El filme de Pablo Larraín recibió largos aplausos en la gala de anoche en el 67º Festival de Venecia. Y logró más elogios de la crítica
Oh, cielos. ¿Vienen a exterminarnos o en son de paz? Vamos por partes. ¿Qué ocurriría si un extraterrestre al que no le interesara un pimiento la política aterrizara en Santiago de Chile el día del golpe de Estado de Pinochet? Post Mortem, del director chileno Pablo Larraín, no es una película de ciencia ficción, aunque su protagonista (Mario Cornejo) sea un marciano en toda regla.
Mario es un tipo solitario que trabaja en una morgue de Santiago redactando autopsias. También desea a su cariñosa vecina cabaretera (Nancy) de un modo obsesivo, hasta el punto de bordear la enajenación mental: no parece llamarle especialmente la atención que en el hospital donde trabaja se hayan visto obligados a hacer de pronto una huelga a la japonesa. Los militares golpistas han llenado aquello de cadáveres, la atmósfera es apocalíptica, pero Mario ni se inmuta. Sólo quiere casarse rapidito con una Nancy que sólo quiere ser su amiga. Vamos, que el muchacho se mueve entre las carencias afectivas patológicas y el apoliticismo extremo.
«Muchos piensan que Pinochet es fantástico», dice Larraín
Larraín, autor de la estupenda y muy bizarra Tony Manero (2008), protagonizada por otro ser marginal con pedrada mental incorporada, vuelve en Post Mortem a contar qué ocurre cuando se cruzan de un modo absurdo las biografías íntimas con los grandes acontecimientos históricos. Pero si en su anterior filme la dictadura de Pinochet era una presencia subterránea agazapada, aquí sale a la superficie. La clave en Post Mortem es la extrañeza brutal que provoca la tensión entre el comportamiento errático de Mario y la carnicería golpista.
«En Chile sigue habiendo un grupo disparatado de personas que piensa que Pinochet es fantástico, aunque el consenso dice ahora que las dictaduras ya no son bienvenidas. Pero eso no estaba tan claro entonces. Las imágenes del filme están en la onda de ese estado mental. Por eso su paisaje político es tan extraño, ambiguo y delirante», dijo Larraín a este periódico. Veredicto: la película es sensacional. Y el alienígena alienado Mario Cornejo no es de fiar.
Cinta chilena Post Mórtem es ovacionada en Venecia
Ya las primeras señales se habían dado en la función de prensa el sábado, con el aplauso del exigente público de la crítica. Sin embargo, la gala de anoche logró una respuesta inusitada para el cine chileno, con una larga ovación de seis minutos para la película Post Mortem, de Pablo Larraín.
Con la sala principal del Palacio Casino llena y con Quentin Tarantino (presidente del jurado) ubicado en una estratégica posición al centro del recinto, el tercer filme de Larraín cautivó la atención de los más de mil espectadores. Durante la hora y 40 minutos que dura la película nadie se movió de su asiento. Inmediatamente después de aparecer los créditos finales, el director y los actores Alfredo Castro y Antonia Zegers se pararon para recibir el aplauso del público y varios ¡bravo! que salieron desde la platea. Los tres se encontraban visiblemente emocionados con el resultado de la cinta que se perfila como uno de los platos fuertes de la muestra.
A cinco días de iniciado el 67º Festival de Venecia, el filme es uno de los mejor criticados por los medios junto a Meek’s Cutoff de Kelly Reichardt y Somewhere de Sofia Coppola. Ayer, el diario Variety destacaba «el impresionante manejo visual de Pablo Larraín hace que Post Mórtem sea una experiencia fascinante de ver». El diario español El Mundo se sumó a los elogios, en tanto El País fue más duro: «La historia se va al traste en pocos minutos», anotó, y «no logra salir del tedio».
La trama de Post Mortem es la vida cotidiana de Mario Cornejo, funcionario forense que trabaja como escribano de autopsias y que en plena UP no muestra ningún compromiso político. Cuando viene el golpe de Estado, tampoco parece asombrarse ni apiadarse de los cadávares acribillados que se amontonan en la morgue.
En una conferencia en la tarde, Larraín sotuvo que «esta película no pretende ser una declaración política ni un panfleto». Por su parte, Alfredo Castro se refirió a la escena de la autopsia de Salvador Allende: «Es la primera vez que un filme de ficción exhibe aquel hecho y seguramente eso va a provocar una discusión y una polémica positiva»
Fuente: Público, La Tercera y otros. Aportado por Eduardo J. Carletti
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