El clásico de Alfred Hitchcock cumplió 50 años. La película, convertida en una obra maestra del cine de suspenso, es reconocida mundialmente por la mítica escena del asesinato en la ducha, perpetrado por un enajenado Norman Bates
El 16 de junio de 1960 es una fecha marcada a fuego en la historia del cine. Ese día llegaba a las pantallas de Estados Unidos una de las mayores obras maestras del séptimo arte. El asfixiante ambiente tejido por Alfred Hitchcock en Psicosis ha dejado una profunda huella en sucesivas generaciones de espectadores que han contemplado con pasmo cómo la sombra de un cuchillo se cierne sobre la cortina de una ducha en un apartado motel de Estados Unidos.
Esas pesadillas adolescentes habitan en el motel que administra Norman Bates (Anthony Perkins) con la única compañía de su madre desaparecida no sin antes atrofiar la madurez de su hijo, y al que arriba una Marion Crane (Janet Leigh) tan dulce e inocente como tantas otras presas de Hitchcock.
Basada en una novela de Robert Bloch y desarrollada a partir de un guión de Joseph Stefano, Psicosis se rodó con un presupuesto de algo menos de un millón de dólares y le sirvió a Hitchcock para recuperar el favor del público tras la reverenciada pero poco exitosa Vértigo (1958). Los apuros económicos fueron tales que el director tuvo que acudir a buena parte del equipo de su serie de televisión Alfred Hitchcock Presenta y Janet Leigh se vio obligada a reducir notablemente su caché.
Un rodaje tormentoso
Dotada de un enorme atractivo visual, Psicosis fue una cinta difícil de rodar. Impresionantes movimientos de cámara como el que permite el plano de seis kilómetros que adentra al espectador en la ventana del hotel de Phoenix en el que Marion y Sam (John Gavin) acaban de hacer el amor, o los cincuenta planos que inoculan en apenas tres gloriosos minutos todo el terror del mundo mientras el cuchillo de Bates se abate sobre la ducha de su víctima para acabar con su vida, fueron fruto de numerosas horas de ensayo. Ambas reflejan el impresionante dominio de la técnica y la enciclopédica memoria cinematográfica de un realizador que estaba creando un nuevo subgénero, el ‘slasher’, denominación bajo la que se agruparían los filmes de terror en los que un asesino psicópata elimina uno por uno a los personajes de la trama.
De Norman Bates nacerían todos los psycho-killers que vendrían después, desde el Freddy Krueger de Robert Englund hasta el Anton Chigurh de Javier Bardem, pasando por el Hannibal Lecter de Anthony Hopkins. Sus fechorías quedarían confinadas a la pantalla, aunque otros perturbados más reales tratarían de emular sus andanzas. Así, Janet Leigh tuvo que soportar el envío de aterradoras cartas en las que le amenazaban con asesinarla igual que al personaje al que dio vida.
Y, como no podía ser de otra forma, numerosos cineastas volvieron al motel de Norman Bates tratando de explotar una mina que ya había dado sus mejores pepitas de oro. Así, Richard Franklin rodó en 1983 Psicosis II, con Anthony Perkins en el papel del psicópata y Vera Miles en el de la hermana de Marion Crane. Tres años después, era el propio Anthony Perkins quien se ponía detrás de la cámara en Psicosis III. Para rematar, en 1990 Mick Garris dirigía Psicosis IV: El Comienzo, cinta confinada ya al reducto de la televisión.
Nominada a cuatro premios Oscar, Psicosis está catalogada como una de las mejores películas de todos los tiempos y fue seleccionada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como una de las obras que debían ser conservadas en el Registro Nacional del Cine por su valor cultural y estético. De la memoria de quienes la han visto no podrá ser borrada nunca, por mucho que lo deseen.
Fuente: El Correo. Aportado por Silvia Angiola
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