Área 23 es una serie de Tecnópolis TV que relata el trabajo y la vida cotidiana de los integrantes de un laboratorio argentino de alta complejidad. Luis Cappozzo, biólogo de Exactas, se acercó como colaborador científico y terminó como coprotagonista del programa. En esta charla, describe el camino que lo llevó hasta la pantalla chica y analiza las ventajas de la ficción para comunicar contenidos científicos
“A los 7 u 8 años, mi padre me llevó de visita al Museo de Ciencias Naturales de La Plata y me regaló un cangrejo en un frasquito y dos libritos de divulgación científica. Uno se llamaba El mar y el otro El maravilloso mundo de los insectos. Ahí arrancó todo”, recuerda Luis Cappozzo para señalar el momento en que nació su irrefrenable vocación por la biología.
Esa misma vocación lo acercó primero, a los 18 años, al Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN), “para colaborar en lo que me dejaran”. Y después a Exactas, donde se doctoró en 1994. También obtuvo otro doctorado en Barcelona, donde formó parte de un proyecto de conservación de la foca monje del Mediterráneo. “Fue el sueño del pibe. Todo eso que uno veía en los documentales de chico y quería hacer”, confiesa. Actualmente, es investigador del CONICET y en su laboratorio en el MACN realizan trabajos relacionados con la ecología marina.
Al mismo tiempo que avanzaba en su carrera de investigador, también crecía en Cappozzo la necesidad de contar lo que sabía. “Yo creo que si el conocimiento científico se queda dentro de los laboratorios y se disocia de la comunidad en algún punto carece de sentido”, asegura. Esa nueva inquietud la fue canalizando primero en el propio Museo y luego participando en diferentes programas de televisión. Hasta que, finalmente, en 2011 llegó la oportunidad de Área 23.
– ¿Cómo llega esa convocatoria?
– Con Mulata Films, la productora de Área 23, ya había trabajado en otros programas. Primero, me convocaron para desarrollar los contenidos. Lo novedoso, en esta oportunidad, era que se trataba de contenidos para una ficción, lo que implicaba un desafío muy grande. También me pidieron que asesorara al departamento de arte para que el laboratorio resultara creíble. Luego, me dijeron que los asesorara en el casting de los actores para ver si la actuación de las personas convocadas se asemejaba a lo que es un técnico de laboratorio, un becario o un tesista. Entonces, me pidieron que los ayudara con las pruebas de cámara. Yo lo tomé como un juego. A medida que se acercaba el inicio del rodaje la productora general me llamaba y me decía: “Luis estás en el top ten”. Y cuando faltaba muy poquito me ofrecieron ser el coprotagonista de la serie. Lo pensé cinco minutos y me animé. Recién tomé conciencia de que había dicho que sí el primer día de rodaje, maquillado, con Carolina Peleritti enfrente mío y con 60 personas alrededor esperando que el director dijera: ¡Acción! para grabar la primera escena.
– ¿Cuál es el objetivo de la serie?
– Exponer cómo funciona la ciencia. Mostrar que el científico no es ese señor de guardapolvo blanco que habla difícil y que subestima lo que ocurre de la ventana para afuera. Afirmar que la ciencia produce cosas que modifican y mejoran la vida de las personas. La idea también es convocar a aquellos jóvenes que tengan vocación para la ciencia y estimularlos para que sigan su vocación porque la ciencia requiere de más recursos humanos. Otro objetivo del programa es mostrar que la ciencia puede darle un mayor valor agregado al sistema productivo. Por otro lado, en la ficción, pudimos reflejar lo que ocurre en la vida real de un laboratorio, los problemas cotidianos, los conflictos interpersonales, envidias, odios, peleas. Porque queremos mostrar que el científico es también un ser humano. No somos extraterrestres aislados de la realidad cotidiana.
– ¿Con qué criterio eligieron los temas a tratar en cada episodio?
– Se eligieron temas en los cuales haya, claramente, una aplicación directa de un desarrollo científico tecnológico en alguna cuestión vinculada con el día a día de la gente. Desde diagnosticar una rara enfermedad genética, establecer la identidad de un niño, hasta averiguar como si fuesen detectives el origen de una enfermedad mortal en el conurbano bonaerense. Todas cuestiones que ponen el conocimiento de los científicos argentinos al servicio de la sociedad. Los últimos capítulos, que todavía no fueron emitidos por TECtv, están construidos como un ping pong entre escenas de la ficción, en las cuales se presentan contenidos científicos, y la opinión sobre esos contenidos de un investigador reconocido en cuyo laboratorio se estén trabajando temas muy cercanos a los que muestra la ficción. Por la tanto, esos contenidos son un reflejo de lo que ocurre en los laboratorios reales y de la manera en que esos conocimientos terminan siendo utilizados para resolver problemas de la sociedad.
– ¿Qué posibilidades diferentes da la ficción como vía de comunicación de contenidos científicos respecto de un documental tradicional?
– Yo creo que es mucho más efectiva porque, cuando el televidente se sienta a ver una ficción, se relaja, y los contenidos científicos están inmersos en la trama. Ahí, lo importante, más que el contenido científico, que es la cuestión puntual que ocurre en cada caso planteado en Área 23, es que el televidente además de entusiasmarse con la ficción pueda ver cómo funciona el pensamiento científico. Si vos hacés una columna sobre ciencia hablás sobre hechos puntuales. En una ficción es mucho más fácil mostrar cómo funciona ese pensamiento científico crítico. Tiene ese valor agregado. Actualmente, algunas de las series más vista en Estados Unidos tienen vinculación directa con la ciencia, como CSI, Bones, Lie to me, Dr. House.
– ¿Qué devolución tuviste de parte de la comunidad científica?
– Yo hice un experimento que fue proyectar el capítulo uno en la fiesta de fin de año del Museo de Ciencias Naturales. El reconocimiento más fuerte de los colegas me llegó de un científico de 65 años que se me acercó y me dijo: “¿Quién es el que hace de jefe de laboratorio?”. Le contesto: “Eduardo Iacono, un actor”. “No, no –me responde-, ese señor fue compañero mío en la Facultad”. Y me nombraba las materias que había cursado con él. No me podía creer. Ese fue el mejor termómetro para saber que la serie estaba bien lograda.
– ¿Qué opinás acerca de los científicos que mantienen reservas sobre la divulgación y mucho más cuando se hace por televisión?
– Todavía hay muchos científicos que consideran que comunicar la ciencia es una pérdida de tiempo. Y eso es un error, sobre todo en países como el nuestro, en los cuales la ciencia está financiada por el Estado. Si el Estado somos todos es una responsabilidad del científico comunicar lo que ocurre en su laboratorio. Creo que es una obligación.
No se la pierdan
Protagonizada por Carolina Peleritti, Área 23 cuenta la historia de una científica experta en biología molecular que regresa al país luego de vivir 10 años en el exterior. Eugenia vuelve para incorporarse al grupo de trabajo de una unidad de alta complejidad que se dedica a resolver problemas en temas tan diversos como biología molecular y celular, genética, clonación, organismos genéticamente modificados, salud pública y ecología. Su vida y su relación con los demás integrantes del laboratorio se verá revolucionada cuando, inesperadamente, deba hacerse cargo del instituto.
La serie, que transmite Tecnópolis TV, se puede ver por Televisión Digital Abierta o por la web . La primera temporada consta de 10 capítulos de ficción y otros 4 más ligados a la divulgación científica. “La idea es poder realizar una segunda temporada”, se entusiasma Cappozzo.
Fuente: UBA – Exactas. Aportado por Eduardo J. Carletti
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