Los microscópicos estromatolitos, decisivos en la formación de la atmósfera. En este desierto aún perduran, fosilizados y como organismos vivos
La investigadora se zambulle ruidosamente en las aguas cristalinas de la laguna y las llamas que la observaban desde un promontorio, huyen en dirección a los volcanes que se alzan a lo lejos. Pareciera que los camélidos y María Eugenia Farías fuesen las únicas criaturas en el árido desierto de la Puna de Salta.
La laguna de Socompa se encuentra ubicada a cuatro mil metros de altura, cerca de una población llamada Tolar Grande, perteneciente a la provincia argentina de Salta. Allí viven estos antiquísimos seres, representantes de las primeras formas de vida surgidas en el planeta.
Pero en esta laguna solitaria, donde el equipo científico parece lo único vivo que existe, hay otras formas de vida, que no se pueden detectar a simple vista. Se trata de los estromatolitos, organismos que ya existían hace 3.500 millones de años, poco después de la formación del planeta Tierra. Farías, directora del Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas de Lagunas Andinas (LIMLA), descubrió, al noroeste de la provincia de Salta, Argentina, un ecosistema único en el mundo, donde los estromatolitos aún perduran, fosilizados y lo que es aún más asombroso, en forma de organismos vivos.
Ellos constituyen agrupaciones de microbios fotosintéticos, asociados a distintos tipos de bacterias y a concreciones calcáreas que forman verdaderas rocas orgánicas. Se les puede describir como una arcaica y diminuta planta de energía, con mecanismos diferenciados: las algas producen la fotosíntesis y absorben el CO2. Las bacterias reciclan los nutrientes minerales. El proceso se completa con la liberación de oxígeno. «De hecho, fueron estos microorganismos extremófilos u otros similares los que crearon nuestra atmósfera, rica en ozono, e hicieron posible la aparición de formas más complejas de vida», indica Farías.
Se han descubierto estromatolitos en otros ambientes salinos como los del parque de Yellowstone (Estados Unidos), y en regiones desérticas de Australia, Chile y México. Pero los hallados en la laguna de Socompa y en los seis ojos de mar de Tolar Grande, son los únicos que sobreviven a una altitud de entre 3.600 metros y 4.000 metros sobre el nivel del mar y expuestos a una fuerte radiación ultravioleta. Dicho de otra forma, en un medio similar al que prevalecía en la era precámbica.
«El estudio de estos fósiles vivientes permite recrear los procesos que intervinieron en la creación de la vida en la tierra. Y pensar en la existencia de organismos similares en otros planetas. El desierto de Atacama y la puna salteña son dos ambientes extremos, parecidos a los del planeta Marte», cuenta la bióloga. María Eugenia, de 41 años, hizo su doctorado en biología molecular, en el Centro de Investigaciones Biológicas de España (CIBE).
El proyecto que dirige desde el 2003, se financia con la ayuda de diversas instituciones, entre ellas la Fundación del BBVA. Además contribuir a la investigación de formas primigenias de vida, del estudio de los estromatolitos pueden derivar aplicaciones prácticas, como la producción de plásticos biodegradables; aditivos para cosméticos o principios activos para remediar mutaciones genéticas.
La investigadora aprendió a bucear en los arrecifes de coral de Australia. «En las lagunas de la Puna es más arriesgado. El agua es fría y debido a la concentración de sales, hace falta el doble de lastre para sumergirse. A quienes se sientan tentados a probar, les recomiendo que se abstengan. A estas altitudes la presencia del nitrógeno puede resultar mortal», concluye Ana María Farías.
Fuente: Varios sitios en Internet. Aportado por Eduardo J. Carletti
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