Tienen 565 millones de años y son la prueba más antigua que tenemos hasta el momento de animales desplazándose por sus propios medios
Se trata de huellas fósiles descubiertas en rocas de la localidad de Newfoundland, en Canadá, por un equipo internacional de científicos dirigido por expertos de la Universidad de Oxford. Los investigadores, que acaban de publicar su hallazgo en Geology, han identificado cerca de setenta rastros que indican que algunas antiquísimas criaturas eran capaces de desplazarse de forma parecida a como lo hacen las anémonas actuales por los fondos marinos del Periodo Ediacárico.
«Las marcas que hemos encontrado —asegura Alex Liu, uno de los firmantes del artículo— indican claramente que estos organismos podían ejercer alguna clase de control muscular durante la locomoción. Y eso resulta excitante porque es la primera evidencia que tenemos de que criaturas que vivieron en este periodo tan temprano de la historia de la Tierra tenían una musculatura que les permitía desplazarse de un lugar a otro y les capacitaba, por lo tanto, para cazar en busca de alimento o huir de unas condiciones locales adversas. Pero lo más importante es que esas criaturas eran, con toda probabilidad, animales».
En su trabajo, los investigadores comparan las huellas a las que deja una moderna anémona marina, la Urticina, y subrayan similitudes que permiten suponer que los animales que dejaron esos rastros también eran físicamente parecidos a las anémonas, quizá utilizando un pie en forma de disco como hacen sus parientes actuales.
Las pruebas que indican una capacidad de los animales para moverse libremente y a su antojo son muy raras cuando se habla del Cámbrico (entre hace 542 y 488 millones de años), lo que ha llevado a muchos paleontólogos a pensar que los organismos primitivos eran estacionarios y más parecidos a los hongos actuales que a cualquier otra criatura.
Por eso, encontrar evidencias de movimiento voluntario en el Periodo Ediacárico (es decir, cerca de treinta millones de años antes del Cámbrico), es algo realmente significativo, ya que arroja algo de luz sobre la oscuridad que envuelve al periodo que precede a la llamada «explosión del Cámbrico», durante la cual surgieron todos los tipos de animales que conocemos en la actualidad y también otros cuya herencia se extinguió mucho antes de llegar al presente.
«Aún no somos capaces de decir qué organismo del Ediacárico dejó estas huellas —afirma Alex Liu— pero representan una clara evidencia de que aquellas criaturas tenían músculos que daban a sus blandos cuerpos algo de rigidez. Y también es una prueba de que la ecología de este antiguo entorno marino era bastante complejo, quizá de una complejidad más propia de épocas muy posteriores».
Parece claro, concluye el científico, que estas antiguas rocas de los tiempos en que las formas de vida empezaban a hacerse complejas «tienen aún muchas cosas nuevas que contarnos».
Fuente: ABC. Aportado por Eduardo J. Carletti
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