Para nuestro cerebro no es lo mismo el deseo sexual y el amor. Ambas cosas son producidas por regiones del cerebro independientes, y tener una de ellas no implica sentir la otra automáticamente para la misma persona. Esto se ha demostrado recientemente gracias a un caso clínico, el descubrimiento de un paciente que había perdido la capacidad de romanticismo después de un derrame cerebral
Podemos saber qué función tiene una determinada región cerebral comprobando qué le sucede a un paciente si ésta le falla. Así, se han visto casos de pacientes que olvidaron cómo leer pero no escribir, o pacientes que tienen un amante imaginario. En este caso, el paciente del estudio es un hombre heterosexual argentino de 48 años, que sufrió un infarto cerebral, dejando dañada únicamente una región llamada la ínsula anterior. El daño es tan pequeño y centralizado que no tiene ningún otro síntoma, y todas las exploraciones neurológicas que se le realizaron fueron normales.
Con todas las pruebas correctas, el paciente siguió llevando una vida normal hasta que contactó con él la neurocientífica Stephanie Cacioppo, de la Universidad de Chicago. La doctora Stephanie ha dedicado su vida a investigar el origen neurológico del amor, y fue la primera persona en intuir una separación funcional entre lujuria y amor a base de estudios de resonancia magnética funcional.
Utilizando un gran número de voluntarios, pudo comprobar que las regiones del cerebro que se activaban eran diferentes si veían a una persona como objeto de deseo o como objetivo romántico. Entre las regiones cerebrales específicas para el amor estaba la ínsula anterior, y Stephanie contactaba con diferentes hospitales esperando encontrar a un paciente que tuviese únicamente esta región dañada. Así acabó conociendo al paciente de su reciente estudio.
Según Stephanie, el paciente debía haber perdido su capacidad para tomar decisiones románticas y enamorarse. Para comprobarlo, hizo un experimento con su paciente. Le señaló una pantalla en la que pasaban fotografías de diferentes mujeres. Para cada mujer de la pantalla, el paciente debía decidir si le atraía sexualmente, románticamente, o le era indiferente. Curiosamente, el porcentaje de respuestas románticas era similar a los de los voluntarios sanos. Sin embargo, comprobaron que el paciente tardaba significativamente más en tomar la decisión de atracción romántica, cosa que no pasaba en la otra opción.
Parece que aunque el paciente tuviera intacta la capacidad para sentirse atraído sexualmente, tardaba mucho más en reconocer la atracción romántica.
Este trabajo es el primero en el que hay una prueba tangible sobre la separación de la atracción sexual y el amor.
Según la teoría de Stephanie, la atracción sexual se induce por señales visuales (aunque se produzcan de manera inconsciente) basadas en el aspecto físico; en cambio, en el amor se busca una pareja a largo plazo y requiere un procesamiento más abstracto, teniendo en cuenta personalidad e intereses; que es lo que el paciente del estudio debe tener afectado. La lujuria busca cuerpos, pero el amor busca personas.
El estudio
Los resultados se presentaron en el artículo «Selective Decision-Making Deficit in Love Following Damage to the Anterior Insula» («Déficit selectivo de toma de decisiones en el amor después de daños en la insula anterior»), publicado en la revista Current Trends in Neurology.
«Esta distinción se ha interpretado en el sentido de que el deseo es una representación relativamente concreta de las experiencias sensoriales, mientras que el amor es una representación más abstracta de esas experiencias», dijo Cacioppo, una profesora asociada de investigación y asistente de psicología. Los nuevos datos sugieren que la ínsula posterior, que afecta a las sensaciones y el control motor, está implicada en la aparición del deseo sexual o deseo, mientras que la ínsula anterior tiene un papel en las representaciones más abstractas que participan en el amor.
En el trabajo anterior, «The Common Neural Bases Between Sexual Desire and Love: A Multilevel Kernel Density fMRI Analysis«, Cacioppo y sus colegas examinaron una cantidad de estudios de imágenes cerebrales que observaron diferencias entre el amor y la lujuria.
Los estudios mostraron consistentemente que la ínsula anterior se asocia con el amor, y la ínsula posterior se asocia con la lujuria. Sin embargo, como en todos los estudios de resonancia magnética funcional, los hallazgos fueron hechos en base a correlaciones.
«Pensamos que si la ínsula anterior es el origen de la respuesta de amor, nosostros encontraríamos evidencia de esto en los escaneos cerebrales de alguien cuya ínsula anterior hubiese sido dañada», dijo.
En el estudio, el varón heterosexual de 48 años de edad que había sufrido un derrame cerebral que dañó la función de su ínsula anterior fue comparado con un grupo de control de siete hombres heterosexuales de la misma edad y nacionalidad que tenían la ínsula anterior sana.
Al paciente y al grupo de control se les mostraron 40 fotografías al azar de mujeres atractivas y jóvenes, con vestidos atractivos, cortos y largos, y se les preguntó si estas mujeres eran objeto de deseo sexual o de amor. El paciente con la ínsula anterior dañada mostró una respuesta mucho más lenta cuando se le preguntaba si las mujeres de las fotos podrían ser objeto de su amor.
«El trabajo actual hace posible separar el amor de otros impulsos biológicos», escribieron los autores. Estos estudios también podrían ayudar a los investigadores a examinar los sentimientos de amor estudiando la actividad neurológica en lugar de hacerlo con cuestionarios subjetivos.
Fuente: Science Daily y Universidad de Chicago. Aportado por Eduardo J. Carletti
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