteligentes Waspmote de Libelium y el sistema operativo Mote Runner de IBM, un software específico para pequeños dispositivos que se pueden embeber.
David Gascón, cofundador y director de tecnología de la empresa, señala a SINC que su firma ha estado trabajando con investigadores de IBM Research, en Zúrich, durante dos años para sacar este producto.
“La grandeza de nuestra colaboración –dice– va más allá de haber integrado el sistema operativo de IBM en nuestra plataforma. Hemos investigado conjuntamente cómo podíamos dar conectividad nativa a los sensores utilizando el nuevo estándar IPV6, que permite tener del orden de billones de conexiones, para conectar cualquier tipo de dispositivo”.
Internet of Things Started Kit se venderá a desarrolladores, ingenieros e investigadores que quieran avanzar en este nuevo ámbito.
Libelium, una firma, asociada a la Universidad de Zaragoza y fundada en 2006, tiene una plataforma con más de 60 sensores inteligentes para las aplicaciones más variadas, que van desde la detección de incendios y el monitoreo de cultivos a la radiación de Fukushima.
Además, colabora con el movimiento Maker, que hace posible que cualquier persona pueda crear sus propios dispositivos usando hardware abierto, como las placas Arduino y los procesadores Raspberry, y compartiendo sus conocimientos.
Estos componentes baratos pueden utilizarse, por ejemplo, para desarrollar proyectos de monitorización de la salud en zonas de pocos recursos, explican en Libelium.
Soluciones modulares tipo Lego de Telefónica
Telefónica creó hace un año y medio su plataforma Thinking Things con el objetivo de desarrollar su propia línea de negocio de internet de las cosas.
“Se trata de una solución modular tipo Lego con la que cualquiera, desde una empresa a un usuario final, podrá montar su propia solución de internet de las cosas”, señala a SINC Xavier Capellades, director de innovación de Telefónica Digital, la filial de internet y nuevas tecnologías de la operadora.
Según Capellades, estos ‘ladrillos’ pueden ser sensores o actuadores de temperatura, humedad, exposición a la luz o presencia; una batería independiente y un módulo de conectividad mediante una tarjeta SIM. Con estos elementos, se puede construir una solución que se podrá controlar a través de un portal web en tiempo real.
“Ofrecemos una solución global extremo a extremo a partir de la cual se podrán desarrollar multitud de aplicaciones”, añade.
El directivo señala que todos los dispositivos de la plataforma han sido desarrollados internamente. “Tenemos patente sobre ellos. Nos gustaría convertirnos en el ‘Android de las cosas’. Nuestra finalidad es hacer que esta tecnología, que hasta ahora solo se podían permitir las grandes compañías, sea accesible”.
Las soluciones de Thinking Things están siendo utilizadas por General Lab, una de las empresas más importantes de análisis clínicos que opera en España y Portugal y que ha empezado a poner sensores en las neveras en las que transporta las muestras de sangre. La aplicación permite saber en todo momento dónde se encuentran estas neveras y en qué condiciones de temperatura, a través de su portal web.
El problema de la privacidad
La revolución del internet de las cosas ya está aquí y se está vendiendo como una gran oportunidad, pero también conlleva problemas éticos, de privacidad y seguridad.
Según señala Andrew Rose, analista de Forrester Research, los profesionales de la seguridad de sistemas aún no han reparado en los problemas que traerán todos esos dispositivos que envían información a la red sin la intervención humana
Rose añade que la privacidad también se verá amenazada: “Los objetos pueden recoger fragmentos aparentemente intranscendentes de datos para cumplir con su función, pero esta información se podrá recopilar, correlacionar y revisar”.
Por ejemplo, “esta tecnología podrá hacer un seguimiento de nuestras compras de alimentos, y revelará si estamos haciendo dieta o si somos de una religión determinada, con datos como la frecuencia y la época en la que compramos”, subraya.
La privacidad también se analiza en las aplicaciones para ciudades inteligentes. Carlo Ratti, director de Senseable City Lab del MIT, dice que en la actualidad se está arrebatando a los ciudadanos el control de su información y que las empresas de servicios se están apresurando para encontrar cómo lograr beneficios con los datos que consiguen.
El peligro –dice– es que cuando las smart cities se conviertan en una realidad, la gente no sabrá cómo está siendo monitorizada o qué pasa con la información generada. “El tema tiene enormes implicaciones para la sociedad y va a necesitar un debate serio”, subraya Ratti.
Fuente: Sinc. Aportado por Eduardo J. Carletti
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