Según un nuevo estudio, es posible que haya suficiente oxígeno en las aguas de Europa, la luna de Júpiter, para mantener millones de toneladas de peces. Y aunque nadie está diciendo que realmente haya peces en Europa, este estudio sugiere que el satélite joviano es capaz de mantener el mismo tipo de vida que conocemos en la Tierra, aunque sea en su forma microbiana
Europa, que tiene aproximadamente el mismo tamaño que nuestra Luna, se encuentra envuelta por un océano global de unos 160 km. de profundidad, con una corteza de hielo que podría tener unos pocos kilómetros de espesor. Por lo que sabemos de la Tierra, donde hay agua hay posibilidades de vida, así que durante muchos años los científicos han especulado con la idea de que esta luna joviana puede albergar extraterrestres.
Cuanto más aprendemos sobre los efectos que ejerce Júpiter sobre sus lunas, más verosímil se hace la posibilidad de que haya vida en Europa. Los estudios demostraron que esta luna podría tener suficiente oxígeno como para mantener el tipo de vida con el que estamos familiarizados en la Tierra.
El hielo de la superficie, igual que toda el agua, está hecho de hidrógeno y oxígeno, y el flujo constante de radiación que emite Júpiter reacciona con este hielo para formar oxígeno libre y otros oxidantes como el peróxido de hidrógeno. La reactividad del oxígeno es clave para generar la energía que promovió el florecimiento de la vida multicelular en nuestro planeta.
Aún así, los investigadores creían que no había un método eficaz que condujera esta materia rica en oxígeno al océano de Europa. Los científicos asumían que la forma principal de migración de los materiales de la superficie hacia abajo se producía como consecuencia de los impactos de los desechos cósmicos que regularmente bombardean nuestro Sistema Solar. Los cálculos previos sugerían que, incluso después de transcurridos algunos millones de años, tales impactos no podían originar una capa oxigenada de más de 10 metros por debajo de la corteza de hielo, capa que no tenía la profundidad necesaria como para alcanzar el océano subyacente.
Sin embargo, el nuevo estudio sugiere que esta capa rica en oxígeno puede ser mucho más gruesa, y que abarca potencialmente toda la corteza. «La clave está en encontrar otras formas de mover la corteza», explica el investigador Richard Greenberg, un científico planetario del University of Arizona’s Lunar and Planetary Laboratory de Tucson.
La atracción gravitacional que Júpiter ejerce sobre Europa produce mareas 1.000 veces más fuertes que las que experimenta la Tierra con nuestra Luna, flexionando y calentando la superficie de Europa y volviéndola muy activa geológicamente. Esto podría explicar por qué su superficie no parece tener más de 50 millones de años de antigüedad: sufrió un completo recambio en ese lapso.
Un proceso importante para la renovación de la superficie de Europa parece ser la formación de las crestas dobles que cubren al menos la mitad de su superficie. Las mareas pueden empujar el hielo nuevo -probablemente agua oceánica recientemente congelada- hacia la superficie, donde comenzaría a oxigenarse lentamente. A medida que las crestas van creciendo en altura, el material más antiguo queda enterrado, empujando hacia abajo esta materia rica en oxígeno. Greenberg calculó que, transcurridos uno o dos mil millones de años, este proceso podría haber transportado a los oxidantes a través de la corteza de hielo, alcanzando así el océano.
Hay otros mecanismos que también podrían ayudar a remover la corteza de hielo. Algunas áreas de la superficie podrían derretirse provocando el desprendimiento y la caída de grandes masas de hielo, que después se congelarían de nuevo en su lugar.
Aproximadamente el 40 por ciento de la corteza de Europa parece estar cubierta con un «terreno caótico». Como la materia viene desde abajo y amplía las grietas, la superficie vecina se arruga, enterrando de esta forma algo de material. Estos procesos extra pueden ayudar a empujar a los oxidantes, pero tendrían que pasar al menos dos mil millones de años antes de que la radiación cargara toda la corteza con oxígeno.
Greenberg descubrió que como el hielo en la base de esta cáscara oxigenada se funde, aún utilizando las estimaciones más conservadoras, después de sólo medio millón de años los niveles de oxidantes en el océano de Europa alcanzarían la concentración mínima de oxígeno que se ve en los océanos de la Tierra, concentración que es suficiente para mantener la vida de pequeños crustáceos.
En doce millones de años, las concentraciones de oxidantes alcanzarían los mismos niveles de saturación que tienen los océanos de la Tierra y que son suficientes para mantener la fauna marítima de mayor tamaño. Teniendo en cuenta las bajas temperaturas y las altas presiones que probablemente se ven en el océano de Europa, éste podría necesitar más cantidad de oxígeno que los océanos de la Tierra para alcanzar el punto de saturación.
«Me sorprendió la cantidad de oxígeno que puede haber ahí», dijo Greenberg.
Una de las preocupaciones acerca de este oxígeno es que podría estar haciendo más mal que bien. La extraordinaria reactividad del oxígeno puede perturbar los procesos químicos que se piensa que son necesarios para originar la vida y ésta puede haber sido una característica de la vida temprana.
En la Tierra la vida tenía más de mil millones de años de evolución antes de que el oxígeno se volviera abundante en la atmósfera, y esta demora fue suficiente para que los organismos desarrollaran mecanismos genéticos y estructuras físicas que les permitieran utilizar el oxígeno, en lugar de ser destruidos por él.
La demora de 1 a 2 miles millones de años antes de que el oxígeno de la corteza de Europa alcanzara el océano es más o menos la misma que le tomó a la vida desarrollarse en la Tierra antes de que el oxígeno se convirtiera en un problema, así que la vida pudo haber tenido una tregua lo suficientemente larga como para desarrollarse en la luna joviana. «Suponiendo que los seres vivos de Europa respiren porcentajes similares a los peces de la Tierra, el ritmo constante de suministro de oxígeno podría sostener aproximadamente 3 millones de toneladas métricas de vida», dijo Greenberg.
No hace falta esperar a que una sonda aterrice en Europa para detectar oxígeno en el satélite. «La espectroscopia hecha con telescopios en la Tierra o en órbita puede decirnos qué sustancias están mezcladas en el hielo», expresó Greenberg, que publicó sus conclusiones el 6 de mayo en la revista Astrobiology.
Fuente: Space. Aportado por Silvia Angiola
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