"Megamind": envoltorio selecto y contenido que no termina de cuajar

Desde que en el año 2001 DreamWorks reinventó el cine de animación con Shrek, que hasta el momento sólo era territorio Disney, y abrió el mercado a un público más adulto, son numerosas las producciones de este tipo que nos llegan cada año

Lógicamente desde ese año 2001 hasta las fechas en las que nos encontramos la tecnología ha avanzado enormemente y se nota mucho más en este tipo de producciones que en las de cualquier otro tipo.

¿Que ha ocurrido en esos últimos 9 años que nos han llevado hasta el día de hoy? Pues que algo que empezó como un fenómeno pequeño con una pequeña obra maestra (para mí Shrek lo es) ha sido explotado todo lo posible ya no sólo por Dremaworks, o por esa Disney que antes de los 90 sacaba una película cada 4 ó 5 años (si no más), y que ahora produce films como si de rosquillas se tratase, sino también por todas las demás productoras que vieron un nuevo filón con el que sacar dinero.

Aunque claro, lo poco agrada y lo mucho cansa, de ahí que el público no responda igual si sólo hay una película animada al año que si hay ocho a lo largo de éste, o si ,como suele pasar, la mayoría se concentran en la época navideña. Es por eso que las mentes (poco) pensantes de la industria hayan buscado una estrategia para diferenciar su producto del de la competencia usando para ello la tecnología, es decir, haciendo el envoltorio taaaaan bonito que entre por los ojos nada más vislumbrarlo.

Eso es precisamente lo que le ocurre a este Megamind de envoltorio selecto. El apartado técnico es realmente IMPRESIONANTE, con una sucesión de detalles en cada fotograma que hacen realmente llamativo el producto. Tornillos con muescas, suelos con parquet casi auténtico, edificios que podrían pasar por reales, y un sin fin de maravillas a la vista que deja anonadado en los primeros momentos a todo aquel que se ponga a buscarlos. Sí, sí, no confundamos y vayamos a creer que todo lo que hay en la película luce perfectamente, porque no es así. Como un buen pintor, que sabe que a cierta distancia un simple garabato puede suplir perfectamente un ejercito, en este Megamind la obsesión por que ese ejército siga siéndolo, sea cual sea la distancia del observador, consigue que tanto detalle minúsculo perfecto hayan hecho que se descuide su cohesión, y lo que detalle a detalle resulta impresionante en conjunto no lo sea tanto.

Pero como parecen haber olvidado algunos, el cine es un medio de contar historias. Nunca la bella Pocahontas de rasgos Campbellianos se podrá comparar con un plano Bambi que busca desesperadamente a su madre en lo que parece una caja de pinturas Alpino. Porque no es oro todo lo que reluce, este Megamind reluce como una pepita de 36 kilates que llama poderosamente la atención, atrayéndonos a la sala de cine con la promesa de ser un espectáculo digno de admirar, y ahí caemos. Pero una vez dentro de la sala, el espectáculo se torna visto en apenas 10 minutos, y es a partir de ahí cuando lo que nos queda es el corazón de la película, la razón que nos hace acudir a una sala de cine. El poder sentir la emoción, experimentar la risa o conmovernos con la tristeza, en definitiva, por el torrente de sentimientos que este maravilloso arte nos ofrece, y que parece haberse quedado sin hueco en este Megamind. No importa que la historia sea vieja o nueva, sino la manera en que la cuentas y, si bien la originalidad de este ejemplar es novedosa, no lo es la forma de contarlo, o más bien el descuido del que se ha hecho gala, haciendo que más que un conjunto total sea una sucesión de escenas a cada cual con más detalle que no terminan de cuajar en su totalidad.

Ni mucho menos todo lo anterior quiere decir que la película no merezca verla en una sala de cine, sino que las expectativas que por un momento despierta no se verán reflejadas al final del metraje sobre todo cuando los dos o tres pequeños giros que pueden hacer interesante la historia ya nos son develados en los trailers, o en las sinopsis que desde la misma productora se nos ofrecen. En definitiva parece que ellos mismos están mas interesados en el envoltorio que en lo que envuelve, el Güernica no impresiona por como es (que también) sino por lo que significa y lo que representa, y DreamWorks ha dejado de lado tanto el trato de la historia que acaba convirtiendo su obra en un Picasso de Titanlux que se descascarilla y pierde valor por no ser tratado con el mimo que merecía la misma.

Una lástima que un producto con una idea tan aprovechable, con además una banda sonora compuesta de grandes temas mundialmente conocidos, elegidos magistralmente para cada momento en el que se ofrecen, se quede en una película más cuando podría haber sido LA película a partir de la cual volver a ver este segmento con los mismos ojos que lo vimos en ese año 2001, cuando un Ogro malencarado nos enseño que el cine es un arte que siempre se reinventa cuando parece haber llegado a un punto sin retorno.

Fuente: Comentario de Reporter en El Séptimo Arte. Aportado por Eduardo J. Carletti


Más información: